RECIDE Revista Científica del Centro de Investigación y Desarrollo
ISSN en línea: 3005-5865 (online), Mes-octubre, 2025, Volumen V, Número 1 Pág. 68
recide.utic@gmail.com - Fernando de la Mora, Paraguay.
Hilo de Ariadne en el laberinto de la memoria: literatura, arte, ciencia y
filosofía
Ariadne's thread in the labyrinth of memory: literature, art, science, and
philosophy
Abelardo Juvenal Montiel Benítez
Universidad Tecnológica Intercontinental
Fernando de la Mora - Paraguay
abelardomontiel26@gmail.com
https://orcid.org/0009-0008-7757-0622
Artículo recibido: 03 de setiembre de 2025
Aceptado para publicación: 06 de octubre de 2025
Conflictos de interés: Ninguno que declarar
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Resumen
La temática abordada en este artículo bajo el título: Hilo de Ariadne en el laberinto de
la memoria (literatura, séptimo arte, ciencia y filosofía) afecta a un aspecto del tiempo,
pero con sesgado a una de sus dimensiones: el pasado. Este constituye una dimensión
esencial del tiempo, porque está estrechamente vinculado con la memoria, la cual es
fundamental en la existencia humana, ya que ella no solo soporta vivencias y
experiencias de la vida, sino, sobre todo, es la condición de posibilidad necesaria del
recuerdo. Este trabajo de investigación siguió el horizonte marcado por la siguiente
pregunta general: ¿Cómo afectaría al hombre cualquier intento de manipulación
neurobiológica con el afán de “comprender” o dominar la memoria humana? Este
trabajo es de índole filosófica, por lo tanto, adopta el método reflexivo, argumentativo-
lógico y hermenéutico. Después de una rápida y sucinta recorrida por la literatura, el
séptimo arte, la ciencia y la filosofía, pues, sostenemos que cualquier manipulación
técnico-científica de la memoria humana afectaría la naturaleza misma del hombre.
Palabras clave: memoria, olvido, manipulación, experiencia
Abstract
This article, titled "Ariadne's Thread in the Labyrinth of Memory (literature, art, science,
and philosophy)," explores an aspect of time, specifically focusing on its past
dimension. The past is essential because it's deeply connected to memory, which is
fundamental to human existence. Memory not only holds our life experiences but is
also the necessary condition for recalling them. This research was guided by the
central question: How would any attempt at neurobiological manipulation aimed at
"understanding" or controlling human memory affect a person? Using a philosophical
approach with reflective, logical, and hermeneutic methods, this paper argues that any
technical-scientific manipulation of human memory would alter the very nature of
humanity. This conclusion is reached after a concise review of how memory is
represented and understood in literature, film, science, and philosophy.
Keywords: memory, forgetting, manipulation, experience
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Cómo citar: Montiel, A. (2025). Hilo de Ariadne en el Laberinto de la Memoria: Literatura,
Arte, Ciencia y Filosofía. RECIDE, V, (1) 68 88
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Hilo de Ariadne en el laberinto de la memoria: literatura, arte, ciencia y filosofía
La memoria no solo estuvo en el escenario histórico del pensamiento desde
el origen de la cultura escrita, sino siempre intrigó y desafió a la inteligencia,
porque continuamente se escabulle de la trampa artificiosa de los conceptos.
Nuestra era, en este sentido, no es la excepción, ya que la cuestión de la memoria
sigue incitando e incomodando la mente de algunos célebres pensadores.
El desarrollo del presente tema se estructura a partir de la siguiente
pregunta general, que reza así: ¿Cómo afectaría al hombre cualquier intento de
manipulación neurobiológica con el afán de “comprender” o dominar la memoria
humana? Esta pregunta se va tematizando a partir de algunas perspectivas
contemporáneas del debate acerca de la memoria. Traemos a colación la
memoria en el ámbito de la literatura, dentro de la cual se analiza algunos cuentos
de escritores célebres; del séptimo arte, en el cual también se hace un gran
esfuerzo para representar y poner en discusión la cuestión de la memoria; de la
ciencia, que con su aparato de investigación empírica, no solo reluce nuevo
paradigma sobre la memoria y, por ende, sobre los recuerdos, sino también la
posibilidad de su instrumentalización; y, por supuesto, no puede faltar la posición
filosófica, que analiza y advierte en este sentido sobre las consecuencias de
cualquier intento de manipulación neurobiológica del cerebro humano.
El hombre es tal, porque posee la facultad de recordar, pues, sin esta
facultad, no podríamos concebir el presente, mucho menos el futuro. El pasado
nos conecta directamente con el futuro, puesto que los recuerdos se erigen en el
presente y, solo a partir de esta situación actual, el hombre puede proyectarse al
futuro, solo a partir del presente que otra cosa no es más que el cúmulo de pasado
puedo esperar, vale decir, tengo la posibilidad de la expectación.
El método empleado en este artículo es el de filosófico, o sea, el proceso
de construcción y desarrollo de las ideas se ciñen al método reflexivo,
argumentativo-lógico y hermenéutico.
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Funes el memorioso
¿Qué podría suceder, si el hombre solo tuviese memoria o si solo tuviese
un futuro abierto sin memoria? La respuesta a cualquier pregunta únicamente
podemos imaginarla, pero, nunca podemos concebirla como una posibilidad real.
Por un lado, el hombre, sin estas dimensiones temporales, simplemente sería otra
cosa menos un hombre propiamente. En el caso de la posibilidad de cultivar
solamente la memoria, me viene en mente un célebre cuento de Jorge Luis
Borges
1
, cuyo título es: “Funes el memorioso”. Funes, era un joven normal hasta
que una caída de caballo le produjo una lesión cerebral, pero, después de su
recuperación sintió un cambio sustancial en su función cerebral, pues, solo
recordaba y, además, recordaba todo con perfección. Recordaba sin titubeo todas
sus andanzas de la niñez, de su juventud, de su entorno, incluidas las fechas,
horas, minutos y segundos de cada acto. Le bastaba mirar un árbol para saber con
claridad la cantidad de ramas que hay en él y también la cantidad de hojas que hay
en cada rama; además, como si fuera poco, sabía con exactitud el tamaño de cada
hoja. ¡Esto es asombroso! Dice Borges “Me dijo: «Más recuerdos tengo yo solo
que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo»”.
Funes poseía una memoria extraordinaria. “Nosotros, de un vistazo, percibimos
tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que
comprende una parra”. Sin duda alguna, Funes es un personaje sui generis, que
aventaja ostensiblemente a cualquier ser humano. La memoria de Funes es
sorprendente, que no se compara absolutamente con ningún ser humano normal.
Si bien es cierto, es una gran ventaja para nosotros los mortales contar con un
buen dote de memoria, sin embargo, no como la de Funes. Si el hombre tuviera
solo memoria, solo se ocuparía de sus recuerdos, de su pasado; le faltaría la
expectación. Vivir solo para recordar sería sinónimo de vivir solo del pasado y esto
nos convertiría en un eterno romántico, condenado a revivir una y otra vez nuestros
hastíos recuerdos. Una vida que vive solo de recuerdo sería como un manantial de
agua, una emanación de aguas, que solo busca cause para escurrirse como sea.
1
Borges escribió este cuento en el año 1942, cuya escenificación está claramente registrada por el autor en
la cercanía de la ciudad uruguaya Frey Bentos. Borges publicó este cuento en 1944 en su colección
“Ficciones”.
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Así como la fuente de agua surge libre y espontáneamente, también cada acto de
nuestra existencia es producto de una voluntad libre y este acto se da de manera
efectuar. No podemos impedir que suceda acciones, ya que cada momento es
fuente de un acto, sea cognitivo u operativo. Nuestra vida se desenvuelve en actos
continuos y, dicho sea de paso, estos actos no siempre son relevantes, sino, más
bien, son normales, naturales, e, incluso, insignificantes, en otras palabras,
nuestras facultades cognitivas, volitivas y libres se determinan por lo general sin
mayores novedades, que puedan ser consideradas extraordinarias para los
demás. Y si nuestra vida consistiese en recordar cada acción sin mucha
notoriedad, pues, sin duda estaríamos ante una vida determinada al aburrimiento
total, por eso, Funes expresa estas tajantes palabras: “Mi memoria, señor, es como
vaciadero de basuras”. Una cosa es recordar algunas cosas del pasado con el fin
de revivir ciertos momentos agradables, pero otra cosa totalmente distinta es
recordar espontáneamente y contínuamente las imágenes vistas, oídas, leídas,
aprendidas, etc. Esta situación simplemente no es humana, ya que el hombre
como Funes ni siquiera podría reflexionar, pensar, especular, ya que su capacidad
cognitiva estaría atrofiada o anulada por la su facultad de recordar. Y Borges no
perdió de vista esta situación, él dice al respecto: “Éste, no lo olvidemos, era casi
incapaz de ideas generales, platónicas” […]. “No era capaz de pensar. Pensar es
olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”. La actividad de pensar supone
olvidar, porque sin el olvido simplemente la mente no puede ejercitar su poder de
relacionar y diferenciar, o sea, no puede distanciarse de su objeto y, por lo tanto,
no consigue abstraer. Si Funes no era capaz de pensar, entonces solo tenía una
apariencia de hombre, ya que lo esencial del ser humano no estaba en él, que
justamente es su capacidad de razonar.
Por otro lado, ¿será posible borrar de nuestra memoria algunos recuerdos
a través de algunos mecanismos de índole farmacológica o tecnológica? En caso
de que la respuesta sea favorable, ¿de qué manera afectaría esa posibilidad la
condición humana? Antes de apresurar respuestas a estas cuestiones,
analizaremos algunos ensayos que encontramos en la literatura de ficción, del
séptimo arte e incluso de la ciencia.
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Podemos recordarlo todo por usted
El escritor y novelista de ciencia ficción, Philipp K. Dick
2
, es uno de los
visionarios en estas cuestiones. Su cuento Podemos recordarlo por usted al por
mayor (We can remember it for you Wholesale), publicado en 1966, es muy
sugerente. Si bien es cierto, que este es un mero cuento de ciencia ficción, no
obstante, en la actualidad abre un debate técnico-científico su posible
determinación. Aquí hacemos una salvedad, nuestra intención no es el desarrollo
de la trama del cuento, sino, más bien, nos centraremos en los personajes
principales Douglas Quail y McClane. Este último representa la técnica y la ciencia,
ya que es el director de Rekall, que es una especie de un centro de investigación y
de desarrollo de implante de memoria en las personas, vale decir, ofrece servicio
de ventas de experiencias de recuerdos artificiales. Quail y, así inicia el cuento, se
despertó en la mañana con la idea obsesiva de ir al planeta marte. Recurre a Rekall
y McClane le promete que “será en su mente un verdadero viaje, le garantizamos
eso. Dos semanas completas de recuerdos hasta su más mínimo detalle”. Quail,
sin titubeo, se somete al proceso de implantación de memorias y, además, irá a
marte como un agente secreto. Quail se dispone a la preparación médico-
tecnológica, donde intervienen fármacos como la sedación, puesto que el
paciente debe alcanzar un estado de inconciencia para aplicársele los aparatos
tecnológicos que operaran la introyección de la memora artificial en su cerebro.
Por una parte, el experimento fue exitoso, ya que Quail vivió una aventura
sensacional con su personaje en marte, pero, por otra parte, algo inesperado pasó,
que movió todo el fundamento de la experimentación de Rekall. ¿Qué pasó? La
sedación dejó de tener su efecto y Quail se despertó con esos recuerdos como si
2
El mismo Philip K. Dick (1928-1982) escritor, novelista de ciencia ficción y filosofo estadounidense,
distinguió claramente la diferencia entre el género de fantasía y de la ciencia ficción en el prefacio de su obra:
La máquina preservadora (1969) y en otros escritos. La ciencia ficción no es mera ficción como puede
sugiere su nombre, sino tiene una cierta base empírica, vale decir, surge de las posibilidades reales de ciertas
perspectivas científicas. No es real, por qué tal vez, aún no se pueda dar, tampoco es totalmente ficción, o
sea, algo así que no pueda darse absolutamente. La fuente de inspiración de Dick es la evolución científico-
tecnológica. Y a partir de esta realidad, él avizora la posibilidad real que en un tiempo no lejano pueda
acontecer, lo que desarrolla en su trabajo. Él dice que la ciencia ficción “es nuestro mundo dislocado por
algún tipo de esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en aquello que no es o que aún no es”.
Aunque la ciencia ficción tiene mucho de fantasioso, se distingue de una novela de fantasía; a esta le falta el
sustento real; le falta esa proyección de la realidad que pueda intensificarse y determinarse en algún momento,
o sea, en el futuro. La novela de fantasía se genera, se desarrolla y finaliza en la imaginación del escritor y,
por lo tanto, su posibilidad de determinación real es nula.
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fueran verdaderos, o sea, como si efectivamente en algún momento de su pasado
él hubiese estado en marte. Rekall no consiguió borrar totalmente esos recuerdos
artificiales implantados en la mente de Quail. Este incluso después de la
experimentación fue a reclamar a McClane con estas palabras: “Los dos
recuerdos están firmemente grabados en mi mente; uno es real y el otro no, pero
no puedo diferenciar cuál es el auténtico y cuál es el falso”. Con esta experiencia,
pues, la vida de Quail se volvió realmente fastidiosa. Su vida no solo se convirtió
en un verdadero suplicio, sino cargada de ambigüedad, invadida por una tremenda
duda existencial, porque no podía estar seguro de mismo. La pregunta
fundamental resonaba con insistencia en su mente: ¿Quién soy yo? ¿Dónde estoy?
¿Qué hago aquí, cuál es mi situación? ¿Cuál es realmente mi pasado, por ende,
cual será mi futuro? En síntesis, en “su vida real” vivió una experiencia psicótica
con mayúscula.
La cuestión filosófica que nos compete a nosotros con relación a este
cuento se centra en la posibilidad de manipular de algún modo los recuerdos del
pasado. Si esta posibilidad fuera real. Por una parte, ¿Si la memoria realmente
desaparece, entonces cómo concebiríamos el pasado y por ende el tiempo
mismo? Por otra parte, ¿qué nos depararía el futuro? ¿Si nuestro recuerdo
resultase mero artificio, tipo fantasioso, entonces cómo quedaría reflejada
nuestra memoria de vivencias y experiencias naturales? O ¿Es posible que un
genio maligno, disfrazado por la opto-genética, por la manipulación neuro-
genética, por la nanotecnología como el nano-robots, por fármacos, etc.,
modifique la memoria del hombre? ¿Cuál sería el parámetro que tendría el hombre
entre la realidad y la ficción? ¿Cuál sería el sentido de la vida del hombre en este
contexto?
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos
En esta misma línea de razonamiento sobre el pasado, indudablemente, es
muy sugerente la película
3
titulada el eterno resplandor de una mente sin recuerdos
3
El guión de la película fue creado por los productores de cine y telenovelas: Steve Golin y Anthony
Bregman. La película fue entrenada en el 2004. Los famosos actores involucrados en la película son Jim
Carrey y Kate Winslet; el primero asumirá el personaje de Joel y la segunda el de Clementine. El título de la
película corresponde a una estrofa del del verso del poema Eloisa y Abelardo de Alexander Pope.
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(Eternal sunshine of the spotless mind). Es interesante fijar nuestra atención esta
estrofa del verso. La última expresión sin recuerdos corresponde a la traducción
inglesa spotless, que de hecho es un adjetivo que significa inmaculado/a, o sea,
sin mancha, pura; de ahí que la expresión sin recuerdo”. Una mente sin recuerdo
es una mente inmaculada. Este título nos arrastra hacia la trama de la película,
que sustancialmente manifiesta la posibilidad de quitar recuerdos incomodos y
desagradables de la mente.
El escenario que se desarrolla la trama de la película, al igual que en el
cuento de Philip K. Dick, aparece la figura de centro de investigación en materia
neurológica, que se llama Lacuna. Así mismo, aparece la figura del Dr. Howard,
quien es el director de Lacuna. Lacuna, a diferencia de Recall, busca borrar la
memoria de la mente de la persona. También es importante mencionar, que en
ambos centros los medios farmacológicos y tecnológicos eran similares. Aparece
en escena una pareja Joel y Clementine, cuya relación fue bastante conflictiva, y
finalmente decidieron romper con la relación. Pasado un tiempo, Clementine no
soportaba la presencia de Joel que seguía muy presente en su vida mediante sus
recuerdos. Decide, entonces, someterse a la oferta de Lacuna y seguir el
tratamiento del borrado de esa memoria, relacionada con Joel. Coincidentemente
Joel también resolvió extinguir de su memoria a Clementine y se sometió al
tratamiento. A Joel, durante el proceso de anulación de recuerdo con ella, le
afloraba en medio de su inconsciencia de vez en cuando momentos dichosos que
compartió con ella y le atormentaba el hecho de olvidarlos, pero, estos tormentos
fueron inútiles, ya que la extinción de sus recuerdos se consumó.
Pareciera ser que el borrado de los recuerdos fue exitoso; ambos lograron
en cierta manera una especie de tabula rasa de su historia de vida, pero, sin
embargo, algunos recuerdos profundos parecieran ser que solo quedaron
dormidos, pero no totalmente extintos. Aquellos momentos significativos en la
existencia no desaparecieron por completo, ya que ambos a pesar de esa
manipulación cerebral, volvieron a sentir atracción uno hacia el otro y reanudaron
sus compromisos de seguir juntos.
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¿Qué consecuencia podría tener esta situación del olvido técnico de
memoria en la vida corriente y natural del hombre? El golpe psicológico es patente,
en la película Joel se sentía evidentemente extraño y muy confuso y Clementine
se mostraba alterada e inestable. Sin embargo, la cuestión va más allá de lo
meramente psicológico; puesto que una posible situación, así como se nos
presenta en la película, afectaría directamente la identidad del hombre. Por un
lado, se mutilaría una dimensión esencial de su vida. La memoria, sin duda, juega
un rol determinante en nuestra existencia; por más que hubiera la posibilidad de
borrar la memoria, necesariamente con ese acto se borraría indistintamente
buenos y malos recuerdos. Los recuerdos, sean buenos o malos, juegan un rol
preponderante en el desarrollo natural del ser humano. Ellos estimulan
continuamente nuestras ilusiones y esperanzas. Los buenos recuerdos elevan
satisfactoriamente nuestro estado de ánimo; los añoramos con frecuencia e,
inclusive, sentimos ganas de volver a experimentarlos. Ocurre lo mismo con los
malos recuerdos; si bien, nos producen sensaciones de incomodidad, tristeza,
dolor, vergüenza, etc., no obstante, estas también son positivas, porque nos
impulsan a evitar conductas indecorosas que dejen vestigios de tristeza y dolor
en nuestra existencia; por lo tanto, los recuerdos surten necesariamente
motivación constante en el ser humano. La anulación de los recuerdos de la
memoria implicaría una desnaturalización del hombre, ya que afectaría
radicalmente sus funciones neurológicas y físicas, así también se vulneraría el
funcionamiento de su conciencia, es decir, su dimensión netamente espiritual,
puesto que ya no sería capaz de revivir su pasado y, por ende, de recrearlo en post
del futuro. No podemos pensar la vida humana con la posibilidad de recuerdos
parciales y, más aún, sin recuerdos como nos indica el título de la película. Una
mente inmaculada connota una mente sin mancha, o sea, sin recuerdos, lo que es
imposible concebir. La constitución humana exige manchas en su conciencia,
porque estas no solo fundan en cierta manera la libertad, sino también abren
brechas al futuro. Las manchas son la condición de posibilidad de la proyección
libre del hombre. La posibilidad de la vida del hombre, sin recuerdo, pondría
inmediatamente en tela de juicio su condición de su ser como tal.
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Transferencia de recuerdo experimental
Es sugestivo, siguiendo aún la línea conductora de nuestra reflexión,
exponer aquí sucintamente el descubrimiento científico sobre la memoria que se
dio a conocer en 2018 por el equipo de investigadores de la Universidad de
California de Los Ángeles, dirigido por el Dr. David Glanzman
4
. ¿Qué novedad nos
proporcionó esta investigación? Por un lado, arroja una información relevante
sobre la concepción de la fuente de la memoria en los seres vivos, cuyo cerebro
en cierta forma es similar al de los seres humanos. Según Glanzman et al. (2018)
sostienen que: “Se acepta que la memoria a largo plazo (MLP) se codifica como
alteraciones en la fuerza sináptica. Sin embargo, un modelo alternativo propone
que la MLP se codifique por cambios epigenéticos”. Esto sugiere, que no es la
sinapsis la fuente de la memoria, sino, más bien, esta está anclada en la célula;
esto nos señala, que la memoria tiene un sustrato tangible y no meras conexiones
eléctricas intangibles de las neuronas. Por otro lado, lo que efectivamente nos
incumbe, es que, según el resultado de la investigación, los recuerdos pueden ser
transferidos a otro ser vivo del mismo grupo o género (especie). En este caso, la
experimentación se llea cabo en la aplysia, que es un género de babosas del
mar. Los investigadores manipularon un grupo de babosas a través de estímulos
espaciales. Estas babosas, observaban los investigadores que después de un
entrenamiento sistemático, presentaban una contracción significativamente más
duradera ante cada estímulo en relación con la respuesta mostrada ante un
estímulo natural de su entorno o hábitat.
Durante cada entrenamiento, el animal recibió tres trenes; el intervalo
(intertrain) fue de 2 segundos. Cada tren tenía 1 segundo de duración y
consistía en choques (10-ms de duración del pulso, 40 Hz, 120 V)
entregados a la cola del animal a través de un estimulador de la hierba (S88,
Astro-Med) conectado a los alambres de platino
5
. (Glanzman et al., 2018)
4
Profesor de biología integradora y fisiología, y neurobiología en la Universidad California de Los Ángeles
(UCLA).
5
During each bout of training, the animal received three trains; the intertrain interval was 2 s. Each train was
1 s in duration and consisted of shocks (10-ms pulse duration, 40 Hz, 120 V) delivered to the animal’s tail
via a Grass stimulator (S88, Astro-Med) connected to the platinum wires.
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Una vez logradas las contracciones (o alteraciones) provocadas en las
babosas entrenadas, se extrajeron de ellas “el ARN […] de los ganglios disecados”
6
y se procedieron en injertar en el ARN de otras babosas que no formaban parte de
la experimentación. ¡El resultado fue asombroso! Estas aplysias, que recibieron el
ARN de aquellas que fueron entrenadas, tuvieron la misma duración de
contracciones. “La inyección de ARN de animales donantes entrenados por
sensibilización provoca la mejora del reflejo de la retirada en los receptores no
entrenados”
7
. Este resultado, que nos presenta Glanzman y su equipo, por una
parte, manifiesta el mecanismo epigenético de la memoria, pues, esto significa
que las células son portadoras de la memoria. Por otra parte, reluce que el injerto
del ARN de las babosas entrenadas en el de las no entrenadas no modifica la
cadena de su ARN. En otras palabras, no altera absolutamente su estructura
genética. Sin duda alguna, este descubrimiento no solo instala una revolución
paradigmática en el ámbito de la neurobiología acerca de la fuente de la memoria,
sino también abre un gran desafío a la psicología y, sobre todo, a la filosofía, y lo
que efectivamente a nosotros nos interesa.
¿Qué implicancia filosófica podría tener en el hombre este
descubrimiento? ¿Cómo influiría en nuestra conducta un injerto de memoria en
nuestro ARN? El descubrimiento del Dr. Glanzman y su equipo acorta radicalmente
la brecha entre la mera ficción y la realidad, porque estos resultados científicos
revelan la posibilidad realísima de la manipulación neuro-genética de la condición
humana. Conforme a este descubrimiento, la posibilidad de injertar memoria en la
ARN del hombre es patente y si esto es así, indudablemente, por una deducción
lógica, también sería posible borrar su memoria.
¿Podremos considerar este descubrimiento como una ventaja para el
desarrollo humano o, más bien, una radical amenaza para su naturaleza? Esta
pregunta, obviamente se constituye un dilema filosófico de carácter ontológico y
ético. Este dilema toca el núcleo del ser humano. Si la memoria puede ser
6
The total RNA was then extracted from the dissected ganglia.
7
Injection of RNA from sensitization-trained donor animals causes enhancement of the withdrawal reflex
in untrained recipients.
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implantada en una persona, entonces, esta recordaría vivencias y experiencias
totalmente ajenas a su propia vivencia del tiempo. Y, en caso de que esa persona
pudiese realmente tomar conciencia de su propio recuerdo (de sus propias
vivencias y experiencias), tal como sugiere el mecanismo epigenético de
Glanzman, entonces cómo podría esa persona lidiar simultáneamente en su vida
cotidiana con una memoria artificiosa y otra propia. Esta situación evidentemente
desquebrajaría la condición humana, o sea, su naturaleza. La memoria ya no sería
una garantía real de nuestros recuerdos, ya que traeríamos en la conciencia tanto
vivencias propias y artificiosas. Aunque todavía surge la cuestión, ¿es licito hablar
de vivencias artificiosas, ya que estas no son efectos originarios del flujo de
conciencia? Dejemos esta pregunta abierta, y sigamos manteniendo nuestra
atención en la posibilidad de la coexistencia simultanea de recuerdos en la
memoria. Esta situación en el peor de los casos constituiría un grave problema de
identidad para hombre. En este contexto, resurge la perenne pregunta
antropológica: ¿Quién soy yo? Ante la posibilidad de convivir con recuerdos
genuinos y foráneos, entonces ¿podríamos seguir diciendo con Ortega y Gasset
(1914/1983)? “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.
Benfac loco illi quo natus est (p. 322). ¿De qué modo seguiré siendo yo y mi
circunstancia, si no seré capaz de dar cuenta de mi pasado? ¿De qué manera
asociaré mi circunstancia a mi propio yo, o sea, a mi propia conciencia, donde
fluye pasado y futuro, si mis recuerdos son artificiosos? Si no podemos salvar
nuestra circunstancia, nuestro contexto, que efectivamente hace de nosotros lo
que efectivamente somos, puesto que nuestro ser anclado en el mundo, entonces,
difícilmente tendríamos referencias de nuestro yo. Yo soy yo en la medida que me
percibo temporal, vale decir, en la medida que percibo en mi conciencia la
fluctuación permanente del tiempo a través de sus dimensiones fundamentales,
pasado, presente y futuro. El presente me sitúa en un contexto, en una situación y,
además, me pone en una circunstancia concreta, pero como el presente no existe
de hecho, puesto que su esencia es desvanecerse en un titubeo, por lo tanto, la
conciencia siempre recaba recuerdos del pasado. Lo que recordamos en el
presente, de hecho, no lo recordamos en el presente, sino nuestro acto de recordar
busca y obtiene recuerdo de la memoria, sea esta inmediata o inmediatamente, en
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otras palabras, las vivencias actuales fugazmente pasan a la memoria y, como es
obvio, ya pertenecen al pasado. Todo recuerdo emerge del pasado; porque el acto
mismo de recordar está dominado por la fuerza del pasado, es decir, el presente
siempre está bajo la fuerza del cambio, del no más, del devenir. Y, por eso, tanto
el presente como el pasado cumplen estas funciones y, además, cobran sentidos
a partir del futuro, que proporciona la condición misma de las vivencias,
experiencias y, por ende, del mismo ser. He aquí la gran magia del tiempo, que no
solo permite situarnos o estar en una circunstancia, como dice Ortega y Gasset,
sino también nos conecta intrínsecamente con nuestro yo, o sea, con nuestra
condición humana, que absolutamente no puede eludir su responsabilidad
histórica, la que es inherente a su auténtica conciencia del tiempo.
Esta posibilidad del injerto de memoria artificial, ante la cual se hallaría el
hombre contemporáneo, derrumbaría paradigmas troncales, sobre los cuales se
cimentan nuestra cosmovisión cultural, científica y filosófica, sobre todo, nuestra
potencialidad de autosuperación permanente, pero, obviamente sin rebasar
límites naturales. ¿Sobre qué base se reconstruiría la psicología? ¿Sobre qué
recuerdo se apoyaría el psicoanálisis? ¿Cuál sería el objeto propiamente de la
historia? ¿Seguiría siendo los hechos emergidos de la libertad del hombre?
¡Libertad! ¿Cuál libertad? ¿Cómo concebiríamos una libertad que emerja de una
memoria hibrida (propia y artificiosa)? ¿De qué forma se conviviría en una
sociedad, donde convive simultáneamente ilusión y realidad? ¿Qué tipo de hombre
formaría esta situación? ¿Cuál sería la posición ética en una sociedad, donde la
identidad del ser humano quede oscura u opacada? ¿Si el presente oscila entre la
ambigüedad de lo real y de lo artificioso, entonces, cómo se rescataría el tiempo
en cuanto condición de posibilidad del futuro y, por ende, del pasado? ¿Cuál sería
el sentido de la existencia humana?
Los recuerdos anclados en la memoria, cuyas fuentes están garantizadas
por vivencias y experiencias profundas, son constitutivos y necesarios del hombre;
sin ellos, el hombre no solo perdería de vista su horizonte existencial, sino también
perdería un elemento esencial de su ser. Y si esto fuera así: ¿Seguiría siendo
humano el hombre? ¿No se instalaría la duda de su propia condición de ser?
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Necesidad y utilidad del olvido
Nietzsche
8
aborda la temática de los recuerdos en varias partes de su obra,
ya que considera una dimensión esencial de la existencia humana, aunque
nosotros solamente traeremos a colocación algunos puntos sustantivos de su
pensamiento sobre nuestra cuestión. Él nos ayudará, eso esperamos, a entender
tanto la utilidad como la función de los recuerdos en nuestra vida; por eso,
consideramos relevante presentar su posición como contraste de aquellas
analizadas arriba a los efectos de reafirmar la necesidad de mantener intacto el
mecanismo natural de la estructura neurobiológica del ser humano y así salvar su
conciencia, quinta esencia de su ser; y, al mismo tiempo, reasumir invariable el don
del tiempo, el que nos conserva abierto, incierto, inseguro y asimismo contento,
dichoso y con aspiraciones de mejorar, o dicho en palabras de Nietzsche humano,
demasiado humano (Menschliches, Allzumenschliches
9
). En este sentido traemos
a colación una idea sumamente relevante de Nietzsche (1887/2003), quien dice
así: “Criar un animal al que le sea lícito prometer
10
¿no es precisamente esta la
paradójica tarea misma que la naturaleza se ha impuesto con respecto al hombre?
¿No es este el problema fundamental del hombre?” (p. 97).
El animal (Thier) que debe ser criado es el hombre, aquí Nietzsche siguiendo
la definición filosófica tradicional asume la condición del hombre dentro del
género animal, sin embargo, el hombre es único en su especie y, por consecuencia,
sui generis, porque es el único que efectivamente puede ser criado (heranzüchten).
Esta es un verbo separable, en alemán es muy común, heran, que es un prefijo, que
8
Nietzsche nació en 1844 y murió en 1900. Fue un filósofo controvertido, puesto que instaló un debate
abierto sobre el pensamiento filosófico, sobre la modernidad, sobre la cristiandad y, sobre todo, sobre la
moral del hombre moderno. Es popular una de sus frases: “Dios ha muerto, ¡Dios permanece muerto! ¡y
nosotros lo hemos matado!”. Si bien, los historiadores del pensamiento filosófico encuentran dificultades de
encajar su modo de pensar dentro de un sistema filosófico, sin embargo, sus pensamientos se constituyeron
fuente de inspiración en filósofos contemporáneos. Su vitalismo, por ejemplo, inspiró el concepto de élan
vital de Bergson; y su posición abierta de la vida influyó en los filósofos existencialistas; su crítica a la
filosofía tradicional y a los valores instalados en el mundo occidental de índole cristiana alimentaron el
nihilismo y la postmodernidad del siglo XX. Sus obras capitales son Así habla Zaratustra, Más allá del bien
y del mal, la Genealogía de la moral, el Anticristo, etc. Su hermana, Elizabeth Nietzsche, junto a su esposo
Bernhard Förster fundaron en la segunda mitad del siglo XIX una colonia de alemanes de raza pura, o sea,
aria, en el norte de Paraguay, que lleva el nombre Nueva Germania. Bernhard se suicidó en 1889 y Elizabeth
volvió a Alemania en 1893.
9
De hecho, estas palabras corresponden a una obra de Nietzsche que se titula así.
10
Ein Thier heranzüchten, das versprechen darf ist das nicht gerade jene paradoxe Aufgabe selbst, welche
sich die Natur in Hinsicht auf den Menschen gestellt hat? Ist es nicht das eigentliche Problem vom Menschen?
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da a entender un proceso, un movimiento de aproximación, o en este caso, de
crecimiento, mientras que züchten significa criar, pero también cultivar,
educar/formar. Junto al hombre cualquier animal puede ser criado y puede
alcanzar a desarrollar su propia capacidad natural, pero el hombre requiere algo
más que el mero criar, o sea, lo que implica alimentar y proteger de adversidades
climáticas. Nietzsche nos dice que el hombre en cuanto un animal excepcional
necesita también de prepararle para el cultivo de sí, vale decir, de educarse, ya que
tiene la predisposición natural de la educabilidad. En este sentido, el termino
heranzüchten cobra plena significación, ya que incluye los atributos esenciales que
sirven al hombre para ser tal y así hacer honor a su condición especifica: un ser
viviente que posee habla (lenguaje) y, por consiguiente, una iluminación especial
que le orienta efectiva y eficazmente en el mundo. Solo el hombre es educable,
facultad que diferencia radicalmente al hombre de otros animales, por eso
sentencia Nietzsche “al que le sea lícito prometer” (das versprechen darf).
Nietzsche usa el verbo en tiempo presente del indicativo (darf) y no el tiempo
subjuntivo como sugiere el traductor, por lo tanto, quizá, resultaría más acertado
traducirla como, lo que posee la facultad de prometer”. No obstante, lo importante
aquí es que el hombre, un ser iluminado, tiene la posibilidad de prometer. Nuestro
interés particular se centra justamente en este infinitivo: prometer (versprechen).
¿Qué implica prometer? ¡El hombre es el único ser viviente que tiene la potestad
de prometer cosas!
Esta capacidad, por un lado, está exclusivamente ligada al tiempo, es decir,
sin presuponer el tiempo no se puede realizar promesa alguna. Por otro lado, está
enteramente relacionada con su facultad iluminativa, ya que solo él es capaz de
intuir, meditar, reflexionar, pensar y razonar. La naturaleza le regaló al hombre
estas facultades, las que le coloca en una situación privilegiada y de excelencia
ante los demás seres vivos.
La posibilidad de hacer promesa refiere directamente a una proyección, o
sea, a un futuro, que se dona desde la oscuridad como abertura y posibilidad.
Asimismo, la facultad de realizar promesa, implica necesariamente recabarse o
volverse hacia el pasado, por lo tanto, la promesa solo tiene sentido a partir de los
recuerdos. La conciencia del tiempo es fundamental en esta cuestión, porque la
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conciencia, que permite la actualidad de hechos y vivencias, incluido la percepción
interna del presente, se constituye una vez más como fuente del flujo constante
de las vivencias que hace aparecer el pasado como recuerdos en la memoria, y, a
partir de ahí, surge la posibilidad de la promesa, y consecuencia, del futuro.
Nietzsche como pudimos notar, nos ayuda a recuperar la constitución de la
conciencia del tiempo, donde fluye incesantemente el pasado y futuro. Y esta
facultad de prometer, que es inherente al hombre, es simplemente excepcional,
por eso, Nietzsche sostiene con relación a esta asombrosa condición que es “el
problema fundamental del hombre” (das eigentliche Problem vom Menschen). Este
problema fundamental hace alusión al hombre en cuanto tal, ya que este no solo
es capaz de prometer, sino también tiene conciencia del tiempo, en el que
descubre su admirable existencia y, además, percibe en como un gran
problema. Lo que en el fondo Nietzsche busca transmitirnos es que la existencia
es un problema para el hombre, este es el único animal problemático, en este
sentido ningún otro de su género lo aventaja.
Si la capacidad de hacer promesa está vinculada con el futuro, entonces la
de cumplir esa promesa está ligada al pasado, o sea, con los recuerdos. Aquí
surge un problema, según nuestro filósofo, ya que cualquier recuerdo es propenso
al olvido. El olvido es, por un lado, una amenaza a la promesa, ya que con
frecuencia olvidamos cumplir las promesas hechas. Por otro lado, el olvido ejerce
un efecto positivo en el hombre, ya que vacía el cúmulo de vivencias y experiencias
en la memoria. “El olvido no es una mera vis inertiae, como creen los superficiales;
antes bien, es una facultad de inhibición activa, una facultad positiva en el más
estricto sentido” (p. 97). La memoria no solo se encarga de diluir paulatinamente
recuerdos irrelevantes, sino también debilita o mengua los insignificantes hasta
borrarlos definitivamente. Y todo esto es un proceso constitutivo de la misma
naturaleza del hombre, donde están implicados órganos sensoriales,
neurobiológicos, facultades espirituales como la conciencia, vivencias,
experiencias y, sobre todo, el tiempo, que es fundamental, donde se conjugan sus
dimensiones básicas: pasado, presente y futuro. Lo importante es rescatar esta
sugestiva idea de Nietzsche que el olvido cumple una función de inhibición activa
y, por lo tanto, esta función es indiscutiblemente positiva en la vida del hombre.
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¿Qué haríamos de tantos recuerdos que surgen de nuestras vivencias actuales o,
como nos indica Nietzsche, de “ese proceso de mil caras…”, que configuran los
recuerdos y se depositan incesantemente en la memoria? Como mínimo nos
pareceríamos, así como nos dice, Nietzsche a un dispéptico, o sea, a una persona
que tiene problemas para evacuar normalmente lo que consume: “El hombre en
quien resulta dañado y deja de funcionar este aparato inhibidor -olvido-, es
comparable a un dispéptico […] -quien- se vuelve incapaz de «despachar» nada [...]”
(p. 98). Esta situación como mínimo resultaría incomoda y preocupante, o, tal vez,
asimilaría bastante a la de Funes el memorioso. ¿Cómo podría el hombre lidiar en
su vida cotidiana con un torrente impetuoso de recuerdos? Nietzsche (1874/2004)
responde como sigue:
Imaginemos el caso extremo de un hombre que careciera de la facultad del
olvido y estuviera condenado a ver en todo un devenir: un hombre
semejante no creería en su propia existencia, no creería en sí, vería todo
disolverse en una multitud de puntos móviles, perdería pie en ese fluir del
devenir
11
. (p. 38)
Este hombre simplemente estaría abrumado por sus recuerdos y no podría
desarrollar su facultad de expectación y, por lo tanto, carecería de la posibilidad
de prometer. Tal vez, aquí es donde apreciamos con mayor énfasis la utilidad del
olvido. Al respecto Nietzsche (1887/2003) utiliza comparaciones interesantes
para enfatizar la necesidad del olvido. Habla, por ejemplo, que es necesario “cerrar
por un tiempo las puertas y ventanas de la conciencia” (p. 97); con esta frase nos
invita, por un lado, discernir y determinar aquellos recuerdos más significativos
con el fin de disfrutar nuevamente de ellos y, por otro lado, entender las razones
de los malos recuerdos para atenuar sus efectos negativos. No cabe duda, que
indefectiblemente es necesario y saludable “un poco de silencio, un poco de tabula
rasa de la conciencia, a fin de dejar otra vez espacio para lo nuevo” (98). Este
silencio es una especie de purificación de la conciencia, donde se deja caer la
plétora de los recuerdos con el fin de mantener solo lo necesario, de alivianar a la
11
Tal vez, Jorge Luis Borges conoció esta visión nietzscheana de la necesidad del olvido y, además, es muy
probable que haya encontrado inspiración en este apartado de la Genealogía de la Moral de Nietzsche para
escribir su cuento Funes el memorioso; no obstante, queda abierta la cuestión.
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conciencia de los pesados fardos de los recuerdos, o serenar esos torrentes
impetuosos, que desequilibran todo a su paso.
El olvido es la condición de posibilidad de la libertad, de la proyección y la
autorrealización. El olvido también es un signo de la insondabilidad del tiempo,
que con su necesario paso toca la conciencia, pero únicamente con el fin de
desaparecer nuevamente en la infinitud de su ser. Sin esta facultad inhibidora la
existencia simplemente no sería la de un ser humano como ya señalamos más
arriba, porque el olvido, así como nos expresa Nietzsche es como “un guardián, un
garante del orden anímico, de la calma, de la etiquette (98). El olvido no solo
asegura el orden interno, el equilibrio emocional y, sobre todo, la serenidad
psicológica y espiritual, sino también es una condición de posibilidad que nos
dispone a un inúmero de vivencias agridulces, pero fundamentalmente a la
“felicidad, alegría, esperanza, orgullo” (p. 98) y nos dispone primordialmente a la
patencia del momento que se nos da como presente.
La capacidad de prometer que le es inherente al hombre y manifiesta la
expectación en el futuro, está también estrechamente vinculado con su facultad
de recordar y, por ende, también de olvidar. Si la capacidad de la promesa es como
el espolón, que, si bien históricamente era una poderosa arma bélica, sin embargo,
tenía también la función de abrir las olas del mar para facilitar el avance y, sobre
todo, dar orientación al barco, entonces indudablemente todo el barco se refiere
al recuerdo; en otros términos, esta comparación nos indica la magia del tiempo
que subyace como fundamento del pasado y del futuro, vale decir, el tiempo es
ahí como el eje central del péndulo que sostienen sus extremas oscilaciones entre
el pasado y futuro. Estas dimensiones temporales hacen que el hombre sea, según
nuestro filósofo, un animal histórico, porque es pasible de olvidar su promesa,
mientras que los otros animales son simplemente no-históricos, porque son
incapaces de prometer.
Conclusión
La memoria, que es el soporte ontológico de los recuerdos, reside, según
los psicólogos, en las neuronas y producen los recuerdos a partir de una sinapsis,
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o sea, a partir de conexiones químicas neuronales y, según los neurobiólogos, en
las células como nos propone el mecanismo epigenético de Glanzman. La postura,
por una parte, de un posible daño físico-psicológico de la memoria y, por ende, de
los recuerdos bajo ningún sentido podría beneficiar al ser humano como tal, ya
que implicaría claramente algún tipo de manipulación neurobiológica. Y esto
obviamente pondría en cuestión la misma naturaleza del ser humano. Por otra
parte, la posición científica acerca del mecanismo epigenético crearía una
tremenda confusión de identidad del hombre, quien podría vivir en una situación
de completa incertidumbre. No obstante, estas posturas, la memoria, según los
filósofos, además de preservar la condición natural del ser humano, pues, enfatiza
la condición espiritual de la memoria, ya que está ligada a la conciencia; y esta es
puramente de naturaleza metafísica. La conciencia, que no se asienta sobre lo
neuronal, sin embargo, cohabita con el cuerpo humano, coexiste con el espíritu,
fuente primigenia de toda acción humana, sea esta pragmática o especulativa. El
espíritu es la fuerza o impulso que anima la vida, es, a su vez, el movimiento del
flujo de conciencia que permite percibir el presente como pasado y esta como
futuro. La conciencia no solo es la fuente de la memoria y, por consecuencia, de
los recuerdos, sino también la sede de la percepción del fundamento por
excelencia de la existencia: el tiempo.
La memoria está anclada en la conciencia, la que se constituye como
soporte ontológico de índole metafísica de los recuerdos. Es más, la conciencia
no es solo fuente de los recuerdos, sino también la quinta esencia del hombre.
Tanto lo uno como lo otro nos induce a concluir que la donación del tiempo la
recibimos en la interioridad, en el sagrario de la conciencia, en la profundidad de
nuestro ser.
La memoria, base de los recuerdos, flujo de la corriente de pasado y futuro,
manifiesta fehacientemente la subjetividad del tiempo.
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