
Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 110
https://doi.org/10.69639/arandu.v12i3.1277
Inflamación orbitaria: perspectiva radio-oftalmológica con
MRI-DWI para aislar la señal diagnóstica del ruido
inespecífico
Orbital Inflammation: a Radio-Ophthalmologic MRI-DWI Perspective for Isolating
Diagnostic Signal from Background Noise
Diana Marcela Hernández Muñoz
dianitamh117@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-9923-5840
Universidad Industrial de Santander
Bucaramanga – Colombia
Andrea Estefanía Pardo Heredia
ANDREA.PARDO@correo.uis.edu.co
https://orcid.org/0009-0005-0475-0380
Universidad Industrial de Santander
Bucaramanga – Colombia
María Juliana Ruiz Aguado
julianaruiz19@outlook.com
https://orcid.org/0009-0002-2791-776X
Universidad del Sinú
Cartagena – Colombia
Leonardo Andrés Bustos López
leonardobustos19@outlook.com
https://orcid.org/0009-0006-4570-672X
Universidad De Cartagena
Cartagena – Colombia
Keidy Viviana Sánchez Reyes
keidy2830@gmail.com
https://orcid.org/0009-0000-7293-4273
Universidad de Pamplona
Pamplona- Norte de Santander
Artículo recibido: 18 junio 2025 - Aceptado para publicación: 28 julio 2025
Conflictos de intereses: Ninguno que declarar.
RESUMEN
La inflamación orbitaria engloba un espectro de entidades entre ellas el seudotumor orbitario
idiopático que cursan con proptosis, dolor ocular, edema palpebral y déficit visual. Su
solapamiento clínico-radiológico con procesos neoplásicos, como el linfoma orbitario, y con
infecciones motiva biopsias invasivas frecuentes. La evidencia indica que integrar la resonancia
magnética, en especial la difusión (DWI), con los hallazgos clínicos ofrece una vía no invasiva
fiable para el diagnóstico diferencial¹. Las lesiones inflamatorias benignas muestran difusión
menos restringida y coeficiente aparente de difusión (ADC) más alto que los linfomas,
caracterizados por alta celularidad y ADC bajo. Umbrales de 0,8–0,9 × 10⁻³ mm²/s alcanzan

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sensibilidades y especificidades superiores al 95 % para diferenciar seudotumor de linfoma³⁻⁴. La
RM convencional refuerza la discriminación: realce difuso intenso y compromiso de grasa
orbitaria o senos paranasales orientan a inflamación idiopática o infecciosa, mientras que
márgenes bien definidos y extensión preseptal son más frecuentes en linfomas². Clínicamente, el
seudotumor suele debutar súbitamente con dolor intenso, a diferencia del linfoma, que provoca
proptosis indolora y progresiva⁵. Pese a la heterogeneidad de criterios y técnicas, la combinación
de datos clínicos y parámetros de DWI mejora la precisión diagnóstica y permite evitar biopsias
en cuadros típicos, reservándolas para presentaciones atípicas o refractarias mediante un juicio
radiológico-oftalmológico individualizado.
Palabras clave: seudotumor orbitario, enfermedades orbitales, imagen por resonancia
magnética, imagen de difusión por resonancia magnética, biopsia
ABSTRACT
Orbital inflammation encompasses a spectrum of entities—including idiopathic orbital
inflammatory pseudotumor—that commonly manifest with proptosis, ocular pain, eyelid edema
and visual impairment. Clinical-radiologic overlap with neoplastic conditions such as orbital
lymphoma and with infectious processes frequently prompts invasive orbital biopsy. Evidence
indicates that integrating magnetic resonance imaging, particularly diffusion-weighted imaging
(DWI), with clinical findings furnishes a reliable non-invasive diagnostic pathway¹. Benign
inflammatory lesions exhibit less restricted diffusion and higher apparent diffusion coefficient
(ADC) values than highly cellular malignant lesions like lymphoma. ADC thresholds of 0.8–0.9
× 10⁻³ mm²/s yield sensitivities and specificities exceeding 95 % for discriminating pseudotumor
from lymphoma³⁻⁴. Conventional MRI further refines differentiation: intense diffuse
enhancement and involvement of orbital fat or paranasal sinuses favour idiopathic or infectious
inflammation, whereas well-defined margins and pre-septal extension are more typical of
lymphoma². Clinically, idiopathic pseudotumor usually presents with acute or subacute painful
onset, whereas lymphoma characteristically produces painless, insidious proptosis⁵. Although
heterogeneity in diagnostic criteria and MRI protocols persists, the combined clinico-radiologic
approach improves diagnostic accuracy and may obviate biopsy in classic non-neoplastic
presentations. Advanced MRI—including DWI—thus enables reliable distinction of many
idiopathic orbital inflammations from neoplastic lesions, reserving biopsy for atypical or
refractory cases under individualized clinico-radiological judgement
Keywords: orbital pseudotumor, orbital diseases, magnetic resonance imaging, diffusion
magnetic resonance imaging, biopsy
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INTRODUCCIÓN
La inflamación orbitaria idiopática se define como un proceso inflamatorio no infeccioso
de causa no identificada que afecta el contenido orbitario (músculos extraoculares, glándula
lagrimal, grasa orbitaria, nervio óptico y tejidos perioculares) en ausencia de neoplasia. También
es conocida como seudotumor orbitario dado que clínicamente simula un tumor orbitario pese a
su naturaleza inflamatoria benigna. Es la tercera patología orbitaria más frecuente en adultos,
después de la orbitopatía tiroidea (enfermedad de Graves) y las lesiones linfoproliferativas
(especialmente linfomas). Estudios epidemiológicos señalan que constituye ~11 – 27 % de los
tumores orbitarios primarios evaluados en grandes centros de referencia; por ejemplo, en una serie
del Wills Eye Hospital fue 11 % (21) y en otra de Asia ~23 % (21).La presentación clínica es muy
heterogénea: puede ser aguda, subaguda o crónica, típicamente unilateral (aunque hasta 8 – 20 %
de los casos pueden ser bilaterales). Los signos y síntomas más comunes incluyen dolor orbitario,
edema palpebral, proptosis (protrusión del globo ocular), oftalmoplejía con diplopía, eritema
periorbitario e incluso disminución de agudeza visual en casos graves (22,24). Esta variabilidad
clínica, sumada a la ausencia de marcadores de laboratorio específicos, dificulta el diagnóstico.
Históricamente, la confirmación diagnóstica se ha basado en la biopsia orbitaria —el diagnóstico
de IOI es de exclusión—, pero la biopsia conlleva riesgos (lesión de estructuras neurovasculares,
morbilidad quirúrgica) y no siempre es factible cuando la lesión se localiza en el ápice orbitario
u otra zona de difícil acceso (1,19,25). La principal preocupación ante un cuadro inflamatorio
orbitario es descartar procesos que puedan simularlo, como neoplasias orbitarias (p. ej., linfoma
orbitario, el tumor maligno más común de la órbita) o infecciones orbitarias (p. ej., celulitis
orbitaria o abscesos). Estas entidades pueden presentarse con signos similares —proptosis,
edema, oftalmoplejía— pero su manejo difiere radicalmente: las inflamaciones idiopáticas suelen
responder dramáticamente a corticosteroides sistémicos, mientras que los linfomas requieren
terapia oncológica específica y las infecciones orbitarias demandan antibióticos o drenaje
quirúrgico urgente (2,3,7,23). Dada la superposición de manifestaciones, con frecuencia se
recurre a la biopsia para un diagnóstico definitivo; sin embargo, incluso la histopatología puede
ser poco concluyente: en la inflamación orbitaria linfocítica difusa la infiltración de linfocitos
puede ser indistinguible de un linfoma de bajo grado en cortes histológicos (3,20). Estas
circunstancias han motivado la búsqueda de criterios clínicos y radiológicos que permitan
distinguir de forma no invasiva la inflamación idiopática de otras entidades, reduciendo la
necesidad de biopsias “preventivas”. En las últimas décadas, la imagen por resonancia magnética
(RM) se ha convertido en la modalidad de elección para evaluar patología orbitaria por su
excelente contraste de tejidos blandos y capacidad multiplanar (1,14). La RM orbitaria
convencional incluye secuencias en T1, T2 (con supresión grasa) y estudios con gadolinio,
aportando detalle sobre la localización, extensión y características del proceso (p. ej., intensidad

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de señal, patrón de realce) (1). Sin embargo, las características morfológicas en RM a veces no
son lo suficientemente específicas: por ejemplo, un seudotumor inflamatorio y un linfoma pueden
ambos presentarse como masas isointensas en T1, hipointensas en T2 y con captación homogénea
de contraste (1,5). Ante estas limitaciones, se han incorporado técnicas avanzadas, destacando la
RM ponderada en difusión (DWI) con cálculo del coeficiente aparente de difusión (ADC). La
DWI mide el movimiento microscópico del agua en tejidos; en lesiones altamente celulares o con
abundantes membranas (como muchos tumores malignos) el movimiento del agua se restringe,
resultando en señal hiperintensa en DWI y valores ADC bajos (2). Por el contrario, en lesiones
inflamatorias con edema y menor densidad celular, el agua difunde más libremente, generando
señal relativamente hipointensa en DWI y ADC altos (2,4). La evidencia indica que integrar la
RM, en especial la difusión, con los hallazgos clínicos ofrece una vía no invasiva fiable para el
diagnóstico diferencial (1,14). Las lesiones inflamatorias benignas muestran difusión menos
restringida y ADC más alto que los linfomas, caracterizados por alta celularidad y ADC bajo.
Umbrales de 0,8 – 0,9 × 10⁻³ mm²/s alcanzan sensibilidades y especificidades superiores al 95 %
para diferenciar seudotumor de linfoma (3,4). La RM convencional refuerza la discriminación:
realce difuso intenso y compromiso de grasa orbitaria o senos paranasales orientan a inflamación
idiopática o infecciosa, mientras que márgenes bien definidos y extensión preseptal son más
frecuentes en linfomas (2,5,10). Clínicamente, el seudotumor suele debutar súbitamente con dolor
intenso, a diferencia del linfoma, que provoca proptosis indolora y progresiva (5). Pese a la
heterogeneidad de criterios y técnicas, la combinación de datos clínicos y parámetros de DWI
mejora la precisión diagnóstica y permite evitar biopsias en cuadros típicos, reservándolas para
presentaciones atípicas o refractarias mediante un juicio radiológico-oftalmológico
individualizado (6,8,14,23). Bajo esta perspectiva, la presente revisión explora el rol de la imagen
especialmente la RM con difusión en el contexto de la inflamación orbitaria, analizando la
evidencia disponible para discernir la “señal” diagnóstica frente al “ruido” inespecífico (12,18).
Se evalúa cómo la estrecha correlación entre hallazgos radiológicos y manifestaciones clínicas
puede guiar la toma de decisiones, evitando procedimientos invasivos cuando la probabilidad de
un proceso benigno es alta. Asimismo, se discuten las limitaciones de la literatura, la
heterogeneidad entre estudios y las consideraciones necesarias antes de traducir esta evidencia a
la práctica clínica rutinaria (9,14,19).
MATERIALES Y MÉTODOS
Se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica exhaustiva siguiendo principios de revisión
narrativa estructurada. No se registró un protocolo en PROSPERO dada la naturaleza no
sistemática de la revisión, pero se tomaron medidas para garantizar la calidad de las fuentes, se
utilizaron bases de datos indexadas PubMed (Medline), Scopus y Embase. Estrategia. Se
combinaron términos MeSH/DeCS y palabras clave en español e inglés relacionados con órbita e

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imagen, por ejemplo: “orbital inflammation”, “orbital pseudotumor”, “idiopathic orbital
inflammation”, “diffusion-weighted MRI”, “órbita inflamada”, “seudotumor orbitario”,
“resonancia magnética difusión”, entre otros. Se filtraron resultados publicados para evidencia
actual, incluyendo artículos clásicos previos cuando relevantes. Criterios de selección: Se
incluyeron estudios originales (ensayos clínicos, cohortes, casos y controles) que evaluaran
hallazgos de imagen en inflamación orbitaria y su correlación con diagnóstico o histopatología,
así como revisiones, metaanálisis y series de casos significativas. Solo se consideraron
publicaciones en revistas peer-reviewed indexadas (excluyendo resúmenes de congresos y
literatura gris). Se dio preferencia a estudios con muestras >10 pacientes o revisiones de alto
impacto que compararan métodos diagnósticos (RM vs otras modalidades, distintas secuencias,
etc.). Dos revisores evaluaron títulos y resúmenes para preselección, luego texto completo de
candidatos. Se extrajeron datos relevantes sobre: características de pacientes, técnicas de imagen,
criterios radiológicos diferenciales propuestos, desempeño diagnóstico (sensibilidad,
especificidad, valores predictivos si reportados) y recomendaciones de manejo. La información
se organizó de forma narrativa y tabular para su análisis. Al no ser una revisión sistemática
estricta, no se aplicó evaluación formal de sesgo (ej. guía PRISMA) ni metaanálisis estadístico.
No obstante, se incorporan comentarios críticos sobre la calidad metodológica de los estudios en
la discusión.
RESULTADOS
Hallazgos clínicos diferenciales
Clínicamente, ciertos hallazgos orientan sobre la naturaleza inflamatoria benigna versus
otras etiologías (Tabla 1). Un dato clave es el dolor orbitario: está presente en la mayoría de casos
de inflamación orbitaria idiopática, a menudo intenso y de inicio relativamente agudo. En
contraste, procesos linfoproliferativos como el linfoma orbitario típicamente causan proptosis y
déficit de motilidad sin dolor o con dolor mínimo, con curso insidioso de semanas a meses. La
celulitis orbitaria infecciosa produce dolor agudo acompañado de fiebre y síntomas sistémicos
(p. ej., rinorrea purulenta si se origina por sinusitis), lo cual sirve como signo de alarma de posible
infección bacteriana. La orbitopatía tiroidea de Graves, por su parte, cursa crónicamente con
proptosis y alteraciones oculares pero típicamente no es dolorosa, salvo molestias por exposición
corneal; además se asocia a disfunción tiroidea manifiesta. Otro aspecto es la lateralidad: la IOI
suele ser unilateral (aunque puede volverse bilateral en recaídas), mientras que en la orbitopatía
de Graves es casi siempre bilateral (afecta ambos ojos en ~90 % de los casos) (11). El linfoma
orbitario puede comprometer un ojo o ambos (los linfomas tipo MALT son bilaterales
simultáneos o secuenciales en ~15 – 20 %) (1,10).
En cuanto a la respuesta terapéutica, la inflamación idiopática muestra mejoría dramática
con corticoterapia en cuestión de días, constituyendo casi una prueba ex juvantibus. Por el

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contrario, las lesiones neoplásicas no remiten con esteroides; una falta de respuesta o una
recurrencia pronta tras corticoides debe motivar reevaluación con biopsia para descartar linfoma
u otra neoplasia (3,8). Cabe mencionar que el uso diagnóstico de la “prueba terapéutica” es
controvertido, pues un linfoma de bajo grado podría reducirse transitoriamente con esteroides y
retrasar su identificación (3).
Tabla 1
Comparación de hallazgos clínicos y radiológicos en diferentes causas de inflamación orbitaria
Característica Pseudotumor
orbitario
idiopático
Linfoma orbitario
(MALT u otro)
Celulitis orbitaria
infecciosa
Orbitopatía tiroidea
(Graves)
Curso clínico Agudo/subagudo
(días a semanas).
Inicio relativamente
rápido.
Subagudo/crónico
(semanas a meses).
Curso lento, progresivo.
Agudo (días) con
síntomas sistémicos
(fiebre, sinusitis).
Crónico (meses a
años), asociado a
hipertiroidismo.
Dolor Intenso, frecuente –
presente en la
mayoría de casos.
Mínimo o ausente –
suele haber proptosis
indolora.
Severo, con
oftalmoplejía dolorosa;
fiebre, rinorrea
purulenta (sinusitis)(7).
Ausente – a lo sumo
sensación de presión,
no dolor franco.
Lateralidad Usualmente
unilateral (bilateral
≤20% de casos).
Puede ser unilateral o
bilateral (p. ej., linfomas
MALT hasta ~15–20%
bilaterales secuenciales).
Usualmente unilateral
(extensión desde seno
adyacente; bilateral solo
en sinusitis severa
bilateral)(1).
Típicamente bilateral
(afecta ambos ojos en
~90%)(11).
Estructuras
afectadas
Cualquier
estructura orbitaria:
- Músculos EOM
(miositis) con
tendón
comprometido.
- Glándula lagrimal
(dacrioadenitis)
difusamente
aumentada.
- Grasa orbitaria
difusa ± ápice,
nervio óptico
(perineuritis).
Suelen presentarse como
masas discretas:
- Frecuentes en glándula
lagrimal (linfomas
MALT) o espacio
adiposo orbitario.
- Moldean estructuras
adyacentes sin infiltrar
difusamente(1).
- Tendones EOM
usualmente respetados.
Difuso en tejidos
blandos orbitarios:
- Grasa orbitaria con
estriación inflamatoria
difusa(1).
- Párpados con edema
preseptal marcado.
- Pueden formarse
abscesos subperiósticos
(medial) o intraconales
en casos avanzados.
Principalmente
músculos EOM:
- Agrandamiento de
vientres musculares
respetando tendones
(inserciones)(11).
- Músculos inf. y med.
más afectados
(mnemonic I’M
SLOw).
- ±Engrosamiento de
grasa orbitaria
(oftalmopatía
congestiva).
Intensidad en
RM
T1 isointenso; T2
variable (puede ser
bajo si fibrosis).
T1 isointenso; T2 muy
bajo si alta celularidad
(p. ej., linfoma MALT
homogéneo
hipointenso).
T1 isointenso; T2 alto
(edema, contenido
purulento brillante).
T1 isointenso; T2
variable (músculo algo
hiperintenso por
edema, grasa orbit. a
veces edematosa).
Realce tras
contraste
Intenso,
homogéneo y
difuso
(hipervascular e
infiltrativo).
Realce moderado,
homogéneo o
ligeramente
heterogéneo; márgenes
bien definidos.
Realce difuso de tejidos;
posible realce anular en
absceso (no en celulitis
sin colección).
Realce moderado de
músculos
hipertrofiados; suele
respetar tendones
(inserciones).
Difusión
(DWI/ADC)
Difusión libre:
señal DWI baja;
ADC alto (≈1.0–
1.5×10^−3
mm^2/s).
Restricción marcada:
DWI alta; ADC bajo
(≤0.8–0.9×10^−3
mm^2/s)(3).
Absceso: DWI muy alta,
ADC muy bajo;
Celulitis sin absceso:
leve restricción difusa
posible(1).
No suele evaluarse (sin
masa definida);
músculos no muestran
restricción notable.

Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 116
Otros
hallazgos
Infiltración de
grasa orbitaria y
párpado
frecuente(1).
Respuesta a
corticoides rápida
(días).
Puede extenderse a
senos paranasales o
hueso orbitario si
avanzado (raro).
No responde a
corticoides (crecimiento
continuo).
Sinusitis adyacente casi
siempre presente(1).
Puede haber aire o nivel
hidroaéreo en senos
(TC).
Signo del tendón:
tendones EOM
indemnes (diferencia
con miositis).
Signos sistémicos de
tirotoxicosis
(oftalmopatía Graves).
Fuente: elaboración propia a partir de: (1) Pakdaman et al.; (2) Abdelgawad et al.; (3) Politi et al.; (4) Sepahdari et al.;
(5) Gaillard et al. – IOI; (6) Fang et al.; (7) Radiopaedia “Orbital cellulitis”; (8) Mombaerts et al.; (9) Ren et al.;
(10) Gaillard et al. – “Orbital lymphoma”; (11) Gaillard et al. – “Thyroid-associated orbitopathy
Como se observa, el seudotumor orbitario idiopático tiende a ser doloroso, unilateral y
difuso en imagen, con realce intenso y baja restricción en DWI (ADC altos)(1). En cambio, el
linfoma orbitario suele ser indoloro, de curso insidioso, frecuentemente bien delimitado en
imagen y con clara restricción difusional (ADC marcadamente reducido)(1). La celulitis orbitaria
se distingue por los signos infecciosos (fiebre, sinusitis) y a menudo formación de abscesos con
realce anular y fuerte restricción en DWI. Finalmente, la orbitopatía tiroidea presenta rasgos
peculiares (compromiso muscular bilateral sin dolor, con tendones indemnes) que la diferencian
netamente de la miositis idiopática. Estos criterios, combinados, sustentan la toma de decisiones
diagnósticas en la práctica.
Aporte de la secuencia de difusión (DWI) y valores ADC
La introducción de la imagen por difusión (DWI) en protocolos de órbita ha supuesto un
cambio importante en la evaluación de las masas orbitarias. Varios estudios han demostrado que
la cuantificación mediante valores ADC puede discriminar lesiones benignas vs malignas con alta
exactitud (4)(12). En particular, las series enfocadas en diferenciar seudotumor
inflamatorio vs linfoma orbitario reportan consistentemente que los linfomas exhiben ADC
significativamente menores que los seudotumores (2)(14). Esto se atribuye a la alta densidad
celular de los linfomas (especialmente linfomas B tipo MALT, comunes en órbita) que restringe
el movimiento del agua extracelular (2). Por el contrario, en la inflamación idiopática predomina
el edema y una matriz laxa, permitiendo mayor difusión del agua (6). Un estudio
clínico-radiológico emblemático (Sepahdari et al., 2015) recopiló datos de múltiples centros y
propuso un modelo con dos umbrales de ADC para clasificar lesiones orbitarias (4). Encontraron
que un ADC < 0,92 × 10^−3 mm²/s identificaba linfomas con 100 % de sensibilidad y
especificidad, mientras que valores por encima de ~1,3 × 10^−3 correspondían a lesiones
benignas (pseudotumor, hemangiomas, etc.) (4). Valores intermedios se consideraban
indeterminados; aunque “100 %” sugiere separación absoluta, en la práctica existen
solapamientos poco frecuentes (4)(22). Por ejemplo, casos de seudotumor fibroscleroso crónico
pueden tener ADC algo bajos por fibrosis densa (25), o ciertos linfomas atípicos presentar ADC
más altos de lo esperado. De hecho, Politi et al. (2010) reportaron un umbral óptimo menor
(0,775 × 10^−3) con sensibilidad 96 % y especificidad 93 %, reconociendo cierto traslape (3). No
obstante, en la gran mayoría de pacientes los ADC de linfomas y pseudotumores no se

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traslapaban, reforzando la utilidad clínica de la difusión (6)(19). Un estudio reciente de
Abdelgawad et al. (2022) con 53 pacientes (32 pseudotumores, 21 linfomas) confirma estos
hallazgos: el ADC medio de los linfomas fue significativamente menor que el de los
pseudotumores, logrando una sensibilidad del 100 % y especificidad del 99 % al usar un punto de
corte óptimo, con una precisión global del 90,5 % (2).
Además, este estudio correlacionó características morfológicas: observó que un borde
tumoral mal definido y la afectación del espacio preseptal orbitario se asociaron inesperadamente
al linfoma, mientras que un realce post-contraste muy intenso de la lesión y la evidencia de
sinusitis concomitante se asociaron al pseudotumor (2)(7). Este hallazgo es interesante pues
tradicionalmente se presumiría lo opuesto (que el linfoma tendría bordes bien delimitados) (10);
posiblemente en esa serie algunos linfomas mostraban patrón infiltrativo difuso. En cualquier
caso, refuerza que combinar la difusión con la evaluación morfológica multiparámetro mejora la
exactitud diagnóstica (8).
La Figura 1 a continuación ejemplifica la utilidad de la DWI: se comparan imágenes de un
linfoma de glándula lagrimal vs una dacrioadenitis inflamatoria. En DWI el linfoma aparece
brillante (señal alta por restricción), mientras el seudotumor se ve relativamente oscuro; en los
mapas ADC ocurre lo inverso (linfoma hipointenso por ADC bajo, pseudotumor hiperintenso por
ADC alto)(1).
Figura 1
Comparación de imágenes por difusión (DWI) entre linfoma y seudotumor orbitarios
Tomado de: Pakdaman MN, Sepahdari AR, Elkhamary SM. Orbital inflammatory disease: pictorial review and
differential diagnosis. World J Radiol. 2014;6(4):106-115. doi:10.4329/wjr.v6.i4.106(1).
A: DWI axial en paciente con linfoma lagrimal izquierdo muestra señal intensamente
brillante en la región de la glándula (flecha), indicando restricción difusional marcada por alta
celularidad. B: Mapa ADC correspondiente revela el área oscura (flecha) en la glándula lagrimal

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izquierda, confirmando un ADC bajo. C: DWI axial en paciente con dacrioadenitis inflamatoria
derecha: la glándula afectada exhibe señal relativamente hipointensa (flecha), compatible con
difusión relativamente libre. D: Mapa ADC en el mismo caso muestra la glándula lagrimal con
señal clara/blanca (flecha), reflejando un ADC elevado (similar al parénquima cerebral normal).
Estos hallazgos concuerdan con restricción marcada en linfoma vs mínima en seudotumor.
Es importante destacar que, si bien el valor de ADC promedio aporta gran información, su
obtención puede variar según la técnica de medición (ROIs manuales vs volumétricos) y la
heterogeneidad intralesional. Investigaciones recientes exploran métodos más avanzados como el
análisis de histogramas de ADC que capturan la distribución completa de valores de difusión;
Ren et al. demostraron que percentiles bajos (ADC₁₀) mejoran la diferenciación
linfoma vs pseudotumor (9)(23). Además de distinguir inflamación idiopática de linfoma, la DWI
puede ser útil en otros contextos orbitarios: abscesos muestran restricción difusa (ADC muy
bajo) (1); metástasis orbitarias suelen restringir, mientras que hemangiomas cavernosos
presentan ADC altos y malformaciones venosas trombosadas pueden mostrar restricción
heterogénea (5)(18). Estudios de perfusión sin contraste (arterial spin labelling) han mostrado
valor adicional al combinarse con ADC para incrementar la precisión diagnóstica (12). Incluso se
ha explorado la inmuno-PET con ^89Zr-rituximab para detectar infiltraciones linfoides orbitarias
con alta especificidad (13). En síntesis, la evidencia actual demuestra que la secuencia de difusión
incrementa sustancialmente la confianza diagnóstica en la evaluación de inflamaciones orbitarias.
Un ADC bajo (< ~0,8–0,9 × 10^−3 mm²/s) apoya fuertemente la presencia de un linfoma orbitario
u otro proceso maligno, indicando la necesidad de biopsia (14). Por el contrario, un ADC alto
(> ~1,2 × 10^−3) junto con hallazgos morfológicos típicos y clínica concordante sugiere un
seudotumor idiopático susceptible de manejo médico inicial, reservando la biopsia ante falta de
respuesta (20)(24). Naturalmente, estos umbrales deben interpretarse en el contexto de cada
paciente y con cautela, pues factores técnicos (campo 1.5 T vs 3 T, artefactos de susceptibilidad)
pueden influir en los valores absolutos de ADC entre distintos centros (4)(15)(16)(17). Además
de distinguir inflamación idiopática de linfoma, la DWI puede ser útil en otros contextos
orbitarios. Por ejemplo, en abscesos orbitarios la restricción difusa (ADC muy bajo) ayuda a
confirmarlos y delimitar su extensión para drenaje(1). En metástasis orbitarias (otro diferencial),
típicamente también se observa restricción (muchas metástasis son altamente celulares)(5). En
cambio, lesiones vasculares benignas (hemangiomas cavernosos) suelen tener ADC altos
(predominio de componente líquido)(6), y malformaciones venosas con trombos pueden mostrar
algo de restricción en las áreas trombóticas pero de forma heterogénea(7). Así, la DWI contribuye
al diagnóstico diferencial general de masas orbitarias más allá de la dicotomía
inflamación vs tumor, aunque este es su principal aporte en nuestro tema(8). En síntesis, la
evidencia actual demuestra que la secuencia de difusión incrementa sustancialmente la confianza
diagnóstica en la evaluación de inflamaciones orbitarias. Un ADC bajo (< ~0,8–

Vol. 12/ Núm. 3 2025 pág. 119
0,9 × 10^−3 mm^2/s) apoya fuertemente la presencia de un linfoma orbitario u otro proceso
maligno, indicando la necesidad de biopsia urgente y manejo oncológico(1)(9). Por el contrario,
un ADC alto (> ~1,2 × 10^−3) junto con hallazgos morfológicos típicos y clínica concordante
sugiere un seudotumor idiopático, en cuyo caso podría iniciarse tratamiento con corticoides y
observación, reservando la biopsia si no responde o aparecen datos atípicos(10). Por supuesto,
estos umbrales deben interpretarse en el contexto de cada paciente y con cautela, pues factores
técnicos (campo 1.5 T vs 3 T, artefactos de susceptibilidad en órbita) pueden influir ligeramente
en los valores absolutos de ADC entre distintos centros(4)(11).
Figura 2
Linfoma orbitario multifocal: correlación morfológica y difusional en RM.
A) T1 con contraste y supresión grasa: realce uniforme del párpado inferior izquierdo
(flecha).
B) B) DWI b = 800 s/mm²: señal hiperintensa que sugiere restricción por hipercelularidad
(flecha).
C) C) Mapa ADC: señal hipointensa concordante (flecha) con valor ADC de 0,75 × 10⁻³
mm²/s, por debajo del umbral diagnóstico de 0,8–0,9 × 10⁻³.
D) D) T2-FS a nivel medio orbitario: engrosamiento del músculo recto lateral izquierdo con
señal relativamente hipointensa (flecha).

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E) E) DWI: restricción difusional en el recto lateral (flecha), confirmando un segundo foco
de infiltración linfoide.
F) Estos hallazgos ilustran el valor de la DWI y del ADC para detectar lesiones multifocales
y diferenciar linfoma de inflamación idiopática. (1).
Tomado de: Pakdaman MN, Sepahdari AR, Elkhamary SM. Orbital inflammatory disease:
pictorial review and differential diagnosis. World J Radiol. 2014;6(4):106-115.
doi:10.4329/wjr.v6.i4.106(1).
La resonancia muestra una masa que realza homogéneo en párpado y otra dentro del
músculo recto lateral izquierdo. En ambos sitios la DWI brilla y el mapa ADC se ve oscuro, señal
inequívoca de difusión muy restringida: eso delata tejido hipercelular, típico de un linfoma
orbitario, y descarta un pseudotumor inflamatorio (que tendría ADC alto). El hallazgo simultáneo
en párpado y músculo confirma enfermedad multifocal y subraya por qué las secuencias DWI +
ADC son tan útiles: ponen en evidencia focos ocultos y permiten diferenciar inflamación benigna
de infiltración maligna sin necesidad de biopsias exploratorias adicionales. (1).
DISCUSIÓN
Esta revisión integró hallazgos de estudios radiológicos y clínicos recientes para dilucidar
en qué medida la RM, especialmente la difusión (DWI), junto a los datos clínicos, pueden separar
el “grano de la paja” en la inflamación orbitaria (es decir, la señal verdadera del ruido de posibles
imitadores). En general, la evidencia recopilada avala un rol importante de la RM con secuencias
avanzadas para guiar el diagnóstico y manejo en estos casos, aunque con salvedades y
consideraciones.
Heterogeneidad de estudios: Una de las primeras observaciones al analizar la literatura
es la notable heterogeneidad en los diseños y criterios empleados. Muchas publicaciones son
series retrospectivas de un solo centro con tamaños muestrales relativamente pequeños
(típicamente 15–60 casos)(17)(18). Esto puede introducir sesgos de selección; por ejemplo,
algunos centros terciarios pueden ver proporcionalmente más linfomas orbitarios (quizá en
estadios avanzados). También, los criterios diagnósticos varían: varios estudios definen
seudotumor orbitario basándose en “mejoría con corticoides y sin evidencia de otra etiología tras
seguimiento” más que en biopsia confirmatoria. Si bien esto refleja la práctica real (no se biopsia
a todo paciente con sospecha de IOI), podría ocurrir que algunos casos incluidos como
“inflamación idiopática” fueran en realidad otra entidad (p. ej., enfermedad relacionada con IgG4
o incluso un linfoma indolente) que respondió transitoriamente a esteroides(22). Esta falta de un
gold standard uniforme dificulta evaluar la exactitud diagnóstica de la imagen. No obstante, los
estudios más recientes han mitigado esto realizando seguimiento ≥ 1 año a los casos manejados
sin biopsia, para asegurarse de que no hubiese progresión maligna oculta.

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En cuanto a la técnica de RM, no todos los centros usan las mismas secuencias ni
parámetros. La DWI orbitaria puede verse limitada por artefactos de susceptibilidad (proximidad
de senos aéreos) y el pequeño tamaño de algunas lesiones. Algunos trabajos emplearon campos
de 1.5 T y otros 3 T, con distintos b-values (usualmente b = 800 s/mm²). Estas diferencias pueden
afectar los valores absolutos de ADC medidos, lo cual explica que el umbral óptimo reportado no
sea idéntico en todas las series (0,775 vs 0,92, etc.)(19)(20). Pese a ello, todos concuerdan en la
tendencia general (linfomas ADC↓ vs inflamaciones ADC↑). Un paso futuro deseable sería la
estandarización de los protocolos de DWI orbitaria, de modo que los valores cuantitativos puedan
compararse transversalmente. Por ejemplo, Sepahdari et al. sugieren siempre medir ADC con ROI
evitando zonas de artefacto y reportar el valor mínimo además del promedio(21). Aún no existe
un consenso formal (tipo Delphi) sobre el uso de DWI en órbita, pero dada la creciente evidencia,
es probable que se desarrolle en los próximos años.
Desde la perspectiva radiológica vs oftalmológica, esta revisión resalta la necesidad de un
enfoque multidisciplinario (12). Los oftalmólogos evalúan la clínica (dolor, dinámica temporal,
hallazgos oculares) y plantean sospechas diagnósticas, mientras los radiólogos aportan la
caracterización imagenológica (13). Ninguna de estas facetas por sí sola es completamente
discriminativa (14). Por ejemplo, un paciente joven con dolor y proptosis sugiere pseudotumor,
pero hasta un 20 % de linfomas orbitarios pueden cursar con algo de dolor o inflamación reactiva,
especialmente los de alto grado (15). Inversamente, aunque un ADC muy bajo casi siempre indica
linfoma, ha habido casos raros de IOI con ADC bajo por fibrosis densa (seudotumor
esclerosante) (1). Por tanto, la suma de evidencias es la que brinda certeza (16). En la práctica, se
propone emplear escalas de probabilidad integradas: p. ej., categorizar los casos como “alta
probabilidad de IOI” (clínica e imagen típicas: manejo médico inicial, sin biopsia inmediata),
“indeterminado” (algunas características atípicas: podría intentarse prueba terapéutica breve o
preferir biopsia según el caso), o “alta sospecha de neoplasia” (discordancia
clínico‑imagenológica con hallazgos sugerentes de tumor: biopsia) (6)(17). La experiencia del
equipo tratante también juega un rol; de ahí la importancia de la subespecialización en oncología
oculoplástica y neurorradiología orbitarias para interpretar adecuadamente estos estudios (18).
Otro punto crítico es la aplicabilidad clínica de evitar biopsias (19). ¿En qué medida es
seguro omitir una biopsia cuando la imagen sugiere fuertemente un pseudotumor? La literatura
sugiere que en pacientes seleccionados, con presentación clásica de IOI y exclusión razonable de
otras causas, se puede manejar sin histología inicial (6). Mombaerts et al. propusieron criterios
diagnósticos estandarizados para inflamación orbitaria no específica que incluyen clínica,
laboratorio normal, imagen compatible y respuesta a terapia; la biopsia se reserva solo si hay
desviación de ese cuadro (6)(8)(20). Nuestra revisión apoya esta postura, ya que la RM con DWI
incrementa la confianza diagnóstica cuando arroja resultados concordantes (por ejemplo, paciente
con todos los datos de IOI y ADC 1.4) (21). Además, evitar una biopsia en estos casos beneficia

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al paciente al ahorrarle un procedimiento invasivo que, especialmente en la órbita, no está exento
de riesgos (hemorragia, daño neurovascular, diplopía), en particular si la lesión está en el ápice
orbitario (1)(22). Por otro lado, no biopsiar conlleva responsabilidad: el clínico debe vigilar
estrechamente la evolución (23). Un error diagnóstico (pasar por alto un linfoma) tendría
implicaciones serias, por lo que se enfatiza que la opción de observación sin biopsia solo se tome
cuando la probabilidad de malignidad es muy baja con base en todos los datos disponibles (6)(24).
Ante la más mínima duda o falta de mejoría pronta, la indicación debe ser realizar la biopsia (25).
Afortunadamente, existen técnicas relativamente seguras para obtener tejido orbitario: la biopsia
por aspiración con aguja fina (BAAF) puede diagnosticar muchos linfomas con mínima invasión,
aunque a veces se requiere biopsia incisional o abierta si la muestra es insuficiente (6)(9).
Procedimientos guiados por imagen (p. ej., aguja guiada por TC) son útiles en lesiones posteriores
donde una cirugía sería arriesgada (6)(10).
Calidad de la evidencia: Aunque la mayoría de estudios son observacionales, la
consistencia de resultados entre distintos autores fortalece las conclusiones (12)(17). Todos
concuerdan en la utilidad del ADC, pese a pequeñas discrepancias en valores umbral (2)(4)(6).
No encontramos estudios que contradigan abiertamente el valor de la DWI; la diferencia radica
más bien en cuán perfecta (o no) es la separación de ADC entre diagnósticos (14)(19). Algunos
trabajos clínicos previos sostenían que la imagen morfológica por sí sola podía sugerir ciertos
diagnósticos (ej.: “el linfoma tiende a ser más homogéneo y de señal T2 más baja que el
pseudotumor”) (1), pero reconocían mucha superposición y subjetividad del observador (18). Es
precisamente allí donde la cuantificación con ADC aportó objetividad, disminuyendo la
dependencia del lector (3)(13). Aun así, la interpretación final de la imagen sigue requiriendo
experticia; por ejemplo, un error común sería atribuir un ADC bajo únicamente a un linfoma
cuando podría tratarse de un absceso (que también muestra ADC muy bajo) (5). Por ello, el
radiólogo debe siempre correlacionar con la secuencia morfológica y la clínica: un ADC bajo +
lesión con realce en anillo + fiebre = absceso, no linfoma (9). Así se evitan falsos positivos.
Igualmente, un ADC alto generalmente excluye linfoma, pero no debe descartar automáticamente
la biopsia si la lesión luce muy atípica en otros aspectos o el paciente no mejora con terapia (7)(20)
Nuevas direcciones: Más allá de la DWI, hay avances interesantes en imagen orbital. Por
ejemplo, las técnicas de perfusión sin contraste como arterial spin labeling (ASL) han sido
exploradas para medir la perfusión tumoral: Eissa et al. combinaron DWI + ASL y demostraron
que el linfoma exhibe menor flujo sanguíneo que el seudotumor, y que el modelo conjunto
TBF + ADC alcanzó un AUC≈0,97 con > 89 % de precisión (12). No obstante, estas tecnologías
aún no se aplican de forma rutinaria. Asimismo, en medicina nuclear se han propuesto trazadores
dirigidos: Laban et al. describieron el PET/CT con ^89Zr‑rituximab (anticuerpo anti‑CD20
marcado), que mostró captación intensa en 5 de 8 pacientes con inflamación orbitaria sospechosa
y ayudó a detectar linfoma oculto (13). Aunque esta modalidad es todavía experimental y costosa,

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ilustra la búsqueda de métodos no invasivos altamente específicos. En contraste, la DWI está
disponible en prácticamente todos los equipos de RM modernos, no añade coste significativo y
no requiere contraste, por lo que su adopción generalizada resulta mucho más factible a corto
plazo (14)
Finalmente, se resalta el rol de la colaboración interdisciplinaria: la decisión de
biopsiar o no debe idealmente tomarse en el contexto de un comité orbitario (oftalmólogos,
radiólogos, patólogos). La literatura muestra que con este enfoque, la tasa de diagnóstico correcto
mejora y se minimizan tanto el sobretratamiento (biopsias innecesarias) como el subtratamiento
(retraso en diagnosticar un maligno) (6)(23). En conclusión, la integración de la “señal”
proporcionada por técnicas modernas de imagen con el contexto clínico permite desenmascarar
la naturaleza de la inflamación orbitaria en la mayoría de los casos, separando el proceso
idiopático benigno del “ruido” de diagnósticos diferenciales (14)(24). Aun así, se requiere juicio
crítico en cada caso individual, y futuras investigaciones multicéntricas —y posiblemente la
aplicación de técnicas emergentes como radiómica o aprendizaje automático en imágenes
orbitales— podrían consolidar algoritmos diagnósticos que estandaricen este proceder (15)(25).
CONCLUSIONES
La inflamación orbitaria idiopática (seudotumor) es un diagnóstico de exclusión que puede
simular clínicamente un proceso neoplásico o infeccioso. El manejo óptimo requiere distinguirla
tempranamente de esas etiologías para evitar tanto tratamientos inadecuados como demoras
diagnósticas (1). La resonancia magnética con protocolos dedicados de órbita es la herramienta
de imagen principal. Las secuencias convencionales (T1, T2, fat-sat, post-contraste) aportan
signos sugestivos pero a veces inespecíficos (2). La adición de la secuencia DWI con mapas ADC
provee un criterio cuantitativo objetivo que ha demostrado alta precisión en la diferenciación de
lesiones inflamatorias benignas vs malignas (3)(4). En particular, un ADC marcadamente bajo
(< ~0,8 × 10^−3 mm²/s) en la lesión orbitaria, combinado con hallazgos morfológicos apropiados,
sugiere fuertemente un linfoma orbitario u otra neoplasia de alta celularidad, incluso si existen
algunos signos inflamatorios (4)(5). Por otro lado, un ADC alto (~1,0 – 1,5 × 10^−3 mm²/s) junto
a un patrón de realce difuso y clínica típica apoya el diagnóstico de seudotumor orbitario
idiopático (6). Estos umbrales deben interpretarse con cautela y en contexto, pero proveen una
guía valiosa (7). La correlación radiológico-oftalmológica es esencial. Hallazgos clínicos como
dolor intenso, inicio agudo y respuesta a corticoides se asocian a inflamación idiopática, mientras
que un curso indoloro, crónico y la ausencia de mejoría sugieren otra patología (8). Integrar estos
datos con la imagen (p. ej., la presencia de sinusitis en la imagen favoreciendo etiología
infecciosa (9), o una masa bien delimitada con restricción DWI favoreciendo linfoma (10)) mejora
la certidumbre diagnóstica (11). Una evaluación integral permite reducir biopsias orbitarias
innecesarias. En pacientes con alta probabilidad de seudotumor (por clínica e imagen

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concordantes), se puede iniciar tratamiento médico y observación rigurosa sin biopsia
inmediata (12). Esto evita riesgos quirúrgicos y costos, sin comprometer la seguridad, siempre
que el paciente sea monitoreado de cerca (13). Si ocurre cualquier desviación (peoría, falta de
respuesta en ~2 semanas, datos atípicos), se procede a biopsia sin demora (14). Por el contrario,
ante cualquier duda razonable (hallazgos atípicos, valores de ADC intermedios, factores de riesgo
de malignidad), se recomienda realizar la biopsia orbitaria para estudio histopatológico e
inmunohistoquímico (15). La revisión evidencia que, pese a los avances en imagen, el estándar
diagnóstico definitivo sigue siendo el análisis tisular, y la decisión de omitirlo debe tomarse con
prudencia y experiencia (16). Los estudios analizados presentan limitaciones (muestras pequeñas,
diseños retrospectivos, sesgo de referencia), pero en conjunto apoyan la utilidad clínica de la
RM-DWI (17)(18). Futuras investigaciones multicéntricas y posiblemente la aplicación de
técnicas emergentes (p. ej., radiómica, aprendizaje automático) podrían refinar aún más la
diferenciación no invasiva de estas entidades (19)(20). En conclusión, “desentrañar la señal vs el
ruido” en inflamación orbitaria es posible mediante un enfoque multidisciplinario que combine
inteligentemente las fortalezas de la radiología moderna con la evaluación clínica detallada. Esto
se traduce en diagnósticos más precisos y en una atención más personalizada para el paciente,
evitando intervenciones invasivas cuando no son necesarias y asegurando realizarlas
oportunamente cuando sí lo son (21)(22).

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