Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 4425
https://doi.org/
10.69639/arandu.v12i2.1239
Fenomenología de la identidad moderna en Charles Taylor
Hermenéutica y racionalidad práctica

Phenomenology of Modern Identity in Charles Taylor: Hermeneutics and Practical
Rationality

Segundo Leonardo Ramos Lalupú

sramosla@unmsm.edu.pe

https://orcid.org/0000-0001-5329-1620

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Artículo recibido: 10 mayo 2025 - Aceptado para publicación: 20 junio 2025

Conflictos de intereses: Ninguno que declarar

RESUMEN

El presente tiene por objetivo analizar la constitución de la identidad moderna en la filosofía de Charles
Taylor. El autor es considerado uno de los pensadores más relevantes en el mundo contemporáneo de
habla inglesa. El filósofo canadiense realiza una ontología histórico-filosófico de la identidad moderna
con el fin de comprender sus fuentes morales. El estudio presta atención a los ideales de la modernidad
como la autonomía, la autenticidad, la libertad y la afirmación de la vida corriente que configuran el yo
moderno. Presentamos la posición de Taylor respecto a las fuentes de la identidad moderna. El artículo
concluye que la identidad humana se constituye en relación a unos bienes determinados, al lenguaje
puesto que el hombre es un ser de lenguaje que se autointerpreta dialógicamente, la comunidad tiene un
rol fundamental en la constitución de la identidad, al reconocimiento como necesidad humana vital y a
los marcos referenciales ineludibles. La investigación pretende relevar el valor de la comunidad frente
al individualismo que hemos heredado de la modernidad. Consideramos que el valor de la comunidad
es relevante para realizar a plenitud nuestras capacidades individuales. El presente artículo sobre la
filosofía de Taylor es parte de nuestra investigación doctoral en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima - Perú.

Palabras claves: charles taylor, identidad, lenguaje, comunidad y reconocimiento

ABSTRACT

This article analyzes the constitution of modern identity in the philosophy of Charles Taylor. The author
is considered one of the most relevant thinkers in the contemporary English-speaking world. The
Canadian philosopher develops a historical-philosophical ontology of modern identity in order to
understand its moral sources. The study focuses on the ideals of modernity, such as autonomy,
authenticity, freedom, and the affirmation of ordinary life that shape the modern self. We present
Taylor's position on the sources of modern identity. The article concludes that human identity is
constituted in the relationship to specific goods, to language, since human beings are linguistic beings
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who interpret themselves dialogically, and that community plays a fundamental role in the constitution
of identity. This research aims to highlight the value of community in contrast to the individualism we
have inherited from modernity. We believe that the value of community is relevant to fully realize our
individual capacities.

Keywords: charles taylor, identity, language, community and recognition

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INTRODUCCIÓN

En el presente artículo analizamos la configuración de la identidad moderna en la filosofía de
Charles Taylor. El autor canadiense investiga la identidad moderna con el fin de comprender su
constitución y corregir su narrativa. El autor desarrolla una antropología filosófica donde critica la
concepción de la identidad moderna que pretendió fundamentar la identidad desde la interioridad del
sujeto. En este desarrollo histórico filosófico del yo moderno señala que la modernidad no entendió
adecuadamente las fuentes morales que definen la identidad, sino que buscó desentenderse de sus
fuentes morales, de los horizontes morales centrándose en la mera subjetividad y ahí estaría su
comprensión inadecuada.

Por fuentes morales se entiende el lugar a donde se dirigen los sujetos para acceder a una vida
superior. Considera que existe una relación ineludible entre la identidad y las fuentes morales. Para
nuestro autor la identidad moderna sí tiene unas fuentes morales como son el ideal de autonomía, la
autenticidad, la libertad y la afirmación de la vida corriente. Taylor quiere corregir esta narrativa para
señalar que la identidad humana tiene otras fuentes morales como la elección de bienes, la dimensión
lingüística, la comunidad y el reconocimiento dentro de marcos referenciales de sentido. Será la
comunidad la que permita al sujeto realizar sus capacidades individuales y configurar su identidad. El
individuo realiza valoraciones cualitativas fuertes que van configurando su identidad a través del
lenguaje en diálogo con otros significantes. Esta visión moral de la identidad nos permite ofrecer una
reflexión crítica sobre la importancia de la identidad considerando su base moral y social. Necesitamos
valorar a los otros en sus capacidades individuales y asumir una filosofía que nos permita realizarnos
como seres humanos en comunidad.

Identidad e ideal de autenticidad en la modernidad

El autor canadiense considera que la pregunta por la identidad es propia del hombre moderno, el
hombre medieval no se planteaba la pregunta por la identidad, es el sujeto moderno que ha adquirido
una autoconciencia y una conciencia histórica que le permite reflexionar sobre sí mismo y buscar su
propia autenticidad. Taylor en Fuentes del yo, va a definir la identidad moderna como ese “conjunto de
comprensiones (casi siempre inarticuladas) de lo que significa ser un agente humano: los sentidos de
interioridad, de libertad, de individualidad y de estar encarnado en la naturaleza, que encuentran cabida
en el occidente moderno” (1998, p. 11). Entiende la modernidad como una época histórica en la que se
conjugan un conjunto de ideas y prácticas que definen la identidad (2007, p. 20). Considera que el ideal
del sujeto en la modernidad se centra en la búsqueda de autenticidad, el deseo de encontrar el sentido a
la vida desde la propia subjetividad (1994).

El filósofo canadiense identifica un giro internalista en la modernidad, un giro que llevó a
localizar las fuentes morales en el interior del sujeto. Se dio una interiorización de las fuentes
morales en el sentido de que el hombre localiza en lo más profundo de él, sea en la razón
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desvinculada o en la voz de la naturaleza que anida en su interior aquello con lo cual deba entrar
en contacto para tener una vida buena y plena.

Si la modernidad significó la interiorización de las fuentes morales, entonces, la autenticidad se
va a buscar desde la interioridad del sujeto. El individuo va a buscar su autenticidad desde sí
mismo, buscará vivir una existencia auténtica de acuerdo al propio criterio, donde cada uno se
autodefine, elige quién es, a qué aspira, decide en absoluta libertad lo que está bien y lo que está
mal. Se trata de un sujeto pre-político, privado, cargado de sus propios intereses. En términos de
Taylor:

Ser fiel a uno mismo significa ser fiel a la propia originalidad, y eso es algo que sólo yo puedo
enunciar y descubrir. Al enunciarlo me estoy definiendo a mí mismo. Estoy analizando un
potencial que es en verdad en mío propio. En ello reside la comprensión del trasfondo del ideal
moderno de autenticidad , y de las metas de autorrealización y desarrollo de uno mismo en las
que habitualmente nos encontramos (1994, p. 65).

Según el autor, el origen del yo moderno se encuentra en dos giros históricos que suponen una
transformación radical, la ilustración y el romanticismo. En la modernidad, la ilustración nos induce a
que busquemos una voz interior para guiarnos y no la exterior de Dios como sucedía en el antiguo
régimen. La ilustración supone una razón autónoma (libre de toda autoridad), la afirmación de la vida
corriente (producción y reproducción) y la benevolencia universal (preocupación por la humanidad). El
romanticismo rompe con la posibilidad que el bien y el mal sean universales. Será Rousseau quien inicia
este recorrido en sus ensoñaciones de un paseante solitario (1872), en esta obra empieza a esbozar el
yo como atento a una voz interior con su sentimiento de existir en sí mismo. Nos dirá que hay una voz
de la naturaleza en nuestro interior que debemos reconocerla, escucharla y seguirla, una voz que es
ahogada por la sociedad. La conciencia es un sentimiento interior que nos faculta para hacer el bien, esta
voz interior nos dirá qué es lo correcto y lo bueno. Seremos libres si determinamos las condiciones de
nuestra propia existencia. Cada uno está llamado a vivir de una forma que es particular, única para cada
individuo. Debemos luchar por alcanzar la propia originalidad, la autenticidad de cada uno que en cada
caso es distinta, cada ser humano tiene su propio ser, su propia medida. Si cada uno tiene su propia
medida, entonces requiere que cada uno viva la vida a su manera y sin imitar la vida de otro (Taylor cita
a Herder, 1993, p. 513). Cada uno decides si su vida es satisfactoria y esa decisión es única, individual.
Tenemos que desarrollar nuestro potencial, encontrarnos a nosotros mismos, definir nuestras
prioridades, tenemos la obligación de ser nosotros mismos. En este sentido, el yo como sujeto autónomo,
es esencialmente significante para sí mismo, desde la autoconciencia.

Esta filosofía ha producido en occidente un fuerte individualista, un atomismo social
acompañado de un relativismo moral. Cada individuo tiene su verdad, su propia vida y ninguna opción
es criticable, esa es su decisión, si él lo ha elegido y, nadie puede situarse en un plano moral superior.
La única norma es que no hay normas y todo vale. Esta visión de la filosofía moderna produce
consecuencias sociales y políticas negativas, conduce al desinterés de los ciudadanos por la vida pública,
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por la política. Una sociedad que no participa en los asuntos públicos corre el riesgo de caer en un
despotismo blanco y una pérdida de libertad (Tocqueville, 1990). El Sujeto se desvincula del mundo
que lo rodea, se siente capaz de manipularlo instrumentalmente para conseguir sus propios intereses,
incluso toda la naturaleza y los sujetos humanos. Esto ha llevado a la pérdida de la sustantividad de la
vida y a la disolución del lazo social. En esta visión subjetivista se pierden las fuentes morales y sociales
que configuran la identidad humana. En la Ética de la autenticidad Taylor señala tres malestar que trajo
consigo la modernidad. En primer lugar, el individualismo donde los sujetos son considerados como
átomos sociales que sólo aceptan vivir juntos porque les resulta útil. En segundo lugar, tenemos a la
razón instrumental, una razón de medios que busca la utilidad de las cosas y de la vida. Una razón que
busca dominar la naturaleza y al hombre con fines prácticos. Y, en tercer lugar, tenemos la disolución
del lazo social. Sujetos encerrados en sí mismos que buscan su propio bienestar desde su vida privada
cargados de sus propios intereses. Sujetos que no participan de la vida social porque están ocupado en
encontrar su propio bienestar (1994, pp. 37-47). Nuestro autor considera que esta filosofía al
desentenderse de las fuentes morales y sociales no ha comprendido adecuadamente la identidad humana
que se funda sobre unas fuentes morales como el bien, el lenguaje, la comunidad y el reconocimiento,
en unos marcos referenciales ineludibles.

El bien como fuente de identidad

Taylor critica la filosofía moderna que pretendió desentenderse del ámbito moral en la
configuración de la identidad humana. Una filosofía subjetivista que buscó las fuentes de la identidad
en la interioridad del sujeto. Este pensamiento subjetivista de la modernidad estuvo acompañada de un
relativismo que se desentendió de la moral, considerando que todo es válido e impidiendo ver que sí
subyace una visión moral de la identidad. En las ciencias sociales se abandonó la búsqueda de una
explicación moral en el comportamiento. Se pretendió comprender la identidad desde las ciencias
naturales. Sin embargo, nuestro autor considera, que si hay una visión moral en la construcción de la
identidad moderna. Puesto que no podemos definirnos si no tenemos claro aquello que es importante.
Y, definimos lo que es importante, en torno a conceptos morales. Dedicarnos a una profesión, a una
relación, a una familia, a una religión, se decide entorno a unos ideales. Considerar, desde el
individualismo relativista, “es su elección” como base para aceptar cualquier cosa, es absurdo, porque
implica que nada es importante.

Taylor considera que el transcurso de su vida el individuo realiza valoraciones cualitativas sobre
determinados bienes que dan sentido a su existencia. En estas distinciones cualitativas la razón tiene un
papel relevante: “La distinción entre acciones, motivaciones y las formas de vida más elevadas y más
baja está sometida a la hegemonía de la razón o del deseo” (1998, p. 139). Una vida será superior si en
ella impera la razón y será inferior si es dominada por el deseo. Solo se puede ser racional si se tiene
una visión de orden racional del cosmos fundamentalmente de la idea de bien y se ama dicho orden.
Aquí conecta el concepto de bien con la fuente moral: “el bien constitutivo es una fuente moral, en el
sentido que aquí utilizaré el término, es decir, algo cuyo amor nos faculta para hacer el bien y ser buenos”
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(1998, p. 39). En un primer sentido, la fuente moral tiene que ver con aquello que elegimos
razonablemente como bueno (el bien) y nos conduce a ser buenos. En un segundo sentido la fuente
moral se relaciona con el lugar a dónde uno se dirige para acceder a una vida valiosa y significativa. Si
la fuente moral tiene que ver con aquello que faculta para ser buenos, entonces se relaciona también con
el lugar a donde uno se enrumba para acceder a una vida superior, vale decir, donde se encuentra un
bien constitutivo que permitirá ser buenos (razón). La razón no sólo es fuente moral porque propicia
tener una vida superior, admirable y digna sino porque es el lugar a donde uno se encamina para acceder,
percibir y amar este modo de vida superior.

No es posible configurar la identidad humana sin a ser referencia a los bienes que definen la vida
del ser humano como significativa. El sujeto toma decisiones en relación al bien haciendo fuertes
valoraciones dentro de unos marcos referenciales de sentido (1996, 49-50). El bien da sentido a la vida
humana, y por tanto, el bien se constituye en fuente moral de identidad. Considera que “es imposible
sostenernos sin una orientación al bien, por el hecho de que cada uno de nosotros “somos”, es decir, nos
definimos a nosotros mismos, por el lugar en que nos situamos en relación al bien” (1996, p. 49). Los
seres humanos nos realizamos en relación a bienes que elegimos “sólo somos yos en la medida que nos
movemos en un cierto espacio de interrogantes, mientras buscamos y encontramos una orientación al
bien” (1996, 50). El ser humano necesita dar sentido a su existencia en relación a ciertos bienes que va
eligiendo en el transcurso de su vida en contextos determinados, “el individuo es un agente encarnado,
comprometido con el mundo y, por lo tanto, necesita orientarse en el espacio moral, en relación al bien,
como una obligación moral ineludible” (Taylor, 1993, p. 52).

Identidad y lenguaje

El autor canadiense considera que el hombre es un animal de lenguaje, por lo que para
comprender su identidad se debe tomar en cuenta su carácter dialógico. La dimensión lingüística es un
rasgo decisivo en la configuración de la identidad (2005, 19). Ello, implica dejar de lado el lenguaje
monológico de la modernidad, pues olvida que en el lenguaje el sujeto autointerpreta su condición
humana: “nos transformamos en agentes humanos plenos, capaces de comprendernos a nosotros mismos
y, por lo tanto, en definir nuestra identidad por medio de nuestra adquisición de enriquecedores lenguajes
humanos” (Taylor 1993, p. 52). La definición de la identidad se da mediante y en el lenguaje. El ser
humano es un ser expresivo, a través del lenguaje expresa su ser. Yo soy un yo en relación a un tú donde
el lenguaje hace posible la comprensión humana y la configuración de la identidad. Será en el diálogo
con otros donde el individuo adquiere nuevos lenguajes. En el diálogo se trasmiten significados
lingüisticos. La importancia de la característica dialógica de la vida humana radica en que tanto la mente
como la identidad son dialógicas. Las personas llegan a ser en el diálogo con los otros. Por lo tanto, las
personas definen su identidad a través del lenguaje que aprenden en el intercambio con los otros
significantes, se trata de una identidad dialógica, trascendental en su definición. Para nuestro autor sólo
se es un yo frente a un tú, en la conversación se llega a un nosotros de la comprensión humana, y en ese
sentido, la dimensión lingüística es ineludible (1998, pp. 51-52).
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Identidad y comunidad

Taylor critica el deslizamiento de la modernidad hacia la atomización social, la teórica
incapacidad del individuo para comprometerse. La sociedad moderna al centrarse en la inmanencia del
sujeto ha roto con el lazo social. Se vive en una sociedad donde ya nada nos une a los que tenemos a
lado, estamos más unidos a nuestros círculos más cercanos como la familia y los amigos pero ya nada
nos uniría la resto de la humanidad. Critica al yo puntual que crea Locke, ese sujeto prepolítico, ese
sujeto desvinculado. Desde una visión ontológica rechaza el atomismo, la concepción lockeana el sujeto
pre-político, anterior a la comunidad.

Taylor considera que el ser humano es siempre un sujeto en sociedad, somos lo que somos por
la sociedad, no es posible entendernos fuera de la sociedad aun cuando tenemos derechos individuales
que exigir a la comunidad. La vida en sociedad es una condición necesaria del desarrollo de la
racionalidad. El individuo sólo viviendo en sociedad desarrolla sus capacidades humanas: “la identidad
del individuo autónomo y autodeterminado, requiere de una matriz social” (2005, p. 254). La identidad
humana sólo puede ser configurada en relación a la comunidad a través de la interacción dialógica con
los otros. El espíritu humano encarnado es un ser humano entre otros humanos en comunidad (2005, p.
12). No existe un yo desencarnado de su comunidad, el individuo se encuentra orientado y perteneciendo
a una comunidad:

Uno es un yo entre otros yos. El yo jamás se describe sin referencia a quienes le rodean...no es
posible ser un yo en solitario, soy un yo sólo en relación a ciertos interlocutores: en cierta manera,
a esos compañeros de conversación que fueron esenciales para que lograra mi autodeterminación”
(1998, p-51-52).

La comunidad ofrece los marcos valorativos morales donde los seres humanos desarrollan los
lenguajes que dotan de sentido a la vida. Será la comunidad la que ofrezca, a través del lenguaje, los
significados densos que permiten al individuo hacerse inteligible frente a sí y frente a la comunidad. La
comunidad es una comunidad de hablantes donde se establecen relaciones sociales con otros
significantes sobre la base de unos marcos referenciales. El ser humano necesita de los otros en su
proceso de configuración de su identidad, en la relación con la comunidad se juega buena parte de
nuestra identidad.

Identidad y reconocimiento

La tesis fundamental de nuestro autor es que el reconocimiento es una fuente constitutiva de la
identidad, esto es, que el reconocimiento configura la identidad. La categoría de reconocimiento en
fundamental en la filosofía de Taylor, así lo muestra la siguiente cita:

Cierto número de corrientes de la política contemporánea gira sobre la necesidad, y a veces la
exigencia, de reconocimiento. Puede
argüirse que dicha necesidad es una de las fuerzas que
impelen a los movimientos nacionalistas en política. Y la exigencia aparece en primer plano, de
muchas maneras, en la política actual, formulada en nombre de los grupos o “subalternos”, en
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algunas formas de feminismo y en lo que hoy se denomina la política del “multiculturalismo”
(1993, 43).

Para nuestro autor existen dos cambios que posibilitaron la centralidad del reconocimiento en los
debates éticos y políticos actuales. Estos dos cambios fueron el desplome de las jerarquías sociales
y el ideal de autenticidad. El primero hace referencia al paso del “antiguo régimen” que se
sostenía en el concepto de “honor” al nuevo régimen, a la democracia que se basa en la noción de
dignidad. El primer cambio representa una nueva dimensión del reconocimiento debido a que la
democracia siendo fiel a sus principios desemboca en una política del reconocimiento igualitario
hacia sus ciudadanos. La dignidad es el único ideal compatible con la democracia que posee un
sentido universalista e igualitario entre los seres humanos: “la democracia desembocó en una
política de reconocimiento igualitario, que adoptó varias formas con el paso de los años, y que
ahora retorna en la forma de exigencia igualitaria, es status para las culturas y sexos” (Taylor,
1993, p. 46). El segundo cambio demanda romper con la dependencia externa para contactarnos
con nuestros sentimientos morales (Rousseau) y así tener una vida original (Herder). Se trata de
la exigencia de autenticidad, una exigencia desde los sentimientos morales y desde el principio
de originalidad. Es la concepción de que los humanos tenemos una voz interior que debemos
seguir y vivir nuestro propio modo de ser original (Taylor, 1994, p. 65).

Para Taylor el reconocimiento de la identidad no es una cuestión de buenas maneras sino una
necesidad humana vital. Considera que el reconocimiento conforma la identidad: “la tesis es que
nuestra identidad se moldea en parte por el reconocimiento que recibimos de los demás, por la
falta de reconocimiento o por el falso reconocimiento” (1993, p. 43). La interpretación que hace
una persona de sí misma depende en gran medida de cómo le han reconocido los otros y de la
imagen que le han proyectado (identidad dialógica). El reconocimiento positivo satisface la
identidad que necesita el sujeto. La falta de reconocimiento sucede cuando el individuo no recibe
el reconocimiento esperado. Siendo el reconocimiento una necesidad vital, se abre un vacío que
es llenado por sentimientos negativos, que puede llegar al odio de sí mismo. “El falso
reconocimiento o falta de reconocimiento puede causar daños, puede ser una forma de opresión
que aprisione a alguien en un modo de ser falso, deformado y reducido” (Taylor, 1993. pp. 42-
43).

En el paso del yo al reconocimiento de los demás está la dialéctica hegeliana. “Hegel considera
fundamentalmente el hecho de que sólo podemos prosperar en la medida que somos reconocidos.
Toda conciencia busca el reconocimiento en otra conciencia, y ello no es signo de falta de virtud”
(1993, p. 76). En la relación con el otro se juega buena parte de la configuración de nuestra
identidad. Por tanto, el reconocimiento es constitutivo de nuestra identidad, es decir, el sujeto
posee identidad sólo en virtud de ser reconocido por otro yo: “uno es un yo sólo entre otros yos”
(Taylor, 1996, p. 64).
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Por tanto, es importante darse cuenta que por mucho que nuestra identidad moderna se encuentre
en el individualismo siempre es necesario tener el reconocimiento de los demás, del grupo
humano que nos rodea para sentir que nuestra vida es satisfactoria. Por muy individual que
queramos a ser nuestra búsqueda de la identidad siempre necesitamos sentirnos respetados, vistos,
reconocidos por los otros.

Del mismo modo, Taylor se ha ocupado de comprender las exigencias de reconocimiento que
que demandan los grupos minoritarios de la sociedad como las etnias, las mujeres, los indígenas,
las poblaciones afrodescendientes o los grupos de opción sexual diferente. Considera que se debe
respetar, valorar y tolerar la diversidad cultural, es importante, ser fiel a la propia cultura. El
Estado debe garantizar derechos fundamentales a todos los ciudadanos, independientemente de
sus condiciones culturales. Desde el multiculturalismo reclama ciertos derechos especiales para
aquellos grupos que históricamente han sido discriminados o para aquellos colectivos identitarios
que son minorías dentro de una sociedad (1993).

Críticas a la concepción de identidad moderna de Taylor

Una crítica recurrente que se le hace a Taylor es de tener un sesgo hacia una visión particular a la

"vida buena", que podría ser vista como arraigada en sus propias convicciones éticas o religiosas (a

menudo se le asocia con un "realismo moral"). Esto podría llevar a que su crítica del liberalismo neutral

o del individualismo no sea tan "neutral" como pretende, sino que esté guiada por una concepción

sustantiva del bien. Algunos críticos argumentan que, aunque Taylor defiende el pluralismo, su enfoque

podría, paradójicamente, limitar la verdadera diversidad al sugerir ciertos caminos o "fuentes" como

más auténticos o deseables. Se ha señalado que, al buscar las "fuentes del yo" y las "matrices morales",

podría caer en una forma de esencialismo cultural o antropológico, asumiendo una naturaleza humana

o moral subyacente que guía el desarrollo social e individual, lo que chocaría con perspectivas más

construccionistas o relativistas. Si bien su teoría del reconocimiento ha sido seminal, algunos

académicos la encuentran incompleta o insuficiente para abordar la complejidad de las sociedades

multiculturales. Se argumenta que, si bien el reconocimiento es crucial, la sola afirmación de la identidad

no resuelve las tensiones de poder, las desigualdades estructurales o los conflictos irreconciliables entre

diferentes grupos. Algunos señalan que, en la práctica, la política del reconocimiento puede, en

ocasiones, conducir a una mayor fragmentación social si no se acompaña de mecanismos efectivos para

la deliberación y la resolución de conflictos intergrupales. La idea de "fusión de horizontes" como un

ideal para el entendimiento intercultural ha sido cuestionada por su idealismo, ya que en la práctica, las

asimetrías de poder y las barreras culturales pueden dificultar o incluso imposibilitar una verdadera

fusión. La obra de Taylor es reconocida por su profundidad y sus amplias miras, pero también se le

critica por su complejidad y, a veces, por una cierta falta de claridad en la articulación de sus argumentos

principales. Sus textos a menudo entrelazan múltiples temas de manera intermitente, lo que puede

dificultar la identificación de las líneas principales de su narrativa o la síntesis de sus ideas. Esto puede

hacer que su filosofía sea desafiante de abordar para lectores no especializados y puede llevar a
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interpretaciones diversas y, a veces, contradictorias de sus conceptos. En su obra "Una era secular",

Taylor examina cómo occidente pasó de una sociedad donde la creencia en Dios era casi inevitable a

una donde es solo una opción entre muchas. Si bien este análisis es exhaustivo, algunos críticos, como

Jürgen Habermas en sus debates, han cuestionado su equiparación de la religión como "una cosmovisión

entre otras". Habermas, por ejemplo, insiste en que la religión no es solo un dato cultural, sino un "caso

especial" en la historia del Estado Moderno, con una particular capacidad motivacional para la ética

ciudadana que requiere un proceso de "traducción racional" para ser integrada en el discurso público.

Se ha argumentado que la concepción de Taylor de una "vida plena" y su conexión con la trascendencia

pueden tener un sesgo hacia una noción "ortodoxa" cristiana de la ética, asumiendo que una vida

significativa no puede vivirse sin una forma de trascendencia que se asemeje a esta noción. Taylor critica

fuertemente lo que llama la "razón desvinculada" y el "individuo sin ataduras", argumentando que estas

concepciones modernas nos despojan de nuestros horizontes de sentido y nuestras conexiones

comunitarias. Si bien esta crítica es poderosa, algunos señalan que, al enfatizar tanto la necesidad de

marcos morales compartidos y fuentes del bien, podría subestimar la capacidad del individuo para forjar

su propio sentido en un mundo pluralista, o podría pasar por alto las dinámicas de poder que pueden

estar presentes en la conformación de esos "horizontes de sentido".

CONCLUSIONES

La ontología de la identidad moderna que realiza Taylor nos lleva a concluir que la identidad
humana se configura desde ciertas fuentes morales ineludibles. Una de estas fuentes morales es el bien.
El ser humano a lo largo de su vida realiza valoraciones fuertes respecto a los bienes lo que permite dar
sentido a su vida. De ese modo, el bien como fuente moral de la identidad resulta siendo inevitable. El
ser humano como ser de lenguaje configura su identidad en diálogo con otros agentes de signficado. Por
el lenguaje se autocomprende y comprende a los demás en una comunidad linguistica. Será el lenguaje
una fuente necesaria en la construcción de la identidad. El ser humano es un ser social por naturaleza,
en la comunidad desarrolla sus potencialidades individuales. Para Taylor la dimensión social es
relevante en la configuración de la identidad humana. El ser humano no es un ser en solitario sino es y
se realiza en plenitud en una comunidad. El ser humano necesita ser reconocido por la comunidad. Será
la comunidad la que forja su identidad en unos marcos referenciales de sentido. El reconocimiento no
es una cortesía sino una necesidad humana vital en la constitución de la identidad. Taylor realiza una
antropología filosófica sobre la identidad moderna para mostrarnos que la identidad humana es social.
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