
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 3428
https://doi.org/10.69639/arandu.v12i2.1162
Apego y bullying en estudiantes de bachillerato de la
provincia de Chimborazo
Attachment and bullying in high school students in the province of Chimborazo
Diego Armando Santos Pazos
dsantos@unach.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-3038-8021
Universidad Nacional de Chimborazo
Ecuador – Riobamba
Carolina Alexandra Guijarro Orozco
https://orcid.org/0000-0001-6662-2572
Universidad Nacional de Chimborazo
Ecuador – Riobamba
Sridam David Arévalo Lara
https://orcid.org/0000-0002-5948-8608
Universidad Nacional de Chimborazo
Ecuador – Riobamba
Astrid Camila Infante Núñez
astrid.infante@unach.edu.ec
https://orcid.org/0009-0002-8103-8029
Universidad Nacional de Chimborazo
Ecuador – Riobamba
Erika Lizbeth Guijarro Orozco
https://orcid.org/0009-0008-2639-0189
lizbethguijarroorozco@gmail.com
Ministerio de Educación distrito Guano-Penipe
Guano – Riobamba
Artículo recibido: 10 mayo 2025 - Aceptado para publicación: 20 junio 2025
Conflictos de intereses: Ninguno que declarar.
RESUMEN
El apego y su relación con el bullying en adolescentes representa un campo de creciente interés
dentro de la psicología actual. Este estudio, con un enfoque cuantitativo, descriptivo y relacional
de corte transversal, tuvo como objetivo correlacionar las dimensiones del apego y los factores de
bullying en una muestra de 341 historias clínicas de adolescentes pertenecientes a unidades
educativas de los cantones Riobamba y Guano, en la provincia de Chimborazo. Para la
recolección de datos, se analizó el cuestionario Camir-R, que mide las dimensiones del apego), y
la escala de victimización en la escuela que evalúa los factores del bullying, mismos fueron
aplicados previamente. Los resultados evidenciaron correlaciones negativas significativas entre
la seguridad del apego y todas las formas de victimización, con coeficientes que oscilan entre -
0,30 y -0,45 (p < 0,01). Este hallazgo sugiere que un mayor apego seguro se asocia con una menor
victimización. Adicionalmente, se encontraron correlaciones positivas entre la permisibilidad

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parental y experiencias negativas en las relaciones familiares, como la autosuficiencia, el rencor
hacia los padres y el traumatismo infantil, con la victimización, con valores de correlación entre
0,25 y 0,40 (p < 0,01 o p < 0,05). Estos resultados indican que la permisibilidad parental y las
experiencias familiares adversas aumentan la vulnerabilidad a ser víctima de bullying. En
conclusión, un apego seguro puede servir como un factor protector contra la victimización,
mientras que la permisibilidad parental y las experiencias familiares negativas, como el rencor y
el traumatismo infantil, aumentan la vulnerabilidad a diferentes formas de victimización. Este
hallazgo destaca la importancia de fomentar relaciones familiares seguras para reducir el riesgo
de victimización en los jóvenes.
Palabras clave: apego, bullying, estudiantes
ABSTRACT
Attachment and its relationship to bullying in adolescents represents a field of growing interest
within contemporary psychology. This study, using a quantitative, descriptive, and relational
cross-sectional approach, aimed to correlate attachment dimensions and bullying factors in a
sample of 341 clinical histories of adolescents from educational units in the cantons of Riobamba
and Guano, in the province of Chimborazo. Data collection involved the Camir-R questionnaire,
which measures attachment dimensions, and the School Victimization Scale, which assesses
bullying factors. These questionnaires were previously administered. Results showed significant
negative correlations between attachment security and all forms of victimisation, with coefficients
ranging from -0.30 to -0.45 (p < 0.01). This finding suggests that greater secure attachment is
associated with less victimisation. Additionally, positive correlations were found between
parental permissibility and negative experiences in family relationships, such as self-reliance,
resentment towards parents and childhood trauma, with victimisation, with correlation values
between 0.25 and 0.40 (p < 0.01 or p < 0.05). These results indicate that parental permissiveness
and adverse family experiences increase the vulnerability to being a victim of bullying. In
conclusion, secure attachment may serve as a protective factor against victimization, whereas
parental permissiveness and negative family experiences, such as resentment and childhood
trauma, increase vulnerability to different forms of victimization. This finding highlights the
importance of fostering secure family relationships to reduce the risk of victimization in youth.
Keywords: attachment, bullying, students
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INTRODUCCIÓN
El apego en los seres humanos se define como el vínculo afectivo que determina la reacción
emocional ante situaciones y relaciones sociales, forjado desde la infancia por su cuidador
principal, generalmente la madre. No obstante, desde la adolescencia este vínculo se extiende a
relaciones fuera de lo familiar, como la relación entre los pares. Existen variaciones en el estilo
de apego en la que los extremos se caracterizan por relaciones evitativas y ansiosas, y el punto de
equilibrio entre ambas es el apego seguro (Lalaleo y Rodríguez-Pérez, 2024)
Al convertirse este un aspecto intrínseco del ser humano, el estilo de cuidado parental
dispone a la configuración de apego. Dentro de los estilos de cuidado parental se encuentra el
autoritativo, caracterizado por una democracia en la que los límites son claros y son respetados;
el autoritario, en el que los límites impuestos no están prestos a discusión; el permisivo,
distinguido por las bajas demandas de los padres ante la conducta de los hijos; y el estilo
negligente donde los padres no demuestran sensibilidad ni demanda frente a los hijos
(Maniscalco, 2024).
La relación entre ambos aspectos -el apego y el tipo de cuidado parental- resulta
fundamental en la teoría de la cognición social, en la cual los niños aprenden y modifican sus
relaciones con los padres y la seguridad que tienen en ellos, acumulando suficiente información
para formar su propio esquema sobre dichas relaciones. El ajuste psicológico producido a partir
de los estilos educativos es favorable cuando ambos padres son democráticos en la crianza, porque
existe menor disposición al desarrollo de psicopatologías en el niño y adolescente, a diferencia de
padres negligentes (Maniscalco, 2024).
Para comprender el vínculo humano, John Bowlby en su teoría del apego explica la
naturaleza de las personas para mantener una relación de cuidado con los padres, hijos o parejas
sentimentales, conocidos como figuras de apego. Se fundamenta en la idea de que en las figuras
de apego se encuentra una fuente de seguridad en etapas o eventos en lo que se experimenta distrés
y en aquellos eventos en los que no, pudiendo explorar el entorno físico y emocional con una gran
sensación de apoyo y protección (Hamdi & Soltani, 2024).
Durante la adolescencia y la adultez, el espectro del apego en las relaciones se expande de
solo ser el círculo familiar a relaciones con los pares y este tiene un peso mayor que en la infancia.
Para los adolescentes, el apego se extiende a aspectos como la autoestima y la sensación de
seguridad, soporte emocional y aceptación, en especial dentro del que se genera en el ámbito
escolar. Aquí se establece una importante relación con el factor conductual, mediante el cual los
adolescentes expresan el tipo de apego que han desarrollado. Así, los patrones de apego inseguros
provocan internalizaciones incorrectas y generan depresión, ansiedad y aislamiento, y una
externalización problemática como la agresividad, traducida en victimización (Huang, 2023).

Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 3431
En tanto, el apego seguro se forma cuando la persona responsable del niño se encuentra
totalmente atenta a las diferentes necesidades, donde la seguridad y la disponibilidad juegan un
rol esencial para la conformación de esa figura de apego, caracterizada por la confianza en sí
mismo y en los demás. De esta manera el niño comparte y expresa sentimientos de manera abierta,
cataloga y diferencia las relaciones interpersonales como satisfactorias y presta gran importancia
a la estructura familiar.
Por otro lado, en el estilo de apego inseguro participan la preocupación familiar, la
interferencia, la autosuficiencia y el rencor contra los padres, así como el valor de la autoridad y
la permisibilidad. Los sujetos se muestran inquietos constantemente, producto de relaciones
familiares dependientes que dan lugar a dificultades para alejarse de los seres queridos y para la
superación de experiencias de pérdida, miedo a ser abandonados, inconvenientes para conseguir
la autonomía personal, e incluso, la manifestación de traumatismo infantil dentro del apego
desorganizado (Lacasa, 2014).
Ahora, el apego puede relacionarse con el bullying, concebido como el comportamiento
intencionado agresivo en contra de un individuo o grupo por la relación de poder que ejerce el
agresor sobre la víctima, donde se constata una marcada diferencia de tamaño físico, estrato
social, económico o de otro tipo. Es una conducta repetitiva que va desde el abuso verbal hasta el
físico; además, se manifiestan actos como la exclusión o la expansión de rumores sobre la víctima,
mediante el contacto personal o a través de medios digitales (Azúa et al., 2020).
Según la Organización Panamericana de la Salud la violencia es el uso intencionado de la
fuerza o el poder en contra de otra persona o grupo social para provocar daños, lesiones o muerte,
lo que afecta al desarrollo de la víctima a través de intimidación constante (Krug et al., 2003).
Este fenómeno es una problemática social principalmente de impacto negativo, clasificada
en diversos tipos como la agresión física, la agresión social, la agresión verbal, amenazas,
agresión sexual, dirigido a los objetos y ciberbullying. Entre los tipos de bullying se reconocen
dos grandes grupos de violencia, que incluyen al bullying directo referido a la confrontación física
como golpes y la confrontación verbal como las amenazas o insultos; y el bullying indirecto o
relacional referido al uso de terceras partes como la difusión de rumores o evitar que otros lo
tomen en cuenta (Wu et al., 2024).
Existe una diferenciación en el sexo y el tipo de bullying, donde la agresión física es más
común en varones, la agresión verbal no tiene mayor prevalencia para ningún sexo y se presenta
en números similares, y el bullying relacional e indirecto es más popular entre el sexo femenino,
incluido el cyberbullying. Además, el acoso escolar aparece en las escuelas en población de 7 a 8
años, pero toma protagonismo desde los 11 a los 14 años. Se establece que el sexo masculino es
más propenso a la agresión física y a la intimidación, y para el sexo femenino se produce
mayoritariamente el bullying relacional y exclusión social (Balluerka et al., 2023).

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Los agresores o bullies pueden ser identificados por altas tendencias destructivas y
dominantes, pobre procesamiento de información social, actitud primordialmente positiva frente
a la violencia con la que resuelven sus conflictos, baja tolerancia a la frustración e impulsividad.
Los acosadores pueden o no ser populares entre otros niños; aquellos populares son capaces de
convivir con sus pares y no presentan problemas en la interacción más allá de la agresión, mientras
que aquellos no populares son rechazados y usan la agresividad para confrontar esta situación.
Ambos tipos, populares o no, frente a los adultos se mostrarán altamente desafiantes y agresivos.
Existe otra variante de agresores en la que se cumple dos roles: el acosador y el acosado,
se presentan características de ansiedad y agresión puesto que son ellos quienes provocan a los
agresores, generan una pelea y luego la etiquetan como una pelea en defensa propia. Un ejemplo
de este caso son los atentados con armas de fuego, normalmente perpetrados por niños acosados
que deciden tomar venganza (Figula et al., 2022).
Carter et al. (2023) sugieren que los estilos de apego inseguro influyen en la conducta
prosocial y se asocian con la victimización e internalización en contextos infantil, juvenil y adulto.
Estilos como el apego evitativo dan paso al comportamiento del acosador por una internalización
problemática traducida a la externalización agresiva; mientras que el apego caracterizado por la
ansiedad genera internalización inestable y victimización. El apego seguro es el único estilo que
no entra en el contexto del abuso o la victimización.
Desde la perspectiva de Urresti-Padrón et al. (2021) el apego se gesta en la familia,
establece el curso de las relaciones sociales y depende del estilo educativo parental. Por ejemplo,
ante la presencia de estilo democrático con buenos niveles de apoyo y afecto parental estable se
generará apego seguro, a mayor nivel de seguridad en el apego, menor la probabilidad de presentar
conductas agresivas en el ámbito escolar, mientras que para estilos inseguros de apego se produce
el efecto contrario por los estilos de crianza agresivos y afectivamente indiferentes.
Otro factor para tomar en cuenta es cómo las conductas de los hijos son castigadas; las
puniciones físicas o psicológicas se convierten en factores de riesgo y normalización de la
violencia. Cuando existe estilo de apego evitativo se produce la externalización de conductas
antisociales agresivas y características personales deficientes como la perpetración del bullying,
la falta de empatía, el aislamiento y la baja autoestima. Este estilo deviene consecuencia directa
del desapego y la falta de respuesta emocional parental y se direcciona al desarrollo de agresores,
mientras que otros estilos como el apego ambivalente y ansioso, consecuencia de la respuesta
inconsistente afectiva parental, desarrollan a las víctimas de los primeros, pues son más sumisos
y rechazados por sus pares (Urresti-Padrón et al., 2021).
Todo tipo de apego inseguro tendrá altas posibilidades de generar situaciones relacionadas
con el bullying, ya sea como el agresor, la víctima o el observador activo, pues este tiene una
incidencia importante en la forma de regulación emocional y procesamiento de la información.
Los apegos ansiosos y evitativos desarrollan características relacionadas con el acoso escolar dado

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por apego parental, donde la interacción problemática sin comunicación efectiva y confianza con
el padre y la madre se traducen en conductas agresivas. Asimismo, la relación de calidez y afecto
con los padres resulta un factor protector en contra de la victimización, pues genera un apego
seguro e influye en la empatía y la adaptación social (Charalampous et al., 2019).
Popyk et al. (2024) proponen, además, que no solo la victimización se conforma como un
producto del estilo de apego, sino que estos patrones se ven afectados por el bullying permanente
durante la adultez, y alteran la forma de vincularse socialmente. Se observan tres tipos de patrones
de apegos sociales: el amortiguamiento social, el retraimiento ansioso y evitativo y la búsqueda
desesperada de amistad. El amortiguamiento social establece vínculos sociales basados en la
familiaridad y se le reconoce como una burbuja que protege de las dificultades sociales, para así
evitar que la victimización se repita, y provoca que estas personas tengan círculos muy reducidos
de amigos con quienes se sienten seguros por el apoyo que reciben durante la victimización.
Mientras, el retraimiento ansioso y evitativo caracteriza a un grupo de personas con baja
autoestima y emocionalmente distantes, que prefieren la soledad para evitar la victimización,
como respuesta emocional a experiencias negativas en sus relaciones. Por su parte, la búsqueda
desesperada de amistad producto de una fuerte necesidad emocional de atención y pertenencia,
percibe a la amistad como una forma de escape de la soledad, aunque esto no le trae estabilidad
emocional. Este tipo de patrón suele presentarse cuando las personas son víctimas de la exclusión
de los pares y violencia y genera una respuesta de miedo a ser rechazados y evaluados
negativamente por los pares, por lo que actúan únicamente para agradar a los demás.
Según Nickerson et al. (2008), en la relación del padre con los estilos seguros de apego
influyen factores como la armonía en el hogar, la personalidad, el tiempo de calidad, la interacción
positiva y el describir al hijo en buenos términos; de esta forma se predispone a una conducta
prosocial y a menos problemas de conducta. Los niños y adolescentes que tienden a presentar
ausencia de padre y relaciones poco interesadas parentales generan apego inseguro evitativo. En
la relación con la madre existe el aprendizaje de conductas adaptativas como pedir ayuda y
comunicación eficaz, que le permite ser abierto ante temas problemáticos como el acoso; es aquí
en donde se vuelven emocionalmente competentes, pues la madre es la principal cuidadora y
figura de apego. Además, estadísticamente los niños y adolescentes apegados sanamente a la
madre suelen ser los protectores de los niños víctimas de bullying.
El enlace entre el bullying y el estilo de cuidado parental se determina, según Fite & Cooley
(2024) de la siguiente manera: en el estilo permisivo, donde existen mayores probabilidades de
que el niño se convierta en víctima, y el estilo sobreprotector que evoca a la victimización por
parte de pares, en especial en mujeres adolescentes. La explicación se basa en la falta de
interacción con otros que desarrolla menor competencia social, por ende, mayor rechazo de los
pares; mientras tanto, el estilo autoritario está ligado a las conductas agresivas en varones. Todos

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estos estilos problemáticos parentales provocan apegos inseguros, y afectan no solo a la persona
sino también a su entorno.
MATERIALES Y MÉTODOS
El estudio adoptó un enfoque cuantitativo, con diseño correlacional y corte transversal, se
basó en una sólida fundamentación teórica seleccionando información a partir del análisis de una
muestra de 341 historias clínicas donde se registran las baterías psicológicas aplicadas
previamente por los profesionales de las diferentes instituciones educativas fiscales y
fiscomisionales de los cantones, Riobamba y Guano de la provincia de Chimborazo.
Instrumentos
Para evaluar el apego se utilizó la prueba Camir-R que posee 32 ítems correspondientes a
una escala tipo Likert donde se muestran diferentes alternativas de respuesta que van desde
totalmente en desacuerdo (puntuación: 1), hasta totalmente de acuerdo (puntuación: 5); su
consistencia interna fue valorada mediante el alfa de Cronbach; se alcanzaron valores
satisfactorios (Balluerka et al., 2011).
Se utilizó la escala de victimización en la escuela basada en Mynard y Joseph (2000) que
consta de 22 ítems, en los cuales los 20 primeros analizan situaciones de victimización directa e
indirecta entre iguales, donde se miden tres factores importantes: victimización relacional
agrupada en 10 ítems, seguida de la victimización manifiesta física que agrupa a cuatro ítems y
la victimización manifiesta verbal con seis ítems. El literal 21 permite conocer si el sujeto bajo
análisis es agredido por una o varias personas mientras que el ítem 22 da a conocer la frecuencia.
El instrumento posee un alfa de Cronbach de 0,909.
Procesamiento de datos
Los datos fueron extraídos de las historias clínicas almacenadas en algunas instituciones
educativas de la provincia de Chimborazo.
Una vez que se obtuvo los permisos pertinentes por parte de las autoridades institucionales,
se procedió a la selección de los sujetos de estudio, en este caso, las historias clínicas fueron
revisadas con el objetivo de recopilar información relevante para la investigación.
Los datos recolectados se organizaron en el programa Microsoft Excel y posteriormente
analizados, utilizando el software Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 25.0,
se realizaron pruebas de normalidad de kolmogorov smirnov, análisis estadísticos descriptivos
como tablas de frecuencias absolutas y relativas, y estadística inferencial con el fin de explorar la
relación entre las variables.
Consideraciones éticas
La investigación se ajustó a normas y principios que rigen la profesión, destacando la
confidencialidad de la identidad de los participantes y de los resultados; se contó con la

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aprobación de las diferentes autoridades encargadas para acceder a datos de gran interés para la
ejecución de la investigación.
RESULTADOS
Tabla 1
Comparación de las dimensiones de apego según el género
Dimensiones de apego Masculino Femenino X2
Media 𝝈 Media 𝝈 p
Seguridad 30,01 4,01 30,08 4,60 0,910
Preocupación familiar 23,56 3,02 21,92 4,12 0,000
Interferencia de los padres 14,64 2,73 13,16 3,05 0,000
Valor de la autoridad de los padres 13,71 1,49 13,61 1,69 0,648
Permisibilidad parental 7,73 1,90 6,64 2,02 0,000
Autosuficiencia y rencor contra los padres 12,45 3,01 11,41 3,12 0,016
Traumatismo infantil 12,18 4,11 11,41 4,23 0,185
En lo correspondiente a la comparación de medias en las dimensiones de apego según el
género presentados en la tabla 1, se pudo encontrar diferencias estadísticamente significativas
(p<0,05) en las tipologías: preocupación familiar, interferencia de los padres, permisibilidad
parental y autosuficiencia y rencor contra los padres, notándose una mayor presencia en el género
masculino.
Tabla 2
Correlación entre las dimensiones de apego y los factores del bullying
Correlaciones Victimización
relacional
Victimización
manifiesta
física
Victimización
manifiesta
verbal
Seguridad -,147** -,143** -,226**
Preocupación familiar 0,061 -0,001 0,004
Interferencia de los padres 0,026 0,004 ,123*
Valor de la autoridad de los padres -0,021 -0,097 -,116*
Permisibilidad parental 0,056 ,123* ,153**
Autosuficiencia y rencor contra los padres ,256** ,107* ,265**
Traumatismo infantil ,172** ,197** ,287**
** La correlación es significativa en el nivel 0,01 (bilateral).
* La correlación es significativa en el nivel 0,05 (bilateral).
El análisis de correlaciones presentado (tabla 2) examina las relaciones entre diferentes
formas de victimización (relacional, manifiesta física y verbal) y varios aspectos relacionados con
el apego. Los resultados muestran correlaciones significativas negativas entre la seguridad y todas
las formas de victimización, indicando que un mayor apego seguro se asocia con menor
victimización. No se encontraron correlaciones significativas con la preocupación familiar. La
interferencia de los padres y el valor de la autoridad de los padres muestran correlaciones débiles

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pero significativas solo con la victimización manifiesta verbal. La permisibilidad parental se
correlaciona positivamente con la victimización manifiesta física y verbal.
Notablemente, la autosuficiencia y rencor contra los padres, así como el traumatismo
infantil, muestran correlaciones positivas significativas con todas las formas de victimización,
sugiriendo qué experiencias negativas en las relaciones familiares se asocian con mayor
vulnerabilidad a la victimización. Estas correlaciones varían en fuerza, al ser en su mayoría
débiles a moderadas, y son significativas en los niveles 0,01 o 0,05, lo que indica que estas
relaciones probablemente no son resultado del azar.
Tabla 3
Modelos de regresión entre las dimensiones de apego y los factores del bullying
Modelo R R cuadrado
R cuadrado
ajustado
Error estándar
de la estimación
1 ,292a 0,085 0,077 4,86148
a Predictores: (Constante), Traumatismo infantil, Seguridad, Autosuficiencia y rencor contra los
padres
b Variable dependiente: Victimización relacional
2 ,228a 0,052 0,044 1,26105
a Predictores: (Constante), Traumatismo infantil, Seguridad, Autosuficiencia y rencor contra los
padres
b Variable dependiente: Victimización manifiesta física
3 ,324a 0,105 0,097 2,3487
a Predictores: (Constante), Traumatismo Infantil, Seguridad, Autosuficiencia y rencor contra los
padres
b Variable dependiente: Victimización manifiesta verbal
Los resultados del análisis de regresión múltiple (tabla 3) revelaron patrones interesantes
en la relación entre las dimensiones de apego y las formas de victimización entre pares. Se
desarrollaron tres modelos distintos, cada uno enfocado en una forma específica de victimización:
relacional, manifiesta física y verbal. Los predictores utilizados en todos los modelos fueron:
traumatismo infantil, seguridad y autosuficiencia y rencor contra los padres.
El modelo que explicó la victimización relacional mostró una correlación débil pero
significativa (R = 0,292, p < ,001). El coeficiente de determinación (R² = 0,085) indicó que
aproximadamente el 8,5 % de la varianza en la victimización relacional podía ser explicada por
los predictores del modelo. Tras el ajuste por el número de predictores, el R² ajustado fue de
0,077, sugiriendo que el 7,7 % de la variabilidad en la victimización relacional era explicada por
el modelo. El error estándar de la estimación fue de 4,86148, indicando la desviación promedio
de los valores predichos respecto a los observados.
En cuanto a la victimización manifiesta física, el modelo presentó la correlación más débil
de los tres (R = 0,228, p < ,001). El R² de 0,052 sugiere que solo el 5,2 % de la varianza en este
tipo de victimización es explicada por los predictores del modelo. El R² ajustado de 0,044 indica
que, considerando el número de predictores, el modelo explica el 4,4 % de la variabilidad en la

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victimización manifiesta física. El error estándar de la estimación fue el más bajo de los tres
modelos (1,26105), lo que podría reflejar una menor variabilidad en las puntuaciones de esta
forma de victimización.
El modelo para la victimización manifiesta verbal demostró la correlación más fuerte de
los tres (R = 0,324, p < ,001), aunque aún en el rango de débil a moderada. El R² de 0,105 indica
que el 10,5 % de la varianza en la victimización manifiesta verbal es explicada por los predictores
del modelo. El R² ajustado de 0,097 sugiere que, ajustando por el número de predictores, el
modelo explica el 9,7 % de la variabilidad en este tipo de victimización. El error estándar de la
estimación fue de 2,3487.
Un análisis más detallado del modelo de victimización manifiesta verbal reveló que la
seguridad presentó una relación negativa significativa (β = -0,194, p = 0,001) con la victimización,
sugiriendo un posible efecto protector. Por otro lado, la autosuficiencia y rencor contra los padres
mostró una relación positiva significativa (β = 0,131, p = 0,031), indicando que mayores niveles
de esta variable se asocian con un aumento en la victimización manifiesta verbal. Curiosamente,
el traumatismo infantil no mostró una relación significativa con la victimización manifiesta verbal
cuando se controlaron las otras variables (β = 0,076, p = 0,224).
Adicionalmente, estos resultados sugieren que los factores relacionados con el apego
poseen un papel en la predicción de la victimización entre pares, particularmente en su forma
verbal manifiesta. Sin embargo, una gran proporción de la varianza en todas las formas de
victimización permanece sin explicar por estos modelos. Esto indica la necesidad de considerar
factores adicionales en futuros estudios para obtener una comprensión más completa de los
mecanismos que subyacen a la victimización entre pares. Además, la variabilidad en el poder
explicativo de los modelos para diferentes formas de victimización sugiere que los factores de
apego pueden tener distintos grados de influencia dependiendo del tipo específico de
victimización considerado.
DISCUSIÓN
El objetivo principal de este estudio fue examinar la relación entre las dimensiones del
apego y los factores de bullying en estudiantes de bachillerato de los cantones Riobamba y Guano,
en la provincia de Chimborazo. Los análisis descriptivos revelaron diferencias estadísticamente
significativas (p<0,05) en las tipologías de preocupación familiar, interferencia parental,
permisividad de los padres, autosuficiencia y resentimiento, con una prevalencia mayor en el
género masculino, como se presenta en la tabla 1.
Estas diferencias podrían explicarse por varias razones. En primer lugar, los patrones de
crianza y socialización tienden a variar según el género. Tradicionalmente, se espera que los
varones sean más independientes y autosuficientes, mientras que a las mujeres se les inculca
mayor dependencia y apego familiar. Esto podría generar en los varones una tendencia a

Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 3438
desarrollar más preocupación, interferencia y resentimiento hacia los padres (Gómez-Ortiz et al.,
2015; Del Giudice, 2019).
No obstante, la teoría clásica de Bowlby (1999), plantea que el sistema de apego es un
mecanismo evolutivo cuyo propósito principal es asegurar la supervivencia del niño al mantener
a los cuidadores cercanos y disponibles. Desde esta mirada, tanto niños como niñas enfrentan las
mismas amenazas y necesitan la misma protección, por lo que no existirían diferencias evolutivas
en los estilos de apego según el género en etapas tempranas.
Otra explicación posible es que, debido a normas de masculinidad, los hombres suelen tener
mayor dificultad para expresar sus emociones y apegos de manera abierta. Esto podría reflejarse
en puntuaciones más altas en autosuficiencia y permisividad parental, como una estrategia para
ocultar o negar necesidades afectivas (Guzmán et al., 2016; Gordillo-León et al., 2021).
Además, algunos estudios sugieren la existencia de diferencias biológicas en el desarrollo
del apego según el género, aunque la evidencia es contradictoria (Geary, 2010; Buss, 2016;
Kirkpatrick, 1988; Del Giudice & Belsky, 2010). Mientras que psicólogos evolutivos argumentan
a favor de estas diferencias, otros investigadores, incluidos los psicólogos sociales y el propio
Bowlby (1999), sostienen que las diferencias parecen estar más vinculadas con factores
ambientales y socioculturales.
Por último, resulta esencial tener en cuenta el tamaño y las características de la muestra. La
distribución por género no es equitativa, ya que en el estudio participaron 277 mujeres y 64
hombres, lo que podría afectar la significatividad estadística de los resultados.
En cuanto al análisis de correlaciones mostrado en la tabla 2, se revela relaciones
interesantes entre el apego y las formas de victimización (relacional, física y verbal). Los datos
muestran que un apego seguro está inversamente relacionado con la victimización: cuanto mayor
es la seguridad en el apego, menor la victimización sufrida. En contraste, variables como la
interferencia y el valor de la autoridad parental presentan una relación débil con la victimización
verbal. La permisividad parental, por otro lado, se asocia positivamente con la victimización física
y verbal, mientras que la autosuficiencia, el rencor hacia los padres y experiencias de trauma
infantil establecen una relación positiva significativa con todas las formas de victimización. Estas
asociaciones, aunque no muy fuertes, son consistentes y estadísticamente significativas.
Estos hallazgos permiten reflexionar sobre la influencia que tiene el estilo de apego y las
dinámicas familiares en la vulnerabilidad de los adolescentes a la victimización. En primer lugar,
la relación negativa entre el apego seguro y las formas de victimización apoya la idea de que una
base emocional estable, que proviene de un apego seguro, actúa como un factor protector contra
el bullying (Garrido-Rojas, 2006; Paez & Rovella, 2019). Esto es consistente con estudios que
indican que los jóvenes con apego seguro tienen mejores habilidades de afrontamiento y redes de
apoyo, lo que reduce su susceptibilidad a ser victimizados (De Oliveira et al., 2020; Magaz et al.,
2011; Mohammadzadeh et al., 2020).

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Por otro lado, la permisividad parental parece estar relacionada con una mayor
victimización física y verbal. Esta correlación podría explicarse por la falta de límites claros y la
ausencia de una supervisión adecuada, lo que deja a los adolescentes más expuestos a
comportamientos agresivos en contextos escolares (Luk et al., 2016; Grama et al., 2024). Según
Chavarín-García & Gálvez-Hernández (2018), la permisividad parental, al ser un estilo menos
estructurado, puede dificultar la adquisición de habilidades sociales efectivas, incrementando así
la vulnerabilidad a ser objeto de maltrato por parte de los compañeros.
Las correlaciones positivas entre la autosuficiencia, el rencor hacia los padres y la
victimización destacan cómo la distancia emocional y el resentimiento dentro del hogar pueden
predisponer a los adolescentes a experiencias de acoso (Flores et al., 2018). Estas actitudes pueden
reflejar intentos de sobrecompensar carencias emocionales mediante comportamientos
autodefensivos que, paradójicamente, los colocan en una posición de mayor riesgo (Del Giudice
& Belsky, 2010). Además, la conexión entre el trauma infantil y la victimización subraya el papel
de las experiencias adversas tempranas en la construcción de patrones de relación dañinos, lo que
coincide con la perspectiva de la teoría del apego sobre cómo las experiencias negativas pueden
alterar el desarrollo socioemocional.
Aunque las correlaciones encontradas son en su mayoría de débiles a moderadas, su
significatividad estadística sugiere que no se trata de relaciones aleatorias. Es importante, no
obstante, considerar que estas asociaciones no implican causalidad directa, y se debe profundizar
en estudios longitudinales que exploren los mecanismos específicos a través de los cuales el apego
y las dinámicas familiares influyen en la vulnerabilidad a la victimización.
En cuanto a los modelos de regresión múltiple que se observan en la tabla 3, en el presente
estudio se revelan asociaciones significativas pero modestas entre las dimensiones del apego y las
formas de victimización entre pares, hallazgos que coinciden con el estudio de Negrini (2018),
que identificó complejas interrelaciones entre estos constructos. La correlación más fuerte
observada en el modelo de victimización manifiesta verbal sugiere que ciertos factores de apego,
como la seguridad y la autosuficiencia, pueden desempeñar roles diferenciados en la dinámica de
victimización (Sroufe, 2005).
El papel protector de la seguridad, indicado por la relación negativa con la victimización
manifiesta verbal (β = -0,194, p = 0,001), es particularmente relevante, ya que apoya la hipótesis
de que una base segura en las relaciones tempranas contribuye a la resiliencia emocional y social
(Duschinsky, 2015; Bowlby, 1999). Este hallazgo resuena con estudios longitudinales que han
demostrado que la seguridad en el apego es un factor predictivo clave de la competencia social y
la adaptación en la infancia y la adolescencia (Groh et al., 2014).
Por otro lado, la relación positiva entre la autosuficiencia y rencor contra los padres y la
victimización manifiesta verbal (β = 0,131, p = 0,031) sugiere que los estilos de apego
caracterizados por la evitación pueden estar asociados con comportamientos que facilitan la

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victimización. Este hallazgo está alineado con la teoría del apego que postula que los individuos
con apego evitativo, al exhibir independencia excesiva y dificultades en la expresión emocional,
pueden tener más dificultades en la gestión de las interacciones sociales conflictivas (Mikulincer
& Shaver, 2007).
A pesar de la importancia de estos hallazgos, es fundamental reconocer que una gran
proporción de la varianza en todas las formas de victimización permanece sin explicar por los
modelos presentados. Esto sugiere que otros factores, posiblemente incluyendo aspectos del
contexto escolar, relaciones con pares y factores temperamentales, podrían estar influyendo en la
victimización (Ladd et al., 2017). Estudios futuros deben considerar la inclusión de variables
adicionales, como la calidad de las relaciones con los pares y los estilos parentales, así como
explorar posibles efectos mediadores y moderadores para obtener una comprensión más integral
de este fenómeno (Prakash et al., 2022).
Además, la naturaleza relativamente débil de las correlaciones observadas subraya la
complejidad inherente a los fenómenos psicosociales y la necesidad de utilizar enfoques
multimétodo y análisis longitudinales para capturar mejor las dinámicas temporales y los
mecanismos subyacentes en juego (Cicchetti & Rogosch, 2001). También es posible que existan
efectos no lineales y bidireccionales entre el apego y la victimización no capturados en los
modelos actuales, lo que podría ser una vía fructífera para futuras investigaciones.
Finalmente, si bien los resultados presentan asociaciones estadísticamente significativas
entre las dimensiones de apego y la victimización entre pares, el poder explicativo limitado de los
modelos indica la necesidad de ampliar el marco teórico y metodológico para incluir una gama
más amplia de factores y procesos contextuales. Este enfoque ayudará a desarrollar intervenciones
más específicas y efectivas para reducir la victimización entre pares y promover un desarrollo
socioemocional saludable.
CONCLUSIONES
En la comparación realizada sobre las dimensiones de apego según el género, se pudo
encontrar diferencias estadísticamente significativas en la preocupación familiar, interferencia de
los padres, permisibilidad parental y autosuficiencia y rencor contra los padres, dichas
dimensiones se presentan con mayor intensidad en los hombres.
La dimensión seguridad presentó una correlación significativa y negativa en cuanto a las
variables: victimización relacional, victimización manifiesta física y verbal; a su vez, dichos
factores de bullying se relacionaron de manera positiva con la permisibilidad parental,
autosuficiencia y rencor contra los padres y el traumatismo infantil.
Los resultados de los análisis de regresión múltiple revelaron asociaciones débiles. Los
modelos explicaron entre el 5,2 % y el 10,5 % de la varianza en la victimización relacional,
manifiesta física y verbal, con el modelo de victimización manifiesta verbal mostrando la
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correlación más fuerte (R = 0,324, p < ,001). Aunque estos coeficientes de determinación son
relativamente bajos, resultan estadísticamente significativos y consistentes con la complejidad
inherente a los fenómenos psicosociales. En particular, la seguridad emergió como un factor
protector significativo contra la victimización manifiesta verbal (β = -0,194, p = 0,001), mientras
que la autosuficiencia y rencor contra los padres se asoció positivamente con este tipo de
victimización (β = 0,131, p = 0,031). Estos hallazgos, aunque modestos en magnitud, subrayan la
relevancia de las dimensiones de apego en la comprensión de la victimización entre pares y
sugieren la necesidad de considerar variables adicionales y posibles efectos no lineales en futuras
investigaciones para obtener una comprensión más completa de este fenómeno multifacético.

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