Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2385
https://doi.org/
10.69639/arandu.v12i2.1072
Impacto de la pandemia de COVID-19 en el desarrollo
neuropsicológico infantil: una revisión crítica de la literatura

Impact of the COVID
-19 pandemic on children’s neuropsychological development: a
critical literature review

Slendy Pamela Maldonado Rodríguez

Spmaldonado854@gmail.com

https://orcid.org/0009-0005-3045-2221

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Bucaramanga Colombia

Sandra Milena Castro Cabrera

https://orcid.org/0000-0002-8404-9674

sandramilecc@gmail.com

Universidad de Manizales

Manizales Colombia

Diana Marcela Hernández Muñoz

dianitamh117@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-9923-5840

Universidad Industrial de Santander

Bucaramanga Colombia

María Natalia Leal Flórez

natalialeal9812@gmail.com

https://orcid.org/0009-0009-0438-2724

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Bucaramanga Colombia

Daniel Jacob Gil Contreras

danieljacobgil2013@gmail.com

https://orcid.org/0009-0007-8509-8500

Universidad Nacional de Colombia

Artículo recibido: 10 abril 2025 - Aceptado para publicación: 20 mayo 2025

Conflictos de intereses: Ninguno que declarar

RESUMEN

La pandemia de COVID-19 ha generado preocupaciones sustanciales sobre el desarrollo
neuropsicológico de los niños en sus primeros años de vida. Esta revisión crítica sintetiza la
evidencia científica reciente acerca de cómo las medidas aplicadas durante la pandemia han
afectado el desarrollo infantil en preescolares (0-5 años) y escolares (6-12 años) a nivel mundial.
Se analizan estudios cuantitativos y cualitativos que documentan retrasos en el desarrollo del
lenguaje, dificultades en las habilidades de socialización y problemas de aprendizaje, basados en
observaciones clínicas y conductuales (sin profundizar en aspectos neurobiológicos). La
introducción contextualiza la magnitud del impacto global de la pandemia sobre la infancia y la
importancia de comprender sus efectos en el neurodesarrollo. Posteriormente se describen los
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2386
retrasos lingüísticos, las alteraciones socioemocionales y las pérdidas de aprendizaje; la discusión
examina causas plausibles (aislamiento social, enseñanza en línea, estrés familiar, desigualdades),
y las conclusiones ofrecen recomendaciones para mitigarlos.

Palabras clave: COVID-19, desarrollo infantil, desarrollo del lenguaje, habilidades
sociales, aprendizaje

ABSTRACT

The COVID
-19 pandemic has raised substantial concerns about the neuropsychological
development of young children. This critical review compiles and evaluates recent evidence on

how pandemic
-related measures have affected child development in preschoolers (0-5 years) and
school
-age children (6-12 years) worldwide. Quantitative and qualitative studies documenting
language delays, socialization difficulties and learning losses
based on clinical and behavioral
observations are analyzed. The introduction outlines the global impact of the pandemic on

children’s lives and the
need to understand its neurodevelopmental effects. Subsequent sections
detail language delays, socio
-emotional alterations and learning deficits; the discussion explores
plausible causes (social isolation, remote schooling, family stress, inequalities), an
d the
conclusions propose recommendations to mitigate them.

Keywords
: COVID-19, child development, language development, social skills, learning
Todo el contenido de la Revista Científica Internacional Arandu UTIC publicado en este sitio está disponible bajo
licencia Creative Commons Atribution 4.0 International.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2387
INTRODUCCIÓN

La pandemia de COVID-19 provocó perturbaciones sin precedentes en la vida cotidiana de
millones de niños, alterando los entornos familiares, educativos y sociales fundamentales para su
desarrollo. Entre 2020 y 2021 las medidas de salud pública confinamiento domiciliario, cierre de
guarderías y escuelas, distanciamiento social transformaron drásticamente las experiencias de
estimulación temprana, aprendizaje y convivencia infantil (1). Se estima que el 95 % de la
población estudiantil mundial sufrió la interrupción de la enseñanza presencial durante los picos
de la crisis (1). Incluso tras la reapertura, la docencia continuó afectada por modelos híbridos y
ausencias frecuentes de alumnos o docentes debido a cuarentenas (1). Los periodos prolongados
de aislamiento limitaron las oportunidades de juego, la interacción con pares y la participación en
actividades lúdicas o extracurriculares (1). Al mismo tiempo, muchas familias afrontaron estrés
económico y psicosocial al equilibrar teletrabajo, cuidado en casa y educación de los hijos (1).
Estos factores perjudicaron el bienestar infantil y la calidad de las interacciones familiares, con
mayor impacto en hogares de bajos ingresos, agravando desigualdades preexistentes (1). El
desarrollo neuropsicológico abarca la adquisición de habilidades cognitivas, lingüísticas, sociales
y motoras, que avanzan rápidamente en los primeros años de vida. Experiencias enriquecedoras
e interacciones sociales frecuentes son críticas para un desarrollo óptimo (2,3). Por ello, las
restricciones impuestas generaron preocupación entre pediatras, psicólogos y educadores,
especialmente en la primera infancia y en los primeros años de la escolaridad (3). En los dos
últimos años han proliferado estudios que cuantifican y caracterizan estos efectos. Informes
clínicos señalan aumentos de consultas por retraso del habla y problemas conductuales en niños
nacidos durante la pandemia; evaluaciones estandarizadas y pruebas académicas evidencian
cambios frente a cohortes previas; y reportes cualitativos describen mayor apego a cuidadores,
dificultades de socialización y regresión de hitos del desarrollo. El propósito de esta revisión es
sintetizar los hallazgos más relevantes sobre el impacto de la pandemia en el desarrollo
neuropsicológico infantil lenguaje, socialización y aprendizaje para fundamentar intervenciones
y políticas que promuevan la recuperación de la generación pos-pandemia.

MATERIALES Y MÉTODOS

Se realizó una revisión narrativa crítica siguiendo las recomendaciones del marco PRISMA
2020 para revisiones de la literatura. Se buscó evidencia publicada entre enero de 2020 y abril de
2025 sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en el desarrollo neuropsicológico infantil
(lenguaje, socialización y aprendizaje) en niños de 0 a 12 años. Las fuentes primarias fueron
PubMed/MEDLINE, Scopus y UpToDate, complementadas con literatura gris procedente de
organismos internacionales y sociedades científicas. La estrategia combinó términos MeSH y
DeCS relativos a “COVID-19”, “desarrollo infantil”, “neurodesarrollo”, “desarrollo del
lenguaje”, “habilidades sociales”, “aprendizaje” y rangos etarios “preschool child” y “school-age
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2388
child”, aplicando filtros de edad, idioma (inglés y español) y tipo de publicación (estudios
originales, metanálisis, revisiones sistemáticas, ensayos clínicos y cohortes). Se incluyeron
investigaciones con población pediátrica sana expuesta a medidas pandémicas (confinamiento,
educación en línea, distanciamiento social) que reportaran resultados en lenguaje, socialización o
rendimiento académico. Se excluyeron estudios centrados en secuelas neurológicas directas de la
infección por SARS-CoV-2, series de casos sin comparación pre-pandemia, poblaciones con
trastornos del neurodesarrollo preexistentes no analizadas por separado y artículos sin texto
completo disponible. Dos revisores independientes cribaron títulos y resúmenes, resolviendo
discrepancias con un tercer revisor; los textos elegibles se evaluaron íntegramente. Para cada
estudio se extrajeron país, periodo, tamaño y edad muestral, diseño, instrumentos utilizados,
hallazgos y limitaciones; la información se volcó en tablas comparativas que sintetizan los
resultados por dominio (lenguaje, socialización, aprendizaje). Dada la heterogeneidad de métodos
y desenlaces, se optó por una síntesis narrativa en lugar de metanálisis cuantitativo. Finalmente,
se reconocen limitaciones inherentes: la posible omisión de estudios no indexados, la variabilidad
cultural entre contextos y la dificultad para aislar el efecto de cada factor pandémico, así como la
rápida evolución de la literatura posterior al cierre de la búsqueda (abril 2025).

RESULTADOS

Retrasos en el desarrollo del lenguaje

El desarrollo neuropsicológico abarca la adquisición de habilidades cognitivas, lingüísticas,
sociales y motoras, las cuales típicamente progresan rápidamente durante los primeros años de
vida. La literatura sugiere que las experiencias enriquecedoras e interacciones sociales frecuentes
son críticas para un desarrollo óptimo en estas áreas (2,4). Por tanto, las restricciones durante la
pandemia generaron preocupación entre pediatras, psicólogos y educadores sobre posibles efectos
negativos en el desarrollo infantil, especialmente en etapas sensibles como la primera infancia y
los años iniciales de la educación primaria (1,4). En los últimos dos años se han acumulado
estudios que intentan cuantificar y caracterizar estos efectos. Diversos informes clínicos han
señalado un aumento en las consultas por retrasos del habla y problemas conductuales en niños
pequeños nacidos en época de pandemia. Asimismo, investigaciones cuantitativas incluyendo
evaluaciones estandarizadas del desarrollo, encuestas parentales y mediciones de rendimiento
académico están arrojando evidencia sobre cambios en parámetros del desarrollo en comparación
con cohortes previas a 2020. En paralelo, estudios cualitativos y reportes observacionales han
documentado comportamientos atípicos en niños durante el confinamiento, como mayor apego a
los cuidadores, dificultades para socializar con iguales tras largos periodos en casa e inusual
regresión en hitos del desarrollo. Esta revisión crítica de la literatura tiene como objetivo sintetizar
los hallazgos científicos más relevantes sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en el
desarrollo neuropsicológico infantil, con énfasis en niños preescolares (05 años) y escolares (6
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2389
12 años). Se abordarán tres dominios clave del desarrollo: el lenguaje, la socialización y el
aprendizaje. En cada apartado, se resumirá la evidencia disponible de estudios recientes
(principalmente de los últimos cinco años) que documentan retrasos o dificultades en dichos
ámbitos, así como las observaciones clínicas reportadas. Posteriormente, en la Discusión se
analizarán críticamente las posibles causas de estos efectos, considerando factores derivados de
la pandemia como el aislamiento social, la transición a la educación remota y el aumento del
estrés familiar, entre otros. Finalmente, se presentarán conclusiones con implicaciones prácticas
y recomendaciones para intervenciones futuras, con miras a apoyar la recuperación y promoción
del desarrollo infantil en la era post-pandemia.

Los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del lenguaje y la comunicación.
Durante este periodo, la interacción verbal con cuidadores y pares, la exposición a un entorno
lingüístico rico y la educación inicial sientan las bases de las habilidades de lenguaje. La pandemia
alteró muchos de estos elementos: menos contacto con familiares extendidos y otros niños,
cuidadores más estresados y uso creciente de mascarillas, lo que pudo dificultar la percepción de
expresiones faciales y sonidos del habla. En este contexto, múltiples estudios han explorado si los
niños pequeños expuestos a la pandemia muestran retrasos en el lenguaje en comparación con
cohortes previas. Un meta-análisis internacional (10 estudios de 6 países) publicado en 2025
encontró que, si bien en general el desarrollo infantil durante la pandemia no diferió
significativamente del período pre-pandémico, el dominio del lenguaje y comunicación sí resultó
notablemente afectado (9). Específicamente, los niños evaluados durante la pandemia
presentaron, en promedio, un desempeño más pobre en las pruebas de lenguaje (tamaño del efecto
= 0,46) y una probabilidad 72% mayor de retraso en lenguaje respecto a niños evaluados antes
de 2020 (9). Esto sugiere un impacto significativo de la pandemia sobre la adquisición del
lenguaje temprano (9). De hecho, los autores concluyen que la exposición a la pandemia no se
asoció a retrasos globales del desarrollo, pero sí tuvo un efecto adverso específico en la
comunicación lingüística*, instando a reforzar la intervención temprana para subsanar estos
retrasos (9). Estos hallazgos cuantitativos coinciden con revisiones amplias del tema. Una revisión
de alcance (scoping review) que sintetizó 94 estudios internacionales confirmó tendencias
preocupantes (10). La mayoría de los estudios incluidos reportaron un declive respecto a lo
esperado en la adquisición del lenguaje en niños pequeños durante la pandemia (10). Se
observaron retrasos o ralentización en aspectos como el vocabulario, el desarrollo de la
morfosintaxis, la comunicación social y las habilidades prelectoras (10). En varios casos, también
se documentó un menor nivel de “preparación escolar” en términos de comunicación y lenguaje
de los niños que vivieron sus primeros años en la era COVID-19 (10). En síntesis, esta amplia
revisión concluye que tanto el entorno lingüístico de los niños (por ejemplo, menor interacción
en entornos grupales, cierre de guarderías, uso de mascarillas) como sus resultados lingüísticos
se vieron significativamente afectados por la pandemia (10). La investigación longitudinal ofrece
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2390
evidencia adicional de retrasos en lenguaje entre los llamados “bebés de la pandemia”. Un estudio
de cohorte en Portugal dio seguimiento a un grupo de niños nacidos durante 20202021,
evaluando distintos hitos del lenguaje hasta los 30 meses de edad (11). Sus resultados mostraron
que estos niños desempeñaron sistemáticamente peor en todas las evaluaciones de lenguaje en
comparación con datos pre-pandemia (11). Por ejemplo, a los 12 meses de edad no demostraban
habilidades típicas de segmentación de palabras que solían observarse en bebés pre-2020 (11).
Asimismo, a los 20 meses fracasaban en tareas sencillas de aprendizaje de nuevas palabras que
antes de la pandemia los niños ya podían realizar exitosamente (11). Entre los 12 y 24 meses, los
informes parentales indicaron un vocabulario expresivo más reducido en comparación con niños
de cohortes anteriores (11). Finalmente, a los 30 meses de edad, estos niños obtuvieron puntajes
inferiores en escalas estandarizadas de lenguaje y comunicación, con una edad del desarrollo
lingüístico menor a la esperada para su edad cronológica (11). Importante resulta mencionar que
en este estudio las áreas de comunicación social no mostraron diferencias significativas,
sugiriendo cierta resiliencia en la interacción social básica, pero el retraso en lenguaje estructural
(vocabulario, segmentación, etc.) fue evidente (11). Los autores concluyeron que los bebés
nacidos durante la pandemia presentan un desarrollo lingüístico más pobre que persiste al menos
hasta los 2,5 años de edad, atribuyendo estos hallazgos a la disminución de estímulos sociales y
lingüísticos durante el confinamiento (11). Desde la perspectiva clínica, estos resultados
cuantitativos se han visto reflejados en la práctica. Pediatras y terapeutas del lenguaje reportan un
aumento notable en el número de niños pequeños con retraso en el habla que acuden a evaluación
e intervención en comparación con años previos (5). Por ejemplo, en EE. UU. se han
documentado incrementos de hasta el doble en diagnósticos de retraso del habla en niños menores
de 3 años durante 20212022, en relación con datos de 20182019 (5). Muchos de estos niños
presentan vocabulario muy limitado y dificultades para articular palabras sencillas a edades en
que típicamente ya deberían comunicarse mediante frases. Especialistas atribuyen este fenómeno
a factores como menos interacción con pares, menos exposición a conversaciones grupales (p. ej.,
en guarderías) y posiblemente mayor tiempo frente a pantallas durante el confinamiento en
detrimento del tiempo de conversación (6). Cabe señalar que el uso extensivo de mascarillas por
parte de adultos también ha sido un factor debatido; si bien algunos estudios sugieren que las
mascarillas en entornos educativos no impidieron sustancialmente la comprensión verbal básica
(7), otros señalan que pudieron reducir pistas visuales importantes para la adquisición del lenguaje
(como la lectura de labios y la observación de gestos faciales) especialmente en niños con pérdidas
auditivas o trastornos de comunicación preexistentes (8). En resumen, la evidencia recopilada
indica que la pandemia de COVID-19 se asoció con retrasos modestos pero significativos en el
desarrollo del lenguaje infantil, particularmente en áreas de vocabulario, comunicación verbal y
habilidades lingüísticas preparatorias para la escuela (9,10). Estos retrasos parecen originarse en
la combinación de menos interacciones sociales directas, alteraciones en las rutinas educativas y
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2391
posiblemente mayores niveles de estrés y distracción en el entorno familiar durante los periodos
críticos de aprendizaje lingüístico. La siguiente tabla resume estudios clave sobre el impacto de
la pandemia en el desarrollo del lenguaje infantil.

Tabla 1

Principales características de estudios seleccionados sobre retrasos en el desarrollo del
lenguaje asociados a la pandemia de COVID-19

Estudio (país)
Población y edad Metodología Hallazgos principales Conclusiones de los autores
O’Connor et al., 2025
(Multinacional) (9)

Meta-análisis (10
estudios, 6 países);
Niños 05 años
(desarrollo temprano).

Revisión
sistemática y
meta-análisis de
estudios
comparando
desarrollo pre
vs. intra-
pandemia.

No hubo diferencia significativa
en el desarrollo global pre vs.
pandemia (d ≈ 0,28; n.s.). Sin
embargo, en el dominio
lenguaje/comunicación se halló
un déficit significativo (d =
0,46) y 72% mayor odds de
retraso en niños pandemia vs.
pre-pandemia (9).

La pandemia afectó
específicamente el desarrollo del
lenguaje, aunque el desarrollo
global promedio no cambió. Se
recomienda aumentar
intervenciones tempranas y
currículos enriquecidos para
contrarrestar los retrasos
lingüísticos (9).

Zúñiga-Montańez et
al., 2025 (Global)
(10)

Revisión de alcance (94
estudios); Niños 06
años, diversos países.

Síntesis
narrativa con
datos de 2020
2023 sobre
lenguaje en
pandemia.

Amplia variabilidad
metodológica, pero mayoría de
estudios informan declive en
parámetros de lenguaje infantil
durante la pandemia. Áreas
afectadas: comunicación social,
vocabulario, morfosintaxis,
alfabetización temprana, etc.
(10). También se notó rezago en
habilidades de comunicación
para la “preparación escolar”.

El entorno lingüístico infantil se
vio significativamente perturbado
por la pandemia, resultando en un
desempeño lingüístico inferior al
esperado en múltiples dominios del
lenguaje. Llama a apoyar a
familias, educadores y
formuladores de políticas para
mitigar estos efectos (10).

Pejovic et al., 2024
(Portugal) (11)

Cohorte longitudinal;
~70 infantes nacidos en
2020 (seguimiento hasta
30 meses), comparados
con datos normativos
pre-pandemia.

Evaluaciones
periódicas de
lenguaje: tareas
experimentales
(segmentación
de palabras a 12
m; aprendizaje
de palabras a 20
m) y escalas de
desarrollo (CDI,
CSBS, Griffiths
a 30 m).

Los niños nacidos durante
pandemia mostraron peor
desempeño que cohortes previas
en todos los hitos de lenguaje
evaluados. A 12 meses no
lograban segmentar palabras
(habilidad presente en bebés
pre-2020); a 20 meses fallaban
en aprendizaje de nuevas
palabras (11). Entre 1224 m
tuvieron vocabulario expresivo
más bajo según reportes
parentales. A 30 m,
puntuaciones inferiores en la
escala de lenguaje de Griffiths
(menor “edad lingüística”) (11).
La comunicación social no
mostró diferencias
significativas.

Los infantes pandémicos presentan
desarrollo del lenguaje más pobre
que sus pares pre-pandemia, brecha
que persistió al menos hasta los 2½
años. Señalan que la falta de
interacciones sociales normales y
la menor estimulación lingüística
durante confinamientos
contribuyeron a estos retrasos,
aunque la interacción social básica
pudo mantenerse por
compensación familiar (no
diferencias en socio-
comunicación). Recomiendan
monitorizar a esta cohorte y
brindar apoyo de lenguaje.

Fuente: Elaboración propia. Adaptado de: O’Connor et al. (9).

Problemas en habilidades de socialización

El desarrollo de las habilidades sociales y emocionales en la infancia depende en gran
medida de las oportunidades de interacción con otras personas, especialmente con pares de la
misma edad y con adultos fuera del núcleo familiar. A través del juego compartido, la asistencia
a guarderías o escuelas y la participación en actividades comunitarias, los niños adquieren
destrezas como la comunicación social, la empatía, el manejo de turnos, la cooperación y el
control de impulsos. La pandemia interrumpió bruscamente muchas de estas interacciones: los
niños pasaron largos periodos aislados en casa sin contacto regular con iguales, y las interacciones
que persistieron (p. ej., mediante pantallas) fueron de naturaleza distinta a la convivencia física.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2392
Además, el estrés y la ansiedad generalizados en la sociedad pudieron influir en el clima
emocional que rodeó a muchos niños. En consecuencia, es fundamental examinar cómo estas
circunstancias impactaron el desarrollo socioemocional infantil y las conductas de socialización.
Diversas investigaciones evidencian dificultades en las habilidades de socialización y en el ajuste
socioemocional de los niños expuestos a la pandemia. Un aspecto crítico del desarrollo social
temprano es la llamada cognición social, que incluye la comprensión de las emociones propias y
ajenas, y la habilidad de “ponerse en el lugar del otro”. Un estudio realizado en Estados Unidos
evaluó el impacto de la pandemia en una habilidad específica de cognición social: la comprensión
de las creencias falsas (o false-belief understanding), que típicamente emerge alrededor de los 4
5 años como parte del desarrollo de la Teoría de la Mente. Los investigadores compararon dos
cohortes de niños de 3.5 a 5.5 años: una evaluada antes de la pandemia y otra evaluada después
de los confinamientos, aplicando varias tareas clásicas de creencia falsa ajustadas por edad y nivel
de lenguaje (12). Hallaron que los niños evaluados tras la pandemia obtuvieron puntuaciones
significativamente inferiores en la comprensión de creencias falsas en comparación con los niños
pre-pandemia, incluso controlando estadísticamente la edad y las habilidades de lenguaje (12). Es
decir, demostraron menor capacidad para reconocer que otras personas pueden tener creencias
erróneas o diferentes a la propia realidad, un hito clave del desarrollo social. Además, este déficit
fue más pronunciado en niños de estratos socioeconómicos bajos (12). Los autores interpretan
que la pandemia, al reducir las interacciones cotidianas de los niños con personas fuera del círculo
familiar y limitar las experiencias sociales grupales, afectó negativamente el desarrollo de
habilidades de cognición social en la primera infancia, con un impacto mayor en aquellos con
menos recursos (12). Esta evidencia sugiere que los niños pudieron tener menos oportunidades
de practicar la lectura de intenciones y la perspectiva de otros durante los confinamientos,
traduciéndose en retrasos en esta faceta del desarrollo social. Otros estudios se han centrado en
indicadores más generales de competencia social en grupos grandes de niños. Una investigación
a nivel nacional en Estados Unidos evaluó la salud del desarrollo de 475.740 niños de jardín de
infancia (alrededor de 56 años) antes y después de la aparición de COVID-19, utilizando el
instrumento Early Development Instrument (EDI) que abarca varios dominios del desarrollo
(físico, social, emocional, lenguaje/cognición, comunicación) (13). Entre los hallazgos destaca
que, para los niños que iniciaron el kinder tras la pandemia (cohortes 20212022), los puntajes
en competencia social fueron significativamente más bajos en comparación con las cohortes
inmediatamente anteriores (20182020) (13). Aunque la magnitud de la disminución en el
dominio social fue pequeña (cambio promedio ≈ 0,03 en puntuación EDI, pero estadísticamente
significativo), indica una tendencia negativa en habilidades sociales tras la pandemia (13).
Asimismo, se registraron bajas notables en el dominio de comunicación y conocimientos
generales (0,21) y en lenguaje y desarrollo cognitivo (0,47) en el periodo post-pandemia (13).
Estos resultados sugieren que los niños que vivieron sus años preescolares en contexto de
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2393
pandemia ingresaron al sistema escolar formal con ligeras vulnerabilidades adicionales en la área
socioemocional, además de deficiencias cognitivas y comunicativas más marcadas (13). Es
importante señalar que en este estudio no hubo cambios en el bienestar físico, e incluso el dominio
de madurez emocional mostró una leve mejora promedio en la cohorte post-pandemia
(posiblemente mayor cercanía familiar) o simplemente tendencias previas. No obstante, la
disminución en competencias sociales sugiere que la cohorte de pandemia tenía menos
habilidades para interactuar y desenvolverse socialmente al iniciar la escuela, lo que concuerda
con los informes de educadores sobre niños con mayor timidez, dificultades para compartir o
integrarse en grupos tras el aislamiento prolongado. El impacto de la pandemia en la socialización
también se manifiesta en la capacidad de los niños para autorregular sus emociones y
comportamientos en entornos sociales. Estudios con escalas estandarizadas reportan cambios en
este sentido. Por ejemplo, un meta-análisis sobre desarrollo infantil temprano encontró un
aumento pequeño pero significativo en problemas de conducta y síntomas emocionales en niños
durante la pandemia (4). En concreto, se observaron más comportamientos agresivos, dificultades
de atención, conductas oposicionistas y síntomas de ansiedad/retraimiento en comparación con
niveles pre-pandemia (4). Tales problemas pueden interferir con la socialización adaptativa, ya
que un niño más ansioso, hiperactivo o agresivo puede tener mayores dificultades para jugar en
armonía con otros o seguir normas en grupo. De manera concordante, una encuesta nacional a
profesionales del lenguaje y la audición en EE. UU. reveló que 84% de los terapeutas reportaron
un aumento en niños con dificultades emocionales o conductuales en los últimos dos años (en
comparación con antes de la pandemia) (6). Además, el 78% indicó ver más niños con dificultades
en la comunicación social (p. ej., capacidad de turno conversacional, contacto visual, juego
compartido) que antes (6). Los especialistas atribuyen estas observaciones a la falta de práctica
social durante los confinamientos y a posibles retrocesos en habilidades que normalmente se
adquieren a través de la convivencia regular con pares (6). Un subgrupo especialmente vulnerable
son los niños que atravesaron su etapa de educación preescolar enteramente durante la pandemia.
Algunos informes señalan que estos niños, al reincorporarse a entornos de grupo, mostraron
comportamientos inusuales: mayor ansiedad por separación de sus padres, menor tolerancia a la
frustración y escasas habilidades de juego cooperativo, en comparación con cohortes anteriores
de la misma edad. Educadores de preescolar y primaria temprana describen que muchos niños
post-pandemia necesitaban reaprender las “normas” de la convivencia, como hacer amigos,
esperar su turno y resolver conflictos menores sin intervención adulta constante (14,12). En
esencia, la pandemia pudo haber “oxidado” las habilidades sociales de los niños pequeños,
requiriendo un periodo de readaptación intensiva una vez retomada la socialización presencial.
También se han identificado efectos indirectos que inciden en la socialización infantil. Por
ejemplo, el incremento en el tiempo frente a pantallas durante el confinamiento pudo desplazar
actividades de interacción activa. Estudios longitudinales han asociado un mayor tiempo de
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2394
pantalla en niños pequeños con puntajes más altos (peores) en evaluaciones de problemas
socioemocionales posteriormente (15). Es plausible que, al estar expuestos principalmente a
estímulos de dispositivos en lugar de interacción humana, algunos niños hayan tenido menos
oportunidades de practicar destrezas de comunicación bidireccional y de regulación social.
Adicionalmente, factores de estrés familiar (como padres deprimidos o bajo presión financiera)
pueden haber reducido la calidad de las interacciones padre-hijo, afectando el modelado de
habilidades sociales positivas. Un estudio de cohorte encontró que la depresión parental durante
la pandemia se asoció con mayores retrasos en el desarrollo general a los 5 años (19). Asimismo,
aquellos niños que mantuvieron cierta continuidad en entornos colectivos (por ejemplo, familias
que optaron por burbujas sociales pequeñas, o asistencia limitada a guarderías cuando fue posible)
parecen haber conservado mejores niveles de habilidades sociales en comparación con quienes
estuvieron completamente aislados. Esto resalta la importancia de la interacción social para el
desarrollo socioemocional. En resumen, la evidencia sugiere que la pandemia tuvo un efecto
adverso moderado en las habilidades de socialización de los niños, manifestado en dificultades
de cognición social (12), ligera reducción de competencias sociales al ingreso escolar (18) e
incremento de problemas socio-emocionales que dificultan la interacción armoniosa. Estos
efectos parecen interrelacionados con las experiencias de aislamiento y estrés vividas, y fueron
más acentuados en poblaciones vulnerables (niños de contextos socioeconómicos desfavorecidos,
o con menos acceso a estímulos sociales alternativos). A continuación, se presenta una tabla con
estudios representativos sobre el impacto de la pandemia en la socialización infantil.

Tabla 2

Estudios clave sobre el impacto de la pandemia de COVID-19 en habilidades de socialización y
desarrollo socioemocional en niños

Estudio (país)
Población y edad Metodología Hallazgos principales Conclusiones de los autores
Scott et al., 2024
(EE. UU.) (12)

2 cohortes de niños
3.55.5 años (pre-
pandemia vs. post-
confinamiento); n
≈ 100 total.

Estudio
experimental
comparativo;
tareas de Teoría
de la Mente
(creencia falsa),
ajustando por
edad y lenguaje.

Los niños evaluados tras la
pandemia mostraron rendimiento
inferior en comprensión de
creencias falsas respecto a niños
pre-pandemia (12). La diferencia
persistió al controlar la edad y
nivel de lenguaje, indicando un
retraso específico en cognición
social. El efecto negativo fue más
pronunciado en niños de bajo
nivel socioeconómico (12).

La pandemia (y particularmente el
aislamiento social) perjudicó el
desarrollo de la cognición social en
preescolares, dificultando la habilidad
de entender perspectivas ajenas. Se
infiere que la falta de interacciones con
pares y figuras fuera del hogar redujo
las oportunidades de practicar estas
habilidades. Recomiendan
intervenciones enfocadas en
habilidades socio-cognitivas, sobre
todo para niños de entornos
desfavorecidos.

Perrigo et al., 2025
(EE. UU.) (13)

Análisis
transversal de
tendencia; 475.740
niños (~56 años)
que ingresaron a
kinder en 19
estados de
EE. UU. (cohortes
20182020 vs.
20212023).

Evaluación con
Early
Development
Instrument
(EDI) en 5
dominios del
desarrollo;
comparación de
puntuaciones
promedio pre vs.
post-pandemia.

Los niños iniciando kindergarten
tras la pandemia obtuvieron
puntuaciones más bajas en
socialización (competencia social
EDI) comparados con la cohorte
previa (cambio medio 0,03,
p<0,01) (13). También tuvieron
descensos marcados en
comunicación y conocimientos (
0,21) y lenguaje/cognición (
0,47) (13). No hubo cambio en
salud física, y curiosamente la

Se observan tendencias de desarrollo
social y cognitivo desfavorables en
niños de kinder post-COVID. Aunque
el efecto en competencia social es
pequeño, sugiere que más niños llegan
a la escuela con vulnerabilidades
sociales que antes. Los autores
subrayan la necesidad de políticas que
atiendan estos rezagos desde la
primera infancia, sumado a los déficits
académicos, para evitar secuelas
duraderas (13).
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2395
madurez emocional promedio
aumentó levemente (+0,05) (13).

Alcon et al., 2024
(Multinacional) (4)

Meta-análisis
(22.348 niños de
06 años, 16
países) de estudios
longitudinales con
medidas pre y
durante pandemia.

Análisis de
efectos
combinados
(modelos
aleatorios) en
escalas de
desarrollo y
conducta (ASQ,
SDQ, CBCL).

La pandemia se asoció con
aumentos pequeños en problemas
socio-emocionales: más síntomas
emocionales
(ansiedad/depresión), más
conductas perturbadoras
(problemas de conducta,
agresividad) y mayor retraimiento
social (4). Además, se observó
una disminución de habilidades
personales-sociales en pruebas de
desarrollo (ASQ: decremento
significativo en área personal-
social) (4). Estos efectos, aunque
de tamaño pequeño, fueron
consistentes en múltiples países.

Los resultados caracterizan los efectos
perjudiciales de la pandemia en el
desarrollo mental y social de niños
preescolares a nivel global. Aunque no
hubo un colapso del desarrollo,
emergen más dificultades de
regulación emocional y social. Los
autores enfatizan la vulnerabilidad de
la primera infancia a las disrupciones
pandémicas (4) y sugieren que la
heterogeneidad de entornos podría
moderar los resultados (p. ej., niños en
entornos más estresantes tuvieron
impactos mayores). Recomiendan
monitorear desarrollo socioemocional
y proveer apoyos (e.g., programas de
socialización guiada) en la fase de
recuperación.

Fuente: Elaboración propia. Adaptado de: Perrigo et al. (13).

Dificultades y retrasos en el aprendizaje

La pandemia de COVID-19 causó un cierre masivo de escuelas en todo el mundo durante
meses, forzando una transición apresurada a modalidades de educación remota. Esta disrupción
educativa sin precedentes generó gran inquietud respecto a la continuidad del aprendizaje
académico de los niños en edad escolar. En condiciones normales, la enseñanza presencial provee
no solo instrucción curricular, sino también estructura, motivación, interacción directa con
docentes y compañeros, y acceso a recursos pedagógicos. La interrupción o disminución de estas
condiciones se esperaba que produjera pérdidas en el aprendizaje (learning loss) o al menos una
ralentización en el progreso académico. Numerosos estudios han abordado esta cuestión, tratando
de cuantificar cuánto aprendieron (o dejaron de aprender) los niños durante la pandemia en
comparación con cohortes anteriores. Adicionalmente, en el caso de los niños en edad preescolar,
interesaba evaluar si su preparación para la escuela (habilidades básicas de literacia, cognitivas y
socioemocionales necesarias para iniciar la educación formal) se vio afectada. La evidencia
acumulada confirma que, en promedio, los estudiantes experimentaron retrocesos o menores
ganancias de aprendizaje durante la pandemia, fenómeno observado a nivel global. Un meta-
análisis reciente que integró datos de 103 estudios en 45 países calculó que el efecto promedio de
la pandemia sobre los logros académicos equivale aproximadamente a 0,20 desviaciones estándar
por debajo de cohorts pre-pandemia (16). Este tamaño de efecto negativo (d 0,2) es
estadísticamente significativo e indica un déficit académico moderado en la población escolar en
estos dos primeros años de pandemia. En términos más intuitivos, corresponde a varios meses de
aprendizaje perdidos. De hecho, muchos estudios incluidos en dicho meta-análisis lo traducen
como los niños estando varios meses atrasados respecto a lo esperado para su grado (16). Un
hallazgo importante es que las mayores pérdidas se observaron en matemáticas, mientras que en
lectura/lenguaje las pérdidas existieron pero tendieron a ser ligeramente menores (16). Esto
sugiere que las habilidades numéricas y lógico-matemáticas, que quizá dependen más de la
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2396
instrucción formal en el aula, se vieron más perjudicadas que la lectura (que a ciertas edades
también puede ser fomentada en casa). Además, este meta-análisis mostró que los déficits de
aprendizaje no se resolvieron rápidamente, pues se detectaron pérdidas significativas incluso
hasta finales de 2021 e inicios de 2022, más de dos años después del inicio de la pandemia (16).
Si bien el impacto fue mayor inmediatamente tras los confinamientos iniciales, persistieron
brechas de aprendizaje en la mayoría de los momentos medidos durante el seguimiento (16). Esto
evidencia que la recuperación académica ha sido incompleta y posiblemente requerirá esfuerzos
prolongados. Otro meta-análisis de 2025 publicado en Nature Human Behaviour corroboró estas
tendencias globales. Los autores introducen el concepto de “déficit de aprendizaje COVID-19”
para referirse tanto al retraso en la progresión esperada de nuevas habilidades como a la pérdida
de conocimientos previamente adquiridos (1). Su revisión sistemática encontró que el déficit
promedio equivale aproximadamente a un quinto de año escolar perdido, alineado con el tiempo
promedio de cierres escolares acumulados (1). Este estudio destaca que los niños de entornos
socioeconómicos bajos sufrieron pérdidas de aprendizaje hasta 60% mayores que sus pares de
hogares más favorecidos (1). En otras palabras, la pandemia ensanchó las brechas educativas
preexistentes: estudiantes de familias con menos recursos (menos apoyo educativo en casa, menor
acceso a internet o dispositivos, etc.) quedaron aún más rezagados en su aprendizaje en
comparación con estudiantes de entornos privilegiados (1). Esto coincide con numerosos informes
de organismos internacionales que alertaron que la crisis educativa por COVID-19 no fue
homogénea, sino que golpeó con más fuerza a comunidades vulnerables, pudiendo revertir
avances logrados en equidad educativa antes de 2020. Para ilustrar, un estudio en Países Bajos
(país con breve cierre escolar de 8 semanas y excelente infraestructura digital) encontró un
retroceso promedio de ~3 puntos percentilares (0,08 DE) en rendimiento de alumnos de primaria
durante el confinamiento de 2020 (17). Aunque esa pérdida podría considerarse moderada, es
notable porque ocurrió pese a circunstancias relativamente favorables (país rico, cierre corto) y
fue equivalente a la duración del cierre (o sea, como si no hubieran aprendido nada en esas 8
semanas) (17). Incluso allí se observó que estudiantes de familias con menor nivel educativo
sufrieron pérdidas significativamente mayores (hasta 5060% más) (17). Los autores concluyeron
que “los estudiantes hicieron poco o ningún progreso aprendiendo desde casa” y advirtieron que
en países con sistemas educativos menos equitativos, cierres más prolongados o menor
conectividad, las pérdidas probablemente fueron mucho mayores (17). Este estudio señala que la
educación remota de emergencia no logró sustituir plenamente el aprendizaje presencial, y puso
en evidencia el fenómeno de la brecha digital y de apoyo en el hogar: aquellos con padres menos
capacitados para apoyar la educación o con menor acceso tecnológico tuvieron un retroceso
académico más drástico. En cuanto a áreas específicas, las matemáticas repetidamente emergen
como la materia más afectada. Por ejemplo, evaluaciones nacionales en diversos países indican
que los déficits en matemáticas suelen ser entre 1,5 y 2 veces mayores que en lectura (16). Esto
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2397
podría deberse a que el aprendizaje matemático puede requerir más guía estructurada del docente
y práctica supervisada, difícil de replicar en casa. Por el contrario, la lectura fue más sostenida en
algunos contextos quizás porque los padres pudieron leer con sus hijos o porque es una habilidad
más practicable independientemente. Sin embargo, varios estudios también reportaron descensos
en comprensión lectora y fluidez verbal, especialmente en niveles socioeconómicos bajos donde
el acceso a libros o entornos alfabetizadores es limitado fuera de la escuela. En niños de nivel
preescolar y primeros grados, más que “pérdida” de conocimientos ya adquiridos, la preocupación
se centra en retrasos en adquirir las habilidades iniciales para la escolarización. Un aspecto crítico
es la “preparación escolar”, que incluye el reconocimiento de letras y números, conceptos básicos,
así como habilidades de autorregulación necesarias en el aula. Como se mencionó previamente,
los resultados del EDI en jardines de infancia de EE. UU. mostraron una baja significativa en el
dominio de “comunicación y conocimientos generales” en las cohortes post-pandemia (13). Este
dominio evalúa habilidades como vocabulario, interés por la lectura, conocimiento básico del
mundo y capacidad comunicativa general, todas cruciales para un buen inicio escolar. La caída
de ~0,2 unidades en ese puntaje promedio sugiere que muchos niños iniciaron la escuela con
menos bagaje de conocimientos y habilidades pre-académicas de lo esperado (13). De igual
forma, las maestras de educación inicial han informado que más alumnos de lo habitual carecían
de experiencias básicas (por ejemplo, nunca habían estado en grupos grandes de niños, o no sabían
sostener correctamente un lápiz) debido a la falta de educación preescolar presencial durante la
pandemia. A nivel de aprendizaje escolar concreto, diversos países han cuantificado los atrasos
en términos de años o meses de escolaridad. Por ejemplo, evaluaciones nacionales en algunos
países latinoamericanos sugieren que los estudiantes podrían haber aprendido en 20202021 solo
un porcentaje del currículo esperado, equivalentes a medio año escolar perdido en promedio, y
hasta más de un año en contextos rurales o de alta pobreza. En EE. UU., los resultados de pruebas
estandarizadas (p. ej., NAEP de 2022) registraron las mayores caídas en décadas en lectura y
matemáticas para alumnos de 9 años, retrocediendo a niveles de logro de hace 20 años en algunos
casos. Igualmente, en el Reino Unido las evaluaciones de primaria en 2021 mostraron
puntuaciones significativamente más bajas que las de cohortes anteriores, con impacto mayor en
escuelas de entornos desfavorecidos. Otro ámbito de “aprendizaje” afectado fue el aprendizaje
socioemocional y conductual necesario para el ámbito escolar. Muchos docentes reportaron que
a los niños les costó readaptarse a la disciplina de las clases, mantenerse concentrados largas
horas, y retomar hábitos de estudio. Estas “habilidades para aprender” también forman parte del
desarrollo neuropsicológico y su debilitamiento agrava las dificultades académicas. En síntesis,
la pandemia resultó en dificultades de aprendizaje ampliamente documentadas, que incluyen
retrasos en la adquisición de nuevas habilidades académicas y, en numerosos casos, la pérdida de
dominio en conocimientos previamente aprendidos debido a la falta de práctica. Las
consecuencias no fueron uniformes: los estudiantes más jóvenes y aquellos de contextos
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2398
vulnerables fueron los más afectados, lo cual agrava la inequidad educativa (1). Si bien la
magnitud exacta varía según el contexto, existe consenso en que, sin intervenciones remediales,
estos retrasos podrían tener efectos a largo plazo en la trayectoria educativa de la generación
pandemia (por ejemplo, menor rendimiento en años subsiguientes, aumento en rezago escolar y
menor probabilidad de completar niveles educativos superiores) (1).

A continuación se presenta una tabla que resume algunos estudios representativos sobre el
impacto de la pandemia en el aprendizaje infantil a nivel preescolar y escolar.

Tabla 3

Estudios representativos sobre dificultades y retrasos en el aprendizaje académico infantil
durante la pandemia de COVID-19

Estudio (país)
Población y nivel Metodología Hallazgos principales Conclusiones de los autores
Wisenöcker et al., 2025
(Multinacional) (16)

Meta-análisis
global: 103 estudios
en 45 países;
Estudiantes de
primaria y
secundaria
(aprendizajes en
20202022).

Meta-análisis de
efectos en logros
académicos
(comparación pre
vs. pandemia) +
análisis de
moderadores
(edad, materia,
IDH país, etc.).

Déficit promedio de aprendizaje
d = 0,20 (p < 0,001) durante la
pandemia (16). Las pérdidas
fueron mayores en matemáticas
que en lectura (16). Los déficits
más pronunciados ocurrieron
poco después del inicio de la
pandemia, pero se observaron
pérdidas significativas en la
mayoría de los momentos hasta
2 años luego (16). No hubo
diferencias significativas en
déficit según nivel
socioeconómico de país (IDH)
ni grandes variaciones por nivel
educativo (similares en primaria
vs. secundaria).

La pandemia se asoció con
pérdidas consistentes de
aprendizaje estudiantil a nivel
global, equivalentes a un efecto
negativo moderado (≈ 0,2 DE).
Destaca que matemáticas sufrió
más que lectura, posiblemente
por la naturaleza de la
instrucción. Las pérdidas
persisten tras dos años,
subrayando la necesidad de
planes de recuperación a largo
plazo (16). Sorprendentemente,
el impacto se distribuyó en
países de diverso desarrollo,
sugiriendo que ningún sistema
educativo estuvo totalmente
preparado para evitar el retraso.

Engzell et al., 2021
(Países Bajos) (17)

~350.000 alumnos
de primaria (grados
47); Evaluaciones
nacionales
estandarizadas
20172020.

Diseño de control
sintético:
comparación del
progreso
académico durante
8 semanas de
cierre escolar
(marzomayo
2020) vs. mismo
periodo en años
previos,
considerando que
NL tuvo corto
cierre y alta
conectividad.

Halló una pérdida de
aprendizaje promedio ~3
percentiles (0,08 DE) en 2020
tras el cierre (17), equivalente a
no avance en ese periodo (un
quinto de año escolar perdido,
similar a 8 semanas de cierre)
(17). Las pérdidas fueron 60%
mayores en estudiantes de
hogares menos educados,
ampliando brechas
socioeducativas (17). Pérdidas
similares en lengua y
matemáticas. Resultados
robustos al controlar por
características escolares y
familiares.

Incluso en un contexto favorable
(cierre breve, buen soporte
digital), los alumnos
experimentaron un retroceso
académico significativo durante
la educación en casa, indicando
que aprendieron poco o nada en
ausencia de clases presenciales.
Confirma preocupaciones sobre
eficacia limitada de la enseñanza
remota de emergencia. Además,
evidencia que la pandemia
acrecentó la desigualdad
educativa, afectando más a
niños de menor nivel
socioeconómico. Los autores
advierten que en países con
cierres más largos o menos
recursos, las pérdidas podrían
ser mucho mayores, e instan a
prepararse con intervenciones
para paliar este rezago.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2399
Perrigo et al., 2025
(EE. UU.) (13)

~475.000 niños de
kindergarten (5
6 años) en EE. UU.;
Comparación
cohorte 201820 vs.
202123.

Análisis de
tendencia en
puntajes de
desarrollo (EDI)
se destaca acá el
dominio de
lenguaje/cognición
que refleja
aprendizaje inicial.

Los niños que iniciaron kinder
tras la pandemia mostraron
puntajes de lenguaje y desarrollo
cognitivo significativamente
menores que los de
inmediatamente antes: cambio
medio de 0,47 en EDI (13).
Esto sugiere una merma notable
en habilidades académicas
iniciales. También la dimensión
de comunicación general bajó (
0,21) (13).

La cohorte de niños pequeños
expuestos a la pandemia llega a
la escuela con un retraso
cognitivo-académico
significativo en comparación
con la cohorte previa. Los
autores interpretan que la falta
de educación preescolar
presencial y la reducción de
experiencias estimulantes
durante la pandemia resultó en
menor preparación escolar
(especialmente en lenguaje y
conocimientos básicos).
Recomiendan reforzar la
educación inicial y los apoyos
en transición a primaria para
esta generación afectada.

Fuente: Elaboración propia. Adaptado de: Wisenöcker et al. (16).

DISCUSIÓN

Los hallazgos revisados evidencian un impacto multidimensional de la pandemia de
COVID-19 en el desarrollo neuropsicológico infantil, manifestado en retrasos del lenguaje,
dificultades de socialización y problemas de aprendizaje. En esta sección se examinan
críticamente las posibles causas subyacentes a estas afectaciones, las interrelaciones entre ellas y
consideraciones sobre la variabilidad observada entre distintos grupos de niños. Si bien establecer
causalidad directa es complejo debido a la naturaleza simultánea de múltiples factores durante la
pandemia, la literatura señala varios mecanismos plausibles que explican cómo las circunstancias
extraordinarias de 20202021 pudieron haber alterado el curso típico del desarrollo infantil:

Confinamiento y aislamiento social: El distanciamiento impuesto eliminó o redujo
dramáticamente las interacciones cara a cara de los niños con pares, maestros, familiares
extendidos y otros adultos fuera del hogar (1). La falta de juego social y convivencia grupal privó
a los niños de experiencias críticas para aprender a comunicarse, negociar y desarrollar empatía.
Niños que normalmente habrían asistido a guarderías, parques o reuniones familiares
permanecieron aislados, lo cual plausiblemente retrasó la práctica y adquisición de habilidades
sociales y lingüísticas. La evidencia de retrasos en cognición social (12) y competencias sociales
(18) en las cohortes pandemia apoya esta conexión. Asimismo, el aislamiento limitó la exposición
a vocabulario y conversaciones variadas, especialmente en hogares con menor estímulo
lingüístico, contribuyendo a retrasos en lenguaje (10).

Cierre de centros educativos y transición a educación remota: La abrupta suspensión
de clases presenciales tuvo un efecto central en los retrasos de aprendizaje. Las escuelas ofrecen
un entorno estructurado de estimulación cognitiva difícil de replicar en casa, más aún en edades
tempranas. El aprendizaje virtual de emergencia adoleció de limitaciones: currículos recortados,
menor interacción alumno-docente, distracciones del hogar y desigual acceso tecnológico (1).
Esto derivó en menores avances académicos y en deterioro de hábitos de estudio. Además, las
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2400
escuelas proveen servicios complementarios (alimentación, apoyo psicopedagógico, detección
temprana de problemas) que al interrumpirse empeoraron las condiciones de aprendizaje. El
consenso de múltiples estudios es que los niños aprendieron menos contenido durante la pandemia
(16), reflejo directo de esta disrupción educativa. En preescolares, el cierre de guarderías implicó
la pérdida de experiencias formativas claves en lenguaje y socialización, afectando su preparación
escolar (13).

Reducción de interacciones verbales y estimulación ambiental: Durante los
confinamientos, muchas familias enfrentaron restricciones que llevaron a una vida más monótona
y confinada en espacios reducidos. Las salidas a sitios estimulantes (bibliotecas, museos,
actividades extracurriculares) se cancelaron. En consecuencia, disminuyó la riqueza de estímulos
a la que estaban expuestos los niños. Esto es crítico en los primeros años, donde el desarrollo
neuronal depende en parte de la variedad de experiencias. La literatura sugiere que bebés nacidos
en pandemia escucharon menos palabras nuevas y observaron menos acontecimientos diversos,
lo que puede haber enlentecido la expansión de su lenguaje y conocimientos del entorno (10).
Adicionalmente, el uso de mascarillas (necesario en contextos públicos) pudo afectar ligeramente
la comunicación no verbal y la percepción de articulación del habla en entornos como guarderías
o incluso dentro del hogar si había miembros enfermos, aunque la evidencia al respecto es mixta.
Si bien estudios indican que los niños se adaptaron relativamente bien a entender a adultos con
mascarilla para lenguaje básico (7), otros advierten posibles efectos en reconocer emociones o
sonidos sutiles (8).

Aumento del tiempo frente a pantallas: El confinamiento conllevó un incremento en el
uso de dispositivos electrónicos tanto por necesidad educativa (clases en línea) como por
entretenimiento en ausencia de actividades fuera de casa. Diversas investigaciones han
relacionado un tiempo excesivo de pantalla en niños pequeños con retrasos en el desarrollo del
lenguaje y problemas atencionales. Durante la pandemia, estudios reportaron alzas notables en
horas de pantalla diarias de infantes y preescolares, en detrimento de la interacción cara a cara y
el juego activo (4). Esto puede haber contribuido a los retrasos observados, al reemplazar
experiencias interactivas “en vivo” por estímulos unidireccionales. Un entorno con alta
exposición pasiva a pantallas ofrece menos oportunidades de practicar el habla, la toma de turnos
conversacional o la resolución de problemas sociales, afectando potencialmente la adquisición de
esas habilidades.

Estrés familiar y salud mental de cuidadores: La pandemia impuso un estrés
considerable a muchas familias desde preocupaciones por la salud, pérdida de empleo,
inseguridad económica, hasta la carga de conciliar trabajo remoto con cuidado de los hijos en
casa. Este estrés tóxico en el hogar puede incidir negativamente en el desarrollo infantil de varias
maneras. Padres bajo estrés prolongado tienden a interactuar menos y con menor paciencia con
sus hijos, reduciendo la calidad y cantidad de estimulación temprana (lectura de cuentos,
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2401
conversaciones, juegos educativos) (4). Además, se reportó un aumento de síntomas depresivos
en padres y madres durante la pandemia, lo cual está asociado a menores respuestas sensibles a
las necesidades socioemocionales de los niños. El estudio japonés de Sato et al. demostró que la
depresión materna amplificó el retraso de desarrollo observado a los 5 años (19). Igualmente,
muchos padres redujeron la interacción lúdica por estar sobrecargados o ansiosos, y en algunos
casos, los estilos de crianza se volvieron más negativos (mayor conflictividad, disciplina punitiva)
debido a la tensión acumulada. Estas dinámicas pueden producir entornos menos propicios para
el desarrollo de habilidades de autorregulación emocional y social en los niños. También se
observaron aumentos en casos de violencia intrafamiliar y maltrato infantil durante los
confinamientos en ciertos lugares, factores extremos que claramente perjudican el desarrollo
neuropsicológico.

Disminución de servicios de apoyo y detección temprana: Durante la pandemia, muchos
servicios de salud y desarrollo infantil (consultas pediátricas regulares, terapias del lenguaje,
intervenciones tempranas para necesidades especiales) fueron suspendidos o limitaron su acceso.
Por ejemplo, alrededor de 56% de los centros de cuidado infantil en EE. UU. cerraron
temporalmente, incluyendo muchos programas de intervención temprana para niños con retrasos
o discapacidades (4). Esto implicó que algunos niños con problemas de desarrollo no fueran
detectados ni atendidos a tiempo, perdiéndose ventanas críticas de intervención. Incluso para
niños sin retrasos identificados, la ausencia de evaluaciones regulares significó que familias y
educadores no recibieran orientaciones usuales sobre estimulación adecuada. Sumado a ello, el
cierre de espacios comunitarios (bibliotecas, parques, centros comunitarios) eliminó redes de
apoyo que suelen fomentar desarrollo (clases de estimulación, círculos de juego, etc.). La falta de
estos apoyos externos dejó a las familias manejando solas el desarrollo de sus hijos en
circunstancias difíciles, lo cual pudo contribuir a que pequeños problemas se exacerbaran o no se
corrigieran oportunamente.

Desigualdades estructurales e impacto diferenciado: Un tema crítico es que la pandemia
actuó como amplificador de desigualdades. Niños de hogares con mayores recursos educativos
(padres con mayor nivel educativo, disponibilidad de libros, conexión a internet, posibilidad de
contratar cuidadores o apoyos) pudieron compensar parcialmente la falta de escuela con
actividades en el hogar. En contraste, niños en condiciones menos favorecidas enfrentaron no solo
la ausencia de escuela, sino a veces también falta de alimentos adecuados, entornos hacinados
poco propicios para el aprendizaje, y padres con menores herramientas o tiempo para apoyarles
(1). Esto explica por qué encontramos efectos más severos en ciertos subgrupos: mayores retrasos
del lenguaje en familias de bajo nivel socioeconómico, pérdidas de aprendizaje más altas en
estudiantes de zonas pobres, etc. (1). Además, los países de ingresos bajos y medianos
experimentaron cierres escolares generalmente más prolongados y con menos capacidad de
enseñanza remota de calidad, por lo que los impactos en aprendizaje y desarrollo podrían ser aún
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2402
más profundos a nivel poblacional (aunque la literatura de estos contextos todavía está
emergiendo). Así, una causa macro que subyace a muchos hallazgos es la brecha de equidad: la
pandemia no afectó a todos por igual, sino que impuso cargas más fuertes en quienes ya tenían
desventajas, ampliando diferencias en el desarrollo infantil a escala mundial. Es importante
también reconocer limitaciones y variabilidad en los estudios revisados. Existe heterogeneidad en
los métodos (encuestas parentales vs. evaluaciones objetivas), en los contextos culturales y en la
duración de la exposición a restricciones pandémicas. Algunos entornos familiares compensaron
creativamente la falta de escuela (ejemplo: “burbujas” de juego con primos o vecinos, uso activo
de videollamadas para que los niños interactúen, mayor dedicación de padres en actividades
educativas). Estos casos podrían haber mitigado o evitado retrasos, lo cual se refleja en la amplia
desviación individual dentro de los promedios. De hecho, ciertos estudios aislados reportaron
poca afectación o incluso mejoras a corto plazo en algunos aspectos del desarrollo socioemocional
en regiones donde el retorno a la normalidad fue rápido (1). Por ello, es crucial interpretar los
hallazgos generales sin perder de vista que no todos los niños pandemia presentan problemas;
muchos continuaron desarrollándose dentro de rangos típicos, especialmente si contaron con
entornos de apoyo resilientes. Otra consideración es que varios de los retrasos detectados podrían
ser transitorios. Por ejemplo, aunque a los 2 años un niño pandémico pronuncie menos palabras,
es posible que con la reapertura de la sociedad y el ingreso a preescolar recupere terreno
rápidamente. Ya se ha observado cierta tendencia a la recuperación en aprendizajes académicos
a medida que los niños regresan a la presencialidad, aunque no completa (16). Serán necesarios
estudios de seguimiento a largo plazo para discernir qué proporción de estos niños “alcanzará” a
sus pares anteriores con el tiempo y cuáles podrían arrastrar secuelas más persistentes. En
particular, preocupa que los períodos sensibles perdidos (especialmente en 03 años para
lenguaje) no se recuperen espontáneamente en algunos casos y requieran intervención
especializada. Finalmente, la discusión sobre causas no estaría completa sin mencionar posibles
factores biológicos asociados a la pandemia que podrían incidir en el neurodesarrollo, aunque
escapan al foco de este artículo. Por ejemplo, existe investigación inicial sobre los efectos del
estrés materno gestacional durante la pandemia en los bebés, o las consecuencias de la infección
por SARS-CoV-2 en mujeres embarazadas y recién nacidos, que podrían también influir en el
desarrollo temprano (20). Sin embargo, nuestro análisis se ha centrado en las experiencias
ambientales y psicosociales generalizadas, dado que los estudios hasta ahora atribuyen la mayor
parte de las observaciones conductuales a estos factores contextuales compartidos, más que a
infecciones directas u otros aspectos biológicos.

CONCLUSIONES

El periodo de la pandemia de COVID-19 ha supuesto un desafío extraordinario para el
desarrollo neuropsicológico infantil, cuyos efectos comienzan a delinearse con claridad a la luz
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2403
de la evidencia científica reciente. En esta revisión crítica, centrada en niños preescolares y
escolares, se han documentado consistentemente retrasos en el desarrollo del lenguaje,
dificultades en las habilidades de socialización y retrasos en el aprendizaje académico asociados
a las condiciones excepcionales vividas entre 2020 y 2021. Aunque la magnitud de estos efectos
varía según el contexto y el individuo, los hallazgos convergen en que la pandemia interrumpió o
ralentizó múltiples aspectos del desarrollo infantil típico. En síntesis, los niños expuestos a la
pandemia muestran, en promedio, un menor desempeño en lenguaje y comunicación que las
cohortes previas (9,10), manifestado en vocabularios más reducidos, menor complejidad
lingüística y en algunos casos, demoras en iniciar el habla. Asimismo, presentan competencias
sociales ligeramente mermadas (13) y mayores dificultades socioemocionales (4), evidenciando
el impacto del aislamiento en la adquisición de habilidades interpersonales. En el ámbito
educativo, se han detectado déficits de aprendizaje equivalentes a varios meses de atraso escolar
en habilidades fundamentales, especialmente matemáticas (16), junto con una disminución en la
preparación escolar de los más pequeños (13). Estos efectos negativos no son homogéneos: los
niños de entornos socioeconómicos vulnerables han sido los más afectados, lo que sugiere una
ampliación de brechas de desarrollo y educativas preexistentes (1). Es importante enfatizar que
estos hallazgos no implican que toda una generación de niños haya quedado permanentemente
dañada, sino que alertan sobre áreas donde es necesaria acción preventiva y correctiva. Muchos
niños han mostrado resiliencia y capacidad de recuperación una vez restablecidas las condiciones
normales, pero otros necesitarán apoyos adicionales para alcanzar su potencial pleno. A la luz de
la evidencia, se proponen las siguientes implicaciones prácticas y recomendaciones:

Detección e intervención temprana

Dado el aumento en retrasos del lenguaje y problemas socioemocionales en los más
pequeños, es imperativo fortalecer los programas de tamizaje del desarrollo (en pediatría,
educación inicial) para identificar atrasos lo antes posible. Servicios de intervención temprana
(terapia del lenguaje, terapia ocupacional, apoyo psicológico infantil) deben ampliarse y priorizar
a los niños nacidos o criados en pandemia, a fin de cerrar brechas de desarrollo antes de la
escolarización. Las investigaciones indican que intervenciones intensivas pueden compensar
retrasos lingüísticos si se realizan en edades oportunas.

Refuerzo educativo y curricular

Los sistemas escolares deben implementar estrategias de recuperación académica. Esto
incluye adaptar currículos para reincorporar contenidos no cubiertos, ofrecer clases de refuerzo y
tutorías personalizadas, y aprovechar herramientas de aprendizaje adaptativo. Metaanálisis
educativos sugieren que intervenciones focalizadas (por ejemplo, programas de tutoría uno a uno
o en grupos pequeños) pueden ayudar a recobrar parte del aprendizaje perdido. En particular, se
recomienda hacer énfasis en matemáticas y lectoescritura, que fueron áreas críticas afectadas.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2404
Simultáneamente, es necesario continuar monitoreando el progreso de las cohortes post-pandemia
para evaluar la efectividad de las medidas de recuperación.

Apoyo socioemocional y de socialización

Restaurar y potenciar las oportunidades de interacción social es clave. Se recomienda
fomentar en las escuelas actividades de aprendizaje socioemocional (p. ej., dinámicas para
compartir, identificar emociones, resolución pacífica de conflictos) para ayudar a los niños a
readquirir habilidades de convivencia. Programas como “escuelas de padres” también pueden
guiar a las familias en cómo reforzar las habilidades sociales y emocionales en casa.
Adicionalmente, es beneficioso propiciar espacios extraescolares seguros de juego y socialización
(grupos de juego, deportes, artes), especialmente para niños preescolares que vieron limitada su
socialización temprana. Estas experiencias ayudarán a compensar la “práctica” social perdida
durante el aislamiento.

Apoyo a familias y cuidadores

Dado el rol del estrés familiar en los resultados observados, las políticas deben contemplar
intervenciones que reduzcan el estrés en el hogar y fortalezcan las capacidades parentales. Esto
incluye facilitar el acceso a servicios de salud mental para padres (tratamiento de depresión,
ansiedad), proveer redes de apoyo comunitario, flexibilizar políticas laborales que permitan
conciliar cuidado infantil, y ofrecer materiales educativos a padres sobre estimulación del
lenguaje y manejo emocional de los niños. Familias más resilientes podrán a su vez brindar un
entorno más enriquecedor para que sus hijos superen eventuales retrasos.

Enfoque equitativo y priorización de poblaciones vulnerables

Las autoridades educativas y sanitarias deben dirigir recursos adicionales hacia
comunidades de bajos ingresos, zonas rurales y grupos minoritarios que fueron
desproporcionadamente afectados. Por ejemplo, programas de educación compensatoria en
escuelas de entornos desfavorecidos, distribución de libros y materiales didácticos a hogares sin
acceso, y reestablecimiento de comedores escolares y apoyos nutricionales que favorecen la
atención y aprendizaje. Solo mediante un enfoque equitativo se evitará que los efectos de la
pandemia perpetúen desigualdades en el largo plazo.

Preparación para futuras crisis

Esta experiencia ha dejado lecciones importantes. Es esencial que los sistemas de salud y
educación desarrollen planes de contingencia para eventuales futuras pandemias u otras
emergencias, con el fin de minimizar la disrupción en el desarrollo infantil. Esto podría incluir
protocolos para mantener interacción social segura (p. ej., “burbujas” escolares), asegurar
continuidad pedagógica efectiva (mejor capacitación y plataformas para educación en línea) y
proteger los servicios esenciales para niños (pediatría, intervención temprana, apoyo alimentario)
aun en contextos de confinamiento.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2405
En conclusión, si bien la pandemia de COVID-19 impuso retrocesos tangibles en el
desarrollo de muchos niños, estos no son irreversibles. La plasticidad del cerebro infantil y la
capacidad de adaptación de los niños permiten que, con los apoyos adecuados, puedan recuperar
terreno perdido en lenguaje, socialización y aprendizaje (9). Los próximos años serán cruciales
para implementar las intervenciones educativas y psicosociales informadas por la evidencia aquí
revisada. Un compromiso coordinado entre familias, educadores, profesionales de la salud y
formuladores de políticas permitirá mitigar las secuelas de esta crisis y promover la resiliencia y
desarrollo saludable de la generación que creció en la era de la pandemia. Como sociedad, la
experiencia nos ha sensibilizado sobre la importancia de la escuela, la familia y la comunidad en
el desarrollo infantil, y corresponde aplicar estos aprendizajes para garantizar que todos los niños
sin importar las adversidades enfrentadas alcancen un desarrollo pleno de sus capacidades.
Vol. 12/ Núm. 2 2025 pág. 2406
REFERENCIAS

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